Se retiró con apenas 28 años, seis después de aquella funesta tarde del 28 de junio de 1998 en La Rosaleda de Málaga donde fue señalado como el principal responsable del 4 a 1 que encajó el Terrassa. Aquel resultado privó a los egarenses del ascenso a Segunda División “A”. Lo ocurrido y lo insinuado hacia el portero Sergio Granados le ha marcado para siempre, aunque nunca ha rehuido el análisis ni la palabra.
Sergio Granados, portero del Terrassa en la temporada 97-98, se había comprometido poco antes del doble enfrentamiento de la promoción de ascenso contra el Málaga con el Mallorca, dos clubs que compartían propiedad. Ese detalle se relacionó con sus errores en el decisivo partido de La Rosaleda, hasta el punto que el empresario Manuel Lao, que era uno de los sostenes del proyecto presidido por Josep Vall, le acusó de haberse vendido. La sospecha se instaló alrededor de su figura después de una desafortunada actuación en el 4 a 1 que dio el ascenso a los malagueños.
¿Qué siente a la hora de echar la vista atrás y recordar aquel partido?
Sobre todo, impotencia. Fue un mal partido que arruinó toda una temporada y todo lo que venía por delante. Y eso te deja marcado. Fueron dos errores puntuales, pero dos errores que me hicieron perder la confianza. En el primer gol, intento sacar en largo, el balón da en la espalda de un compañero y le cae al delantero para marcar. En el tercero el balón se me escapó de las manos, fue otro fallo mío. Pienso que sólo fallé en esos dos goles que le comento. El segundo y el cuarto no son errores del portero.
¿Qué le pasó aquella tarde?
No lo sé, no puedo explicarlo. Se repetiría el partido, volvería a jugarlo y haría lo mismo. Pero seguro que no cometería esos fallos. Ese día se produjeron, el día menos indicado de mi carrera. Igual fue un exceso de confianza por el resultado que llevábamos, no lo sé.
¿Le pudo la presión, tuvo miedo escénico?
Le dije a algún compañero antes del partido que en estadios como ese íbamos a jugar a partir de la siguiente temporada. Eso es lo que desea cualquier jugador de fútbol. Puedes tener algunos nervios al principio, pero una vez dentro del partido no.
Usted tenía fama de ser un jugador muy tranquilo, a pesar de su juventud.
Normalmente no perdía los papeles. Soy una persona tranquila, pero ese día no me ayudó. Como tampoco en mi debut en Segunda “A”. Jugamos con el Mallorca “B” en Lleida y encajé un gol casi idéntico al tercero de Málaga. Aquel gol me condenó a la suplencia y al olvido.
¿Le arruinó la carrera el partido de Málaga?
Igual es demasiado rotundo decirlo así, pero que me afectó mucho no hay duda. El problema que se generó a partir de entonces fue de confianza, sobre todo. Piense que yo era un chaval de la cantera del Terrassa con toda la ilusión del mundo por conseguir aquel ascenso. Y en el partido más importante, cuando puedes subir, con tu familia en el estadio, pasó lo que pasó. No es de muy grato recuerdo.
¿Cómo se vive esa pérdida de confianza?
Es algo que llevo dentro, que no se olvida. Fíjese que hasta hace muy poco me afectaban mucho estas fechas, cuando se juegan los “play off” y reaparecen los recuerdos. Revivía todo lo que sucedió aquel día. Es imborrable, pero es algo que no puedo cambiar. Pasó y ya está. Ojalá hubiese podido haber subido con el Terrassa y después tener la carrera que he tenido, no me importa. Pero no estaría marcado por lo ocurrido en Málaga. El que más lo siente soy yo, no tenga duda. Yo y mi familia.
¿Cómo vivió el después de aquel episodio?
Marché a Mallorca y empecé a entrenar con el primer equipo. Eso era un aliciente. A los pocos meses se produjeron las declaraciones de Manuel Lao y trabajé con más nervios de lo acostumbrado. Y creo que en el sexto partido de Liga me tocó ir con el filial del Mallorca a Málaga. Eso fue lo peor, un día muy difícil para mí.
¿En qué sentido?
Por los recuerdos, porque pensaba en todo lo que podría haber pasado en caso de ganar aquella promoción. Iba en el autocar del Mallorca y veía a mis compañeros del Terrassa, allí a mi lado. Veía a Juqui, a Miguel Ángel, a Campuzano. Y cuando sales al césped te vienen todas las imágenes, todos los recuerdos.
Dos temporadas después de Málaga le tocó visitar el Camp Olímpic con el Mallorca “B”. Y la experiencia tampoco resultó agradable, la afición le dispensó un recibimiento muy hostil.
Es verdad. Que te insulten era algo que entraba dentro de lo posible, pasa en el fútbol. Y lo acepto si es dentro de un campo, pero no fuera. Por suerte, cuando salí del estadio no pasó nada importante. Pero no le voy a engañar, me afectó y también a mi familia que aguantó igual que yo. En todo caso, el regreso a Málaga fue muy difícil por muchas circunstancias, lo pasé realmente mal. Los compañeros querían ganar aquel partido para dedicármelo.
Nada más acabar el partido de Málaga, el entrenador, Josep Maria Nogués, dijo que su actuación había sido decisiva. ¿Se sintió señalado desde el primer momento?
Un portero sabe cuándo lo hace bien y cuando falla, no hace falta que nadie se lo diga. Si, además, el equipo pierde queda señalado. Pero acabar un partido de aquella importancia y que se diga lo que se dijo claro que afecta. No me parece bien que todo el mundo se saque la culpa de encima. Igual fue una manera de no asumir responsabilidades. Piense que en el último partido de Liga el L’Hospitalet nos metió seis goles. Y había dudas sobre si yo iba a jugar o no el “play off”. De hecho, yo sentía que no contaba con la confianza del entrenador.
¿Hubo reproches en el vestuario?
Cuando entré al vestuario estaba en estado de “shock”. En el hotel me tuvieron que medicar, me dieron tranquilizantes y casi no recuerdo nada más. Estaba muy mal pero por no haber subido y por mi partido, no por lo que pudiesen decir de mí. Lo que dijese la gente no me preocupaba en ese momento. Piense que yo era el único jugador de la cantera de aquel equipo y que podía subir a Segunda División “A”, que lo tenía en sus manos. Y salió todo al revés.
Después de las declaraciones de Nogués, un directivo como Jesús Cortés pidió abrir una investigación sobre lo ocurrido. Se empezó a hablar de la relación entre Málaga y Mallorca hasta que el caso explotó con las declaraciones de Manuel Lao.
Me sorprendió todo lo que se dijo y se especuló, la verdad. Nada más llegar de Málaga ya me preguntaron si sabía que el propietario del Mallorca y del Málaga era el mismo. No tenía ni idea, pero tampoco le di importancia. ¿Qué me querían decir con eso? Igual de saberlo hubiésemos esperado a sellar el acuerdo, pero es que en mi cabeza sólo pensaba en subir y celebrarlo, sobre todo con mi familia. Estaba todo tan de cara que no pensábamos en otra posibilidad que no fuese ganar la promoción. Mi padre y mi hermano vinieron en coche a Málaga, dándose una paliza de horas de viaje. ¿Usted piensa que si yo me hubiese vendido les hubiese dejado venir?
Usted firmó un precontrato con el Mallorca antes del doble enfrentamiento con el Málaga. ¿Debería haber esperado?
Entiendo que no, porque estábamos a final de temporada y a mí el club no me había trasladado su interés en renovarme. Incluso me emplazaban a esperarme. Y de tanto esperar salieron ofertas y entre ellas la del Mallorca con quien es cierto que se firmó un precontrato. Si me hubiese llegado una propuesta en firme del Terrassa, seguro que hubiésemos llegado a un acuerdo. Llamaban a muchos jugadores y a mí no me decían nada. No parecía ser una prioridad, me dejaban de lado.
¿Qué sintió cuando leyó las declaraciones de Lao y se vio señalado de forma tan directa?
Los fallos que se vieron fueron los míos y todo el mundo habló de eso. No sé qué motivos tendría para decir lo que dijo, igual se le calentó la boca y no midió sus palabras. Pero lo que dijo tomó una dimensión enorme. Yo soy de Terrassa, me he criado en el Terrassa y por nada del mundo se me hubiese pasado por la cabeza venderme a nadie. ¿Cómo voy a hacer algo así si después voy a venir a vivir aquí y tengo a toda mi familia en Terrassa?
¿Le respaldó alguien en aquel momento?
Contactos con compañeros mantuve los justos, tres o cuatro. Igual me sentí un poco solo. Cuando aquello salió a la luz me esperaba la llamada de algún compañero, pero no se produjo.
David Gallego ha manifestado que había visto actitudes en el campo y comentarios que no le habían gustado.
Yo no sé qué pasó en aquel partido. No creo que fuese un problema de actitud, sino de exceso de confianza. Lo teníamos tan de cara que parecía que era imposible que se escapase.
Su promoción fue magnifica. Y muy recordada su actuación en Beasain.
En la promoción me salí en todos los partidos, menos en el último. Jugué a un nivel espectacular excepto en Málaga.
¿Cómo vivió su familia todo lo ocurrido?
Muy mal, se lo puede imaginar. Mi madre, por ejemplo, se asustó cuando me vio después del partido. Es lógico cuando ves a un hijo en aquellas circunstancias. Mi familia me vio al subir al autocar, desencajado, extremadamente nervioso y fuera de mí mismo. Nunca me habían visto así. Aguantó todo lo que pasó como pudo. Mi hermano también lo pasó muy mal, todos en general. Somos de Terrassa, la gente nos conoce y toda la mierda que salió les afectó. Es una situación complicada.
¿Por todo eso, su carrera se acabó tan pronto?
Sí, y porque ves cómo funciona el mundo del fútbol. Es una realidad muy especial en la que todo es bonito si te van bien las cosas, pero si tienes un problema como este es una mierda. Se mueven muchos intereses y llega un momento en el que te quemas. Después de que naciese mi hija ya llevaba algunos años habiendo perdido la motivación porque cuando llegas a un nivel profesional y vas bajando, todo cuesta más. Eso se llama ilusión. Y yo la perdí. Todo lo que pasó te hace ver el fútbol con otros ojos. Cuando llegué a Mallorca lo hice con ganas de remontar el vuelo, pero debuté en Lleida y perdimos después de un fallo mío. Me señalaron y me enviaron a la grada.
Mucha gente comparó aquel gol de Lleida con uno de los que encajó en Málaga.
Eso es el fútbol. Fueron dos goles similares, pero del de Lleida nadie sospechó. En todo caso, aquel fallo tuvo mucha importancia porque si ese partido me hubiese salido bien, creo que hubiese jugado toda la temporada en Segunda División, además de recuperar la confianza para salir del bache. Pero tuve el mismo fallo y cuando salí del campo lloré de impotencia. Quedé señalado.
¿Cambiaría algo de lo que hizo?
Haría lo mismo, porque era impensable que pasase lo que pasó. Pero ya le he dicho que cambiaría haber subido aquel día con el Terrassa por cualquier otra cosa, incluso por una lesión que me hubiese retirado.
Lo que dice habla a las claras de las heridas que le dejó aquel partido.
Es que son muchos años. Piense que empecé a entrenar con el primer equipo a los 16 años. Lo primero que me duele, por encima de lo que opine la gente, es la oportunidad que perdimos. En aquel equipo era el único de la cantera, era la ilusión de mi vida. Subir con el Terrassa a Segunda “A” era un sueño, sin importarme nada más en el futuro. w