Anda el Terrassa tan empeñado en desmontar el pasado y en construir un futuro inmediato lo más distinto posible al de la etapa anterior, que parece haber descuidado el presente de forma imperdonable. Y el presente indica que el equipo está a nueve puntos de la zona de promoción de ascenso, que hace cinco jornadas consecutivas que no gana (sólo ha sumado un punto en ese período nefasto) y que por mucho refuerzo que llegue ahora, igual no hay tiempo de aspirar ya a nada. La derrota en el campo del Rubí resultó inmerecida en cualquier análisis futbolístico, pero reveladora de las limitaciones de un equipo que anda aportando más esfuerzo que fútbol en los últimos partidos y cuyas carencias en las áreas, en la propia y en la rival, condicionan sus resultados. Perder esta semana no estaba escrito en ninguna agenda, teniendo en cuenta que el Rubí acumulaba seis jornadas seguidas sin ganar.
Este Terrassa está penalizado por su propia realidad. El cambio en el banquillo no ha supuesto ningún revulsivo y el equipo, con Duque al mando, únicamente ha sumado un punto en tres partidos pese a que uno fue en el campo del colista y otro, el de esta semana, en el de un rival claramente inferior. A alguno probablemente se le ha ido la mano a la hora de renovar la plantilla, desquiciada ante un desbarajuste de tanta magnitud y desorientada no únicamente en el plano emocional sino también en la búsqueda de un nuevo estilo futbolístico al que le falta calendario para echar raíces. Ese tránsito entre una etapa y otra, con jugadores que entran y que salen en un proceso de desmontaje y montaje inapropiado en estas fechas de la temporada, deja estampas inconcebibles, como la de ver a un Terrassa con sólo quince futbolistas. O que afronta un partido de Liga sin fisioterapeuta. Fue el impagable utillero Pepe Mármol, propuesto como Medalla de la Ciudad al Mérito Deportivo y a quien el club debería beatificar de forma inmediata, quien se encargó de los masajes.
Que el equipo queda aturdido es indisimulable: los futbolistas que ya estaban asisten incrédulos al vaciado del vestuario y los nuevos buscan aún ubicarse en el nuevo escenario. Pero aún así, la derrota encajada en Can Rosés ante la UE Rubí escapa a la normalidad futbolística en función del fútbol desplegado por unos y otros y las ocasiones de gol generadas en cada área. El Terrassa fue mejor casi siempre, fundamentalmente en el primer período. Y acabó perdiendo porque fue incapaz de marcar un gol, porque el portero del Rubí, el ex terrassista Juanmi, hizo un partido colosal y porque en defensa siempre se origina alguna distorsión puntual que facilita que el rival pueda marcar. En los primeros 45 minutos el conjunto de Duque generó seis situaciones merecedoras de gol. Pero perdonó y ese pecado sigue estando seriamente penalizado.
Un dibujo distinto
El técnico del Terrassa confeccionó esta vez un dibujo distinto, con un centro del campo en el que asoció a Adri, Merchán y Boniquet, dejando la banda izquierda para Ángel. Duque alinéo de inicio a Marc Samper en el lateral izquierdo, lo que supuso el debut del joven futbolista egarense, cuya aportación fue más que notable. La diferencia entre uno y otro equipo se fue incrementando conforme pasaban los minutos. El Terrassa se hizo con el balón desde el comienzo, decidido a marcar cuanto antes para ahorrarse angustias posteriores. Entretanto, el Rubí aportó trabajo y esfuerzo para equilibrar en la medida de lo posible la diferencia técnica. Y se encomendó a Juanmi para que el portero reparase las situaciones de mayor compromiso.
Que el primer tiempo acabase sin goles escapa a la lógica. El Terrassa tardó diecisiete minutos en producir su primera llegada al área, pero esa acción generó dos claras situaciones de peligro. La primera con un buen disparo al que respondió Juanmi de forma espectacular y la segunda en el rechace, que fue a parar a pies de Ángel para que el delantero egarense rematase al poste. A partir de entonces, un carrusel inacabable de oportunidades: un remate de cabeza de Boniquet rozando al larguero; dos grandes paradas más de Juanmi a remates primero de Merchán y después de Boniquet; y dos llegadas de Óscar, la primera abortada por un defensa y la segunda con un remate ligeramente desviado. El Rubí tuvo su mejor ocasión a tres minutos del descanso, en un disparo de Romo a la salida de un córner que Samper despejó.
La segunda parte empezó como la primera, con el Terrassa volcado en ataque. Jou, en el saque de una falta, pudo batir a Juanmi en un buen remate de cabeza que detuvo el portero rubinense. Y Maldonado protagonizó otra notable acción personal que fue abortada, de nuevo, por Juanmi. Pero el cronómetro fue incrementando la inseguridad del Terrassa, cuyo juego empezó a verse condicionado por una ansiedad cada vez más visible. La precisión empezó a ser menor, la falta de confianza se instaló en el colectivo y el Rubí empezó a dar sustos. Primero en una acción de Juan Pablo que Morales rechazó en una gran intervención. Y después con el gol de Adri Grau, que remató de cabeza aprovechando un desajuste defensivo egarense.
La ansiedad se convirtió en desorden. Óscar y Ángel se lesionaron y el equipo se fue enredando en una confusión irreconocible. Con jugadores fuera de posición, dudas en el estilo y miedo a perder, el Terrassa era un desbarajuste notable. Tuvo una gran ocasión para empatar, a cargo de Merchán en el minuto 77, pero el partido acabó mostrando las miserias de un equipo que ha comprometido de forma muy seria su futuro en la Liga.
RUBÍ, 1
TERRASSA FC, 0
RUBÍ. Juanmi, Campos, Carrasco, Marc García, Andreu, Joel, Jan Lladó, Aleix, Bartu, Romo y Pau Gené. Adri Grau sustituyó a Pau Gené en el minuto 46; Juan Pablo a Jan Lladó en el 57; y Marc Uceda a Andreu en el 78.
TERRASSA FC. Morales, Chele, Jou, Samper, Borges, Adri, Merchán, Maldonado, Óscar, Boniquet y Ángel. Güell suplió a Óscar en el minuto 70; Samu a Ángel en el 79.
Árbitro. Carlos Calderiña Pavón. Amonestó a Andreu, Joel, Jan Lladó, Romo, Borges, Boniquet y Güell.
Gol. 1-0, minuto 71, Adri Grau.