Domingo 28 de junio de 1998. Estadio de La Rosaleda en Málaga. Poco más tarde de las 9.15 de la noche ese escenario se convierte en una bañera de emociones diversas. Mientras miles de aficionados del Málaga enloquecen con el ascenso de su equipo a Segunda División “A” gracias a un impensable 4 a 1 contra el Terrassa FC en la última jornada de la promoción de ascenso, unas decenas de seguidores egarenses lloran de impotencia en las gradas de la zona alta del estadio después de uno de los episodios más demoledores de la historia del club, inscrito con trazo grueso en su particular galería de los horrores. Ese espejo inverso de la realidad se refleja también en el césped, donde el fútbol entrega su gloria a un futbolista argentino (Pablo Guede) que con sus tres goles se convertía en una figura ya irrenunciable de la mitología malacitana y empuja a las brasas de sus infiernos a un joven portero terrassense (Sergio Granados) cuya deficiente actuación ese día resultó determinante en el desenlace final del encuentro. Sergio quedó marcado para siempre por aquel episodio. En todos los sentidos.
Aquel partido, aquella tarde, cambió radicalmente la historia de los dos clubs. Mientras unos vociferaban su euforia al cielo andaluz incrédulos aún por lo sucedido, otros purgaban en la soledad del vestuario el fracaso de la tarde. Un fracaso inesperado, indescifrable, descalificado de la normalidad. Muchas lágrimas, pocas palabras, escasos reproches, pero enorme tristeza en el seno de aquel Terrassa que viajó a Málaga a sellar un ascenso y regresó repleto de heridas de las que le costó años recuperarse. En tanto que el Málaga encadenó aquel ascenso con otro consecutivo a Primera División, el Terrassa inició un tránsito doloroso penalizado por la dureza de aquella decepción. El proyecto que encabezaba Josep Vall como presidente contaba con apoyos en todos los ámbitos de la ciudad, pero fundamentalmente del Grupo Cirsa y de su presidente, Manuel Lao, quien desapareció del universo futbolístico después de una derrota que no entraba en sus planes. Lao dejó el Terrassa y el club se quedó sin el presumible apoyo que su grupo empresarial estaba dispuesto a asumir en el caso de haber obtenido el ascenso a Segunda División “A”. Josep Vall quedó huérfano de apoyos, sin casi nadie de los que le prometieron ayuda pocos meses antes animándole a dar el paso de asumir la dirección de una entidad que resoplaba por la falta de oxígeno económico. “Perdimos una oportunidad histórica de crecer como club”, señala quien fue vicepresidente de Josep Vall, Antonio Sánchez. “Manuel Lao hubiese hecho una importante inversión.”
Desenlace inesperado
Aquella trágica tarde en La Rosaleda de Málaga siguió el guion menos previsible de todos los presumibles. El Terrassa FC llegó a la última jornada de la promoción de ascenso en una posición envidiable para obtener el ascenso a Segunda División “A”. El equipo dirigido por Josep Maria Nogués acabó la Liga en la segunda posición, sólo superado por el Barça “B”, y firmó un “play off” más que notable con el único error de su derrota en casa contra el Talavera. Empezó ganando en el campo de este equipo por 0 a 2, con goles de Gallego y Tost; derrotó al Beasain por 2 a 1 en el Camp Olímpic (dos goles de Gallego); empató a uno en su salida a Beasain (Campuzano) en un campo embarrado donde era casi imposible jugar a fútbol; y perdió 0 a 2 ante el Talavera en casa antes del doble enfrentamiento contra el Málaga que cerraba la liguilla. Contra los andaluces, el Terrassa ganó por 3 a 0 en casa con goles conseguidos por Campuzano, Gallego y Vacas. Y afrontó la última jornada como líder con 10 puntos, seguido del Talavera con 8; el Málaga con 7; y el Beasain con 2. Una victoria en Málaga daba el ascenso al Terrassa, pero un empate podía servirle e incluso la derrota si el Talavera no ganaba en Beasain. El Málaga no sólo tenía que esperar un tropiezo del Talavera, sino también ganar al Terrassa por un mínimo de tres goles de diferencia después de la derrota encajada en el Camp Olímpic una semana antes.
Y lo improbable sucedió. Mientras que el Talavera que entrenaba Gregorio Manzano fue incapaz de ganar en Beasain (el partido acabó con empate a uno y con los talaveranos denunciando que las porterías habían sido recortadas), el Terrassa recibía una goleada estrepitosa por 4 a 1 que catapultó las aspiraciones malacitanas. Pablo Guede adelantó al Málaga en el minuto 17, pero Méndez empató en el 38 y con ello pareció ahogar las esperanzas de los andaluces. Méndez había llegado unos meses antes al Terrassa, precisamente procedente del Málaga. Un tanto de Merino en el minuto 43 hizo renacer las esperanzas locales, desatadas en la segunda mitad con dos goles más de Guede en los minutos 53 y 66. Un Terrassa irreconocible en el que destacó la floja actuación de Sergio Granados fue incapaz de marcar un segundo gol que hubiese cambiado el desenlace de aquella promoción.
“Fue un golpe muy duro”, recuerda el entonces entrenador del Terrassa FC, Josep Maria Nogués. “Hicimos una temporada ejemplar, nos ganamos disputar el “play off” y después de un primer partido en casa contra el Málaga donde perdimos la posibilidad de sentenciar porque tuvimos ocasiones muy claras para marcar uno o dos goles más, fuimos con una gran confianza a Málaga. Creo que nadie nos había hecho más de dos goles. La situación invitaba al optimismo”, señala. Nogués no quiere hablar de situaciones irregulares, aunque dice que se produjeron circunstancias poco corrientes. “Ni el paso del tiempo ha podido demostrar nada. Pero todas las sensaciones indican que hubo cosas escondidas. El resultado fue totalmente anormal, igual que la forma en que se produjeron los goles. Fue muy triste dejarnos el ascenso de aquella manera.”
Ilusión y desesperación
Todo lo que rodeó aquel partido de Málaga ha pasado a formar parte de la mitología del terrassismo. La ciudad se paralizó aquel día para seguir una jornada histórica, se instalaron pantallas para ver el encuentro y la afición asistió incrédula a un desenlace inesperado que rescató los peores fantasmas del pasado. Las expectativas de futuro eran enormes, el club se preparaba para un crecimiento desconocido y el mazazo posterior resultó demoledor. Aquel partido duró mucho más que sus 90 minutos reglamentarios, con un antes y un después digno de un relato cinematográfico en el que Sergio Granados se convirtió en el centro de todos los golpes. El joven portero terrassense cuajó una magnífica campaña y clubs como Sporting de Gijón y Mallorca anotaron su nombre en sus agendas. El conjunto balear fue quien lo acabó incorporando para su filial, en Segunda División “A”, con el propósito de que cumpliese las funciones también de tercer portero de la primera plantilla. El problema es que el Mallorca y el Málaga compartían propiedad a través del empresario Antonio Asensio, un escenario que disparó las dudas en relación a la actuación de Sergio. Las insinuaciones iniciales dieron paso, meses después, a una acusación directa del empresario Manuel Lao, quien manifestó que el portero se había vendido en aquel partido.
David Gallego era la estrella de aquel Terrassa. Marcó 15 goles en la Liga y 4 en la promoción que le convirtieron en ídolo de la afición local. “Cuando no se demuestra nada, no hay nada que denunciar”, explica. “Sí es verdad que se dieron muchas situaciones extrañas, pero yo no acusaré nunca a nadie si no tengo pruebas. ¿Que fue un partido muy extraño? Pues sí.” Gallego añade que el ambiente previo a aquel partido rebosaba ilusión. “Es cierto que nos pasaron muchas cosas que no suelen pasar en un partido. A partir de ahí, nada más. Y que cada uno interprete lo que quiera: goles muy raros, situaciones muy raras, comentarios que se producen muy raros.”
Nogués situó a Sergio Granados en el centro de las críticas desde un primer momento al señalarlo como el elemento decisivo de la derrota con sus errores. “Era la verdad, decir que un jugador ha hecho un mal partido cuando era una evidencia no quería decir que le estaba señalando más allá de su mal partido. Es evidente que todos vimos que tuvo un mal día. Fue una actuación muy mala, si hubiese estado al nivel de toda la temporada no se hubiese producido aquel resultado. No fue la mejor actuación de su vida.”
El rendimiento del Terrassa FC en aquel decisivo partido dejó mucho que desear. Pero Sergio fue quien cargó con casi toda la responsabilidad de puertas hacia afuera. “No fue el único culpable, ni mucho menos”, recuerda el entonces vicepresidente del club, Antonio Sánchez. Él fue quien sacó al joven guardameta egarense del terreno de juego a su conclusión. “Era un mar de lágrimas. Lo metí en el vestuario porque su estado era inconsolable.” Sánchez habló con Sergio el día antes, en el hotel de concentración, y lo encontró preocupado. “Se había hablado mucho de su fichaje y eso le generó preocupación. Si le unimos la mala suerte en algunos goles, entendemos lo que le sucedió a un chico que era muy joven y que acabó hecho un manojo de nervios.”
Desconocidos
Aquella tarde arruinó la trayectoria de un equipo que había protagonizado una temporada magnífica. “Cometimos errores muy importantes y hubieron cosas que dan que pensar”, explica el técnico, Josep Maria Nogués. “Se ha hablado muchísimo de lo que pasó y nada se ha podido demostrar. Se dijeron muchas cosas en cuanto a venta de jugadores, pero eso son cosas que se hablan en una tertulia y sobre lo que no ha existido jamás ninguna prueba. Por tanto, hay que pensar que se trató de un mal día, aunque poquísima gente se lo cree. Debes creer que el destino decía que no era nuestro momento, que era el del Málaga que había hecho una inversión tremenda y que subió a Primera un año más tarde.”
Las imágenes de aquel partido siguen frescas, pese a los veinte años que han transcurrido, en el imaginario de la afición terrassista. “Todos tenemos grabados aquellos goles. Se produjeron errores individuales a nivel de portero, grandes y graves, y también en el aspecto defensivo”, comenta un Nogués a quien se le criticó también un planteamiento excesivamente conservador en aquel encuentro. “Había mucha presión y nunca sabremos si aquellos errores fueron producto de los nervios o hubo algo más. Eso sólo lo puede decir el jugador.” En relación al estado emocional de Sergio en las horas previas del partido, alterado por todo lo que se comentaba sobre su salida del Terrassa, explica que ningún momento valoró la posibilidad de dejarlo en el banquillo. “Mi confianza en él era absoluta. Era un chico de Terrassa que venía de hacer un partido magnífico en Beasain en un campo que nos embarraron de forma espectacular. No detecté nada que me hiciese cambiar de opinión. Empecé a verlo nervioso en las primeras jugadas. En el descanso valoramos poner a calentar al portero suplente pero era una decisión con una repercusión brutal, porque le señalábamos y pensamos que había que mantenerle la confianza. Pero acabamos perdiendo”.
Al regreso de aquel viaje, la ruptura en el club se hizo evidente. Manuel Lao exigió a Josep Vall una limpieza absoluta, un cambio radical. Vall decidió apostar por la continuidad y continuó al frente del proyecto pese a la falta de apoyos.