Cómo describiría esta exposición?
Para mí es una mirada. Una mirada que tenemos que hacer todos y que tiene que emocionar. Se debe comprender que hay mucha gente con muchos problemas pero que a la vez también tienen muchas personas alrededor que les ayudan. Son unas imágenes un poco duras, porque reflejan la realidad, pero pienso que podemos aprender mucho. Sobre todo podemos ver que pasan cosas que a veces las tenemos al lado y no las queremos ver.
¿Qué quiere transmitir con este trabajo?
Quiero poder transmitir que hay gente que hace feliz a personas con discapacidad. Pero no quiero explicar nada a nadie. Quiero que la gente vea las imágenes y que cada uno con su mirada haga su interpretación. Como la que yo he hecho.
¿Qué ha significado entonces esta experiencia para usted?
A mí me ha dado una lección de vida muy importante. Fíjate. Acabo de hacer 80 años y eso me ha dado como un golpe de fuerza, un decir “caray, hay personas que están peor que tú y que tienen gente al lado que les ayudan y les hacen felices. Yo también la tengo. Y la técnica también está ayudando cada día más”. Creo que me ha humanizado aún más.
¿Cómo surgió esta iniciativa?
Fue a raíz de un médico y gran amigo mío, Manolo Álvarez del Castillo, que me dijo que le gustaría que un día fuera a ver el centro de Prodis, que al igual les haría gracia que les hiciera cuatro fotos. ¡Y ostras! Cuando llegué allí y vi aquella gente, que además se encariñan con todo el mundo… Y lo que te transmiten… Es que no se puede imaginar. Cada vez que lo pienso me pone la piel de gallina. Y dije: “Bien pues haré cuatro fotografías”. Y al final estuve yendo allí casi un mes, día sí día no, haciendo todas las actividades -que son muchas-; intentado captar su día a día.
¿Echaba de menos ponerse detrás de una cámara?
Sí, mucho. Me ha vuelto a entrar el gusanillo , que dicen. Y eso que ahora estoy peor de la vista. Pero sí, me ha gustado mucho.
Usted afirma que el fotoperiodismo ya no tiene sentimiento. ¿Ha conseguido contradecirse con su reportaje?
Es verdad. Ahora todo el mundo tiene prisa. Las redacciones mismas quieren que llegue el material y que salga la noticia lo más rápido posible. No se comprueban tanto las noticias, no se refutan los datos como se hacía en mi época. Si es necesario se pide perdón después. En cambio en mi reportaje no hay Photoshop, se prima la técnica, cada fotografía está pensada. Es un fotoreportaje como los de antes.
Con 80 años recién cumplidos (lo hizo por San Juan) protagonizas un libro, estás a punto de estrenar un documental, inaugura esta exposición ¿qué le queda por hacer?
No lo sé porque cada vez me enredo más (ríe). Menos mal que tengo una persona, Silvia Omedes, que me lo controla todo. Porque yo me embalo. Y ahora además con la energía que me ha dado esta historia de Prodis, la seguridad que también ha reportado en mi misma. Incluso digo que tengo que comprar un poco más de equipo para hacer más cosas (bromea). De momento quiero ir haciendo fotos de puertas. Voy por toda España retratando puertas que tengan su historia, aunque necesito ayuda porque es un trabajo de investigación y de gran envergadura. Además, pronto llega un gran fotógrafo, Chema Conesa, para hacer una selección de fotografías. Estas imágenes serán para una exposición antológica mía que irá del año 55 a los años 80. Será una muestra muy grande que se hará en Barcelona y en Madrid, supongo que hacia finales de 2016. Y saldrá también un libro de bolsillo como el que se acaba de publicar recientemente.
Siempre ha dicho que su padre la influyó.
Además de mi padre fue mi maestro. Y también era un hombre con una visión de futuro tan grande que me preparó muy bien. Él ya me avisó, “ten cuenta que tienes que ir por todas partes documentada” y me acreditó enseguida a todas las federaciones de deporte cuando terminé periodismo.
¿Fue el espejo donde reflejarse?
Por mi padre tengo una gran pasión. Otra cosa muy importante es que me dio confianza. Mira, te diré algo que he dicho en muy pocas entrevistas. A mí Terrassa me quedaba pequeña y un día le dije que quería ir a vivir y trabajar en Barcelona. Y me dijo: “Te entiendo perfectamente. Pero no me hagas bajar nunca la cabeza”. Esto me quedó marcado para toda la vida. Y he tenido ocasiones de hacer disparates pero siempre me venían a la cabeza estas palabras. ¡Y me han ayudado tanto…! Todavía hablo con él cada día y le digo “Mira padre, otro triunfo”. Y todo el mundo que lo ha conocido me dice lo orgulloso que se sentiría si estuviera aquí.