Eduardo Posada fue el presidente del Terrassa FC durante casi cinco años, en el período entre 1983 y 1987 en que el equipo egarense acumuló cuatro títulos catalanes sub-23 y un ascenso a Segunda División “B”. Posada reside actualmente en México y ha regresado por unos días a Terrassa con motivo de los actos de homenaje que Veterans del Terrassa FC ha organizado para aquel equipo que él presidió en una etapa especialmente difícil para la entidad.
¿Qué está haciendo en México?
Llevo ya diez años allí. Tengo una empresa de fabricación de encofrados y dentro del mismo grupo otra que se dedica a hacer el encofrado de los edificios.
Pero no se desconecta de Terrassa.
En absoluto. Vengo cuatro o cinco veces al año, y sigo las noticias del club y de la ciudad a través del diario y de la televisión. Y mantengo contacto con Jordi Batalla o con varios amigos.
¿Se ha adaptado bien a la vida en México?
Sí, aunque es otra forma de vivir. Allí la gente vive de forma muy acelerada, el tráfico es terrible y el mexicano tiene otra forma de trabajar distinta a la nuestra. Pero es un país con muchas posibilidades de negocio. La gente es muy agradable y se vive bien, no me puedo quejar.
¿Y con ánimo de establecerse o de volver en el futuro a Terrassa?
Con ganas de volver, no se lo voy a negar. La idea que tengo en estos momentos es estar allí cuatro o cinco años más, vender el negocio, retirarme y venir a Terrassa.
Usted empezó con una fábrica de fabricación de magdalenas. Luego se adentró en el mundo de la música y ha acabado en la construcción.
En México se está construyendo una barbaridad pero eso va a durar unos años. La crisis se nota menos allí en estos momentos. En todo caso, le debo confesar que con la música me lo pasé muy bien porque componía, creaba y veía cómo se generaba un artista. Hicimos música muy buena, éxitos muy importantes. El negocio lo tenía enfocado en gran medida a los grupos mexicanos.
Y se fue del Terrassa para no volver más al fútbol.
Yo entré en el fútbol porque me gustaba el Terrassa, porque era un tema sentimental. Y sin ese componente no le encuentro sentido a entrar en otro club. En México me han propuesto participar en una escuela de fútbol, pero no me resulta posible por el trabajo. Yo soy del Terrassa y si hiciese algo sería por el Terrassa. En el fútbol hay mucha gente que especula, que lo observa como un negocio. En mi etapa todo se hacía por sentimiento, porque el único dinero que se movía era el que poníamos nosotros.
Usted llegó al Terrassa siendo un presidente muy joven que lo cambió todo en un momento especialmente delicado.
Fue una etapa magnífica. Con un equipo formado en su mayoría por jugadores de la ciudad y una directiva que era un grupo de amigos. Los chicos veían la posibilidad entonces de llegar al primer equipo. Hicimos una escuela de fútbol bien planificada, que puso en marcha Joaquim Hernández. El objetivo era crear jugadores, no conseguir dinero para el primer equipo.
Ahora se recuerda lo bonito. Pero hubo momentos muy delicados en aquella etapa.
Cuando llegué el club estaba al borde de la desaparición. Existía un déficit de 300 millones, estaba en quiebra técnica y la solución era muy difícil. Por eso hicimos un equipo casi de juveniles. El primer año fue complicado y nos salvamos del descenso porque el Barça “C” subió aquel año a Segunda “B”. Con Jordi Batalla, que era el vicepresidente deportivo, implantamos una idea clara basada en la cantera. Y si bajábamos no pasaba nada. Aunque había directivos que entendían que había que fichar, ganar y a partir de ahí generar dinero.
¿Aplicaron esa política por necesidad o por convicción?
Fue por convicción. Ajustamos el presupuesto a nuestras posibilidades, potenciamos la publicidad en el estadio y conseguimos generar un fondo de dinero. Algunos directivos entendían que había que utilizar ese dinero para fichar. Y yo me opuse rotundamente. Se generó una lucha interna y se llegó a votar, sin mi presencia, el camino a elegir. Y luego, los socios ratificaron aquella línea. El resultado demostró que estábamos en el camino correcto.
¿Aquella línea de actuación sería aplicable ahora?
Naturalmente, igual que entonces. El Sporting, y lo pongo como ejemplo porque yo soy asturiano, lo ha hecho y ha subido a Primera División. Y las mejores etapas de los grandes clubs se explican bajo la influencia de su cantera.
Usted creó un tándem muy productivo con Antonio Linares en el banquillo.
Sí, pero no podemos olvidarnos de Jordi Batalla, que fue una pieza muy importante en aquella etapa. Yo no conocía a nadie en el mundo del fútbol y fue él quien me introdujo. Con Linares compartíamos la misma idea y los tres recorríamos campos de todas las categorías para ver jugadores.
¿Qué le dice el Terrassa actual y su crisis permanente?
Me da pena lo que está sucediendo. De unos años a esta parte ha entrado gente que sólo ha pensado en el negocio. Y algunos sin tener conocimiento del fútbol. Debería haber surgido una iniciativa desde el club, desde la gente que quiere al Terrassa. Si estuviese viviendo en Terrassa ya le digo que estaría proponiendo alguna solución en esa dirección. Lo que asusta es la deuda y quizás la solución es partir de la categoría que sea preciso, aunque sea desde la última. Este club podría estar en Segunda División con una buena planificación y con gente de la cantera. Si en nuestra época se llegó a Segunda “B” ahora se podría hacer lo mismo o incluso más.
¿En sus planes de futuro está el fútbol y el Terrassa?
Puede ser. No lo descarto cuando regrese dentro de unos años a Terrassa si cuento con un grupo de personas que me den su apoyo. Pero le voy a decir una cosa y es que eso se haría siempre bajo la fórmula de un club deportivo, nunca como una empresa.
Un Presidente que cambió el club
Eduardo Posada tiene ahora 60 años. Pero accedió a la presidencia del Terrassa con apenas 28 años. Su juventud, su forma moderna de entender el fútbol y sus nuevas ideas cambiaron la cara a un Terrassa que vivía una de sus peores crisis. En 1983 pasó a presidir una junta gestora que heredó un club en ruinas y que renació apostando por la juventud de una plantilla que empezó dirigiendo Miguel Vallespir, que pasó por las manos de Miguel Pleguezuelos y que encontró en Antonio Linares a su entrenador ideal. Con Posada el Terrassa conquistó cuatro títulos catalanes sub-23, subió a Segunda “B” y todo ello con una plantilla joven formada en gran medida por futbolistas terrassenses. Un año después de acceder a la gestora se presentó a las elecciones. E inició su etapa como presidente hasta 1987. Aquel equipo, que también jugó una final del Campeonato de España sub-23, eliminó en la Copa del Rey al Espanyol que dirigía Javier Clemente cuando ese torneo se jugaba a partido único. Su etapa no estuvo carente de capítulos polémicos, como los entrenos a las puertas del Ayuntamiento.