Cristóbal Pérez apenas tenía 20 años cuando se jugó el histórico partido contra el Europa. Era uno de los mejores futbolistas de aquel Terrassa y de hecho no sólo marcó el tanto del empate a tres, sino que se convirtió en el principal problema para la defensa del Europa. "Aquel partido es el mejor recuerdo que guardo de mi carrera deportiva, junto a uno que jugué con el Calella en San Mamés de la Copa del Generalísimo", recuerda en relación a aquel desempate en el Camp Nou. "Fue un partidazo, un encuentro extraordinario y en un estadio impresionante." Cristóbal ya tuvo un papel decisivo en los otros partidos de la promoción y estuvo cerca de ser el héroe del ascenso.
Disputar 154 minutos no resultó un impedimento para reducir su ambición en el terreno de juego. "Algunos compañeros me preguntaban cómo podía seguir corriendo. Y era verdad, parecía que con el paso de los minutos tenía aún más fuerza física. Pero en realidad fue un partido muy exigente en el que ellos tuvieron más suerte que nosotros. En la segunda parte expulsaron a Brunet y a un jugador del Europa y a nosotros se nos lesionó un jugador. Tuvimos ocasiones en la prórroga pero nos faltó fortuna."
Recuerda que el entrenador, Juan Navarro, le dijo que si entraba en el área y notaba algún contacto se tirase para forzar un penalti. "Le hice caso. Recibí un balón en el área, noté un contacto y me tiré. Le reclamé al árbitro el penalti, pero me giré y no había nadie. Me había tropezado yo mismo con mi pierna por el cansancio." Entre el cúmulo de anécdotas, recuerda que los aficionados del Terrassa que se desplazaron a Barcelona tuvieron problemas para regresar debido a la duración del partido. "La gente viajaba mayoritariamente en tren. Y como el partido acabó pasadas las diez de la noche perdieron el último tren. Tuvieron que esperar a la una de la madrugada para poder subir al siguiente."