Tres partidos de “play off” y tres victorias. 270 minutos de “play off” y ningún gol en contra. Dos encuentros en casa y casi nueve mil espectadores en el Camp Olímpic. Las cifras del Terrassa FC son impecables en lo deportivo y en lo social. La promoción lo ha regenerado todo, ha revitalizado a un equipo con más vigor y más fútbol que nunca y ha enterrado las estampas tristes de una grada vacía durante muchas Ligas, demasiadas para una entidad de este calado. El “play off” es otra cosa en todo y al equipo de Cristian García le va como un guante, ambicioso como nadie y con una personalidad arrolladora cuyo único propósito es regresar a la Segunda División “B” de forma inmediata. Liquidado de forma ejemplar el compromiso contra el Mar Menor, el primer asalto ante el Compostela tuvo un desenlace inmejorable. Se obtuvo una renta de dos goles, no se encajó ningún tanto y sobre el terreno de juego fue el Terrassa quien dejó mejores sensaciones. El próximo fin de semana, los egarenses tomarán el camino de Santiago en dirección a la última estación hacia el ascenso.
Si estadísticamente el Terrassa presenta una hoja de servicios impecable, su mejor aval a estas alturas de la temporada es su fútbol. Enterrados los miedos de hace unas semanas, la promoción ha recuperado las mejores virtudes de este equipo. Su segunda parte contra el Compostela fue un compendio del libro de estilo que viene aplicando Cristian desde que tomó la dirección técnica: juego combinativo, solidez en defensa, propuesta atrevida, posesión alta, presión innegociable e inconformismo. Una virtud, esa última, que le condujo esta vez a marcar su segundo gol en el minuto 93 y cuando estaba con un futbolista menos por la expulsión de Guti en el minuto 78. Todo ello con el propósito de aunar estética y resultados, la combinación que tantos entendidos han calificado de imposible en esta categoría y que el Terrassa parece dispuesto a contradecir.
La modernidad de la propuesta futbolística del Terrassa tiene como mejor consecuencia la complicidad del futbolista, encantado de proponer alternativas en el terreno de juego sin necesidad de articular su discurso con el músculo como único argumento. A partir de ese precepto innegociable, fluye todo lo demás. Y aunque el conjunto de Cristian ha pasado por momentos de discutible fiabilidad, nada parece estarle negado ahora a través del fútbol, más verosímil su idea que en ningún otro momento.
Intensidad
El Terrassa conocía bien las características del Compostela, un rival con una personalidad semejante a la suya a quien era preciso despegar del balón para hacerle sufrir. A ello se encomendaron los locales de salida, intensos en la presión con la idea de incomodar a un rival que salió temeroso de que el mal estado del terreno de juego le hiciese pagar un peaje elevado. En ese cometido el Terrassa estuvo impecable, pero a la hora de construir su fútbol anduvo menos acertado. Tuvo poca presencia en el área, se precipitó en ocasiones y corrió el riesgo de desgastarse con el elevado componente físico que arrojó sobre el partido. Sus dos únicas llegadas al área se produjeron en el último cuarto de hora, en una vaselina de Daisuke que no encontró portería y en un centro de Fran Piera al que Yayá no llegó en su intento de remate en plancha.
Al Terrassa le sobraba ímpetu pero le faltaba un poco más de fútbol. Y lo encontró en la segunda parte a través de los futbolistas que mejor interpretan su partitura. Fran Piera es uno de ellos, poco participativo en la primera parte pero excepcional en la reanudación. El delantero terrassista dinamitó el partido en el minuto 47, firmando una jugada extraordinaria en la que superó a cuantos defensas le salieron al paso y superando al portero Lucas con un disparo ajustado al palo que enloqueció a la grada del Camp Olímpic. Era el gol que buscaba el Terrassa, la garantía para gestionar los tiempos de la eliminatoria a su antojo.
Con el marcador favorable, el conjunto de Cristian García no dio un paso atrás esta vez. No se escondió en la prudencia y buscó asestar otro golpe a su rival que dibujase un escenario aún mejor. Su fútbol se agigantó de forma superlativa, desbordante en la posesión, preciso en la concepción y solido en su estructura. Se produjeron más situaciones de peligro: una combinación entre Yayá y Daisuke que acabó en saque de esquina y un centro-chut de Guti que Lucas envió a córner de forma apurada. El Compostela apenas replicó, aunque en el minuto 69 Primo estuvo a punto de aprovechar un centro de falta al que no llegó Ortega. La mejor oportunidad para anotar el segundo gol corrió a cargo de Sergi Valls, pletórico en la faceta defensiva, que remató a las manos del guardameta gallego un magnífico centro de Nils.
Expulsión de Guti
La mayor complicación para el Terrassa fue la expulsión de Guti en el minuto 78, por doble amonestación. Los locales dieron un paso atrás y se refugiaron para mantener su gol de renta. Cuando casi acababa el partido, Diego Rey elevó la ansiedad con un disparo que salió desviado. Pero el éxtasis se produjo en el minuto 93, cuando todo el mundo pedía la hora. Una falta lanzada por Àlex Fernández la desvió Casas y el balón acabó en el fondo del marco visitante. El éxtasis se apoderó entonces del Camp Olímpic, entendiendo que una señal como esa indica que todos los factores están a favor de este Terrassa empeñado en escribir una maravillosa página de su historia, pero de hacerlo con buena caligrafía.