¿Cómo le surgió la posibilidad de ir a trabajar a Turquía?
A finales de agosto Dusko Ivanovic fichó por el Besitkas y buscaba un ayudante español. Se entrevistó con varios, uno de ellos yo, y nos entendimos bien. A los dos días me dijo que hiciese las maletas.
Un cambio radical en su carrera.
Yo no lo conocía personalmente. Pero él tenía buenas referencias mías y nos entendimos muy bien. Consensué el tema a nivel familiar, pero era una oportunidad que no podía dejar escapar porque trabajar con un entrenador de su nivel y en un equipo que juega también competición europea era una gran oportunidad.
¿Se había planteado salir a trabajar al extranjero?
Era una posibilidad, porque el básquet, además de ser mi pasión, es una herramienta para tener vivencias fuera. En verano estuve con los Spurs en Estados Unidos y fue una de las mejores experiencias de mi vida. Ir a otro país, conocer otra cultura y otro básquet era algo que tenía ganas de hacer. Me hubiese gustado ir a un lugar con toda la familia y empezar un proyecto familiar, pero surgió la opción en un país donde pensamos que lo mejor, al menos en el primer año, era venir solo.
¿Cómo lo lleva en ese sentido?
Al principio todo es nuevo, aunque tengo tanto trabajo que tienes poco tiempo para añorarte. Pero es indudable que hay momentos duros, en los que tienes ganas de estar con los tuyos. Ahora, con las nuevas tecnologías, es fácil tener contacto diario. Eso lo hace más fácil.
¿Ha abandonado usted su zona de confort o hablar de zonas de confort en la vida de un entrenador se hace difícil?
Marchar a otro país y vivir solo significa romper una zona de confort. Pero es verdad que en esta profesión nunca tienes estabilidad. Yo he tenido la suerte de vivir profesionalmente del básquet durante quince años de forma ininterrumpida, pero el alto rendimiento es inestable y aquí no hay zonas de confort. He tenido la suerte de trabajar en el Manresa y en el Barça al lado de casa, viviendo en mi casa. Marchar a Estambul es un cambio radical.
Turquía es uno de los países emergentes en el mundo del básquet y trabajar en un equipo de esta Liga supone un atractivo notable
Es una Liga un tanto polarizada porque hay dos equipos muy potentes como Fenerbahce y Efes, con presupuestos millonarios, y otros con menos posibilidades, con presupuestos más bajos que en ACB, por ejemplo. Pero el nivel medio es alto y hay clubs con proyectos potentes. Me hace especial ilusión competir en Europa.
Usted ha sido, de forma indistinta, primer entrenador o ayudante en los últimos años. Entiendo que no le genera ningún problema pasar de un papel a otro.
Hay quien cuando da el paso a primer entrenador ya no ve marcha atrás. A mí lo que me gusta es estar en proyectos ilusionantes. He tenido la suerte de hacerlo y uno puede sentirse feliz haciendo de primero o de segundo. No es algo que me obsesione. Se trata de disfrutarlo, tengo la capacidad de hacer los dos papeles.
Me decía que la experiencia en Estados Unidos de este verano fue fascinante.
Ha sido muy impactante, poder ver la NBA por dentro, ver cómo enfocan las cosas, cómo tratan al jugador, los recursos que tienen, las instalaciones. Fue muy intenso. Es un básquet muy diferente al que hacemos en Europa, el mejor del mundo. Y la importancia que le dan al jugador te hace venir muchas reflexiones. Fue muy enriquecedor.
¿Qué objetivos se han marcado a nivel deportivo esta temporada?
El año pasado el equipo jugó los "play off" y la meta es clasificarnos lo mejor posible para tener un buen cruce. La Copa, al ser un torneo de eliminatorias, también se puede ajustar a nuestras posibilidades. Y después tenemos la Champions League, un torneo con un nivel muy alto en el que nos gustaría estar en cuartos de final y una vez allí aspirar a meternos en la Final 4.
¿Cómo lleva el caos de Estambul?
A mí el caos no me gusta pero por suerte el barrio de Besitkas es una zona más tranquila. He decidido vivir allí para huir de ese caos y estar cerca del pabellón, que es donde trabajo. La zona es cómoda y tranquila.