Los clubs de fútbol se dotan de alma a través de las personas que construyen su personalidad, que tejen las relaciones personales y que rellenan de vivencias el día a día de organizaciones con tantas sensibilidades. El fútbol es un universo de emociones personales que se canalizan a través de esos líderes, a veces ostentosos, a veces discretos, que encabezan iniciativas, resuelven problemas y humanizan un deporte donde tantas veces prevalece el individualismo.
Manolo Guerrero era una de esas personas imprescindibles desde la segunda fila, bastón fundamental para que los colectivos en los que participaba funcionasen de forma correcta. Querido en la plena expresión de la palabra por quienes giraban alrededor suyo, de mayor o menor rango, cuidadoso con las formas, detallista en el trato, defensor de los suyos y cercano a los foráneos. Se labró en su carrera, acortada por las incomprensiones de la vida el 16 de enero de 2014, fama de persona trabajadora y de buen conocedor del fútbol, a través de esas dos casas (FC Barcelona y Jabac) donde discurrió su trayectoria futbolística. Tenía un don para localizar a los buenos futbolistas, aunque no fuese técnico. Pero llevaba mucho fútbol dentro para ser un entendido en ese deporte del que todos creen saber.
Nacido en Terrassa el 21 de septiembre de 1963, Manolo Guerrero transitó por muchas etapas futbolísticas durante su vida. Fue jugador en su barrio, en el San Lorenzo, hasta la categoría juvenil. Y cuando dejó el terreno de juego por otras labores no lo hizo lejos de su entorno, sino que siguió trabajando en el San Lorenzo, donde fue secretario y directivo de esta histórica entidad egarense. Tuvo también una etapa en el fútbol sala local, participando del proyecto de uno de los clubs históricos de este deporte en la ciudad, el Number One. Y posteriormente ejerció de delegado en el juvenil del Terrassa con Jordi Serrano como entrenador.
Una vida en el Jabac
Todo ello le condujo al Jabac de Terrassa, el club en el que pudo desarrollar mejor todas sus capacidades, donde llevó a cabo un trabajo aún valorado y recordado. Creció junto al club en todos los sentidos, ejerciendo como secretario y como delegado de distintos equipos. Vio aparecer y desaparecer a promesas emergentes, consolidarse a futuras figuras, todos tratados de igual a igual por Manolo Guerrero.
Su capacidad de trabajo le condujo al FC Barcelona, donde tuvo una destacada trayectoria como delegado de distintos equipos de la cantera azulgrana sin dejar su tarea en el Jabac. Empezó junto al recordado Tito Vilanova en un cadete que reunió a futbolistas que han marcado una época, como Messi, Piqué o Fàbregas. Cuenta su familia que ya por entonces predecía el enorme impacto que iba a tener Messi en el fútbol mundial, viéndolo como lo veía cada día en los escalafones inferiores del conjunto barcelonista.
El FC Barcelona le dio la posibilidad de trabajar al lado de un técnico como Sergio Lobera, criado como él en el Jabac y con quien le unía una estrecha relación. Con los equipos alevines e infantiles del Barça de aquel momento conquistó infinidad de títulos y coleccionó centenares de vivencias. Vio crecer a quienes después llegaron al primer equipo del FC Barcelona y se ganó el cariño y la amistad de quienes vivieron en primera línea y de quienes le conocieron en el anonimato.
Su pasión por el fútbol formativo le convirtió en el promotor del torneo alevín de fútbol 11 que se desarrolla desde hace ocho años bajo la organización del Jabac y que el club bautizó con su nombre después de su fallecimiento. Cada año, en su nombre, los más jóvenes veneran no sólo su recordada figura sino un legado que dejó en todos aquellos que trabajaron y vivieron a su lado.