La candidatura de Barcelona a los Juegos Olímpicos de 1992 no sólo constó de dossiers, proyectos, propuestas y planes de instalaciones. Sustentó toda esa idea bajo el músculo emocional que le proporcionaron sus voluntarios, más de 60.000 antes de la nominación y 102.00 cuando se produjo la misma. Un ejército de personas, de todas las edades y de toda condición, que mostraron su predisposición a trabajar durante los quince días de forma altruista, sin recibir nada más a cambio que el agradecimiento social y la satisfacción íntima de haber participado en un acontecimiento histórico e irrepetible. Aquel movimiento visualizó al mundo y al Olimpismo el apoyo social de la candidatura barcelonesa, uno de los valores que más incidió en su posterior nominación olímpica.
El movimiento del voluntariado de los Juegos Olímpicos de 1992 significó una novedad en relación a ediciones anteriores y marcó el camino a recorrer por otras sedes olímpicas. Pero por encima de ello, quedaba garantizada la cobertura de todos los recursos humanos que eran precisos para acometer una organización tan compleja. Adecuar el perfil de cada voluntario a las necesidades organizativas, estructurar los equipos de trabajo y darles una formación adecuada fue un proceso que se prolongó por espacio de varios años.
Una ciudad comprometida
Terrassa no estuvo al margen del fenómeno y se convirtió en una de las ciudades más activas al respecto. Confirmando su condición de ciudad más olímpica del mundo en cuanto a deportistas, trasladó ese sentimiento a unos ciudadanos que apoyaron con un entusiasmo indisimulable la candidatura de Barcelona’92 y, con ello, el papel de Terrassa en aquellos Juegos. La ciudad aportó 3.300 personas al final de la campaña de captación de voluntarios, lo que convirtió a Terrassa en la segunda ciudad de Catalunya (exceptuando Barcelona) en ese apartado. Únicamente L’Hospitalet estuvo por encima aportando 7.545 voluntarios.
Para las tareas de organización en la subsede de Terrassa, que acogió la disputa del torneo de hockey en el apartado masculino y femenino, se precisaron algo más de quinientas personas. Desarrollaron trabajos de todo tipo, tanto de apoyo administrativo, control de acceso a las instalaciones, seguridad, atención a los medios de comunicación y un largo etcétera. En todo caso, también hay que tener en cuenta que un volumen notable de terrassenses trabajaron en otras sedes olímpicas durante la celebración de los Juegos.
Jordi Martín, actual presidente del CN Terrassa, fue el responsable de Voluntarios en la ciudad y posteriormente jefe de personal de la subsede. “Fue un período intenso, de una gran ilusión compartida”, recuerda. “El entusiasmo era la nota generalizada. Y los buenos resultados deportivos fueron renovando y acrecentando las energías de todos los voluntarios. Fue un acontecimiento tan importante que generó una dinámica de trabajo magnífica.”
Durante el período previo a Barcelona’92, las personas que integraron el cuerpo de voluntarios recibieron una formación adecuada para desarrollar sus funciones. La misma giró en una primera fase hacia conocimientos del Olimpismo y después más concretas en relación a las funciones que tenían que desarrollar en el aparato organizativo. Vestir a los voluntarios (los uniformes eran distintos según las funciones) o acreditarlos fueron otras tareas de gran volumen de trabajo.
Labores
“Vivimos algunos momentos delicados”, recuerda Jordi Martín. “Sobre todo en temas de seguridad porque la Policía no podía asumir tanto trabajo y los voluntarios tuvieron que darles apoyo en los controles de acceso o para impedir invasiones de campo, por ejemplo.”
Pero por encima de números y trabajos, los voluntarios olímpicos del 92 se convirtieron en la sonrisa y el alma de aquella extraordinaria experiencia que se vivió en el verano del 92. A través de ellos se reflejó la capacidad de acogida del país, el espíritu solidario de la sociedad y el entusiasmo ciudadano que provocó aquella ola de optimismo que se produjo con los Juegos Olímpicos. “Sabías que participabas en un proyecto compartido que iba a ser histórico”, explica Elena Dinarès, una de las voluntarias terrassenses que participó en las tareas organizativas en el servicio de prensa en la subsede local. “Significaba ser protagonista de un acontececimiento que iba a transformarnos socialmente. Hay una Terrassa nueva después de 1992 que entre todos pusimos en el escaparate. Y participar de eso fue extraordinario. Además, destacaría la relación extraordinaria con el resto de compañeros, compartiendo entre todos un proyecto común”.