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Tres medallistas, un diploma y un debut olímpico

La final del torneo olímpico de waterpolo entre las selecciones de España e Italia se convirtió en uno de los episodios más épicos de la historia del Olimpismo. La selección española, subcampeona del mundo unos meses antes, partía entre las favoritas de la competición después del salto cualitativo dado con la llegada al banquillo del seleccionador Dragan Matutinovic. España perdió por 8 a 9 después de disputarse tres prórrogas en una piscina con más de 10.000 espectadores que esperaban ver coronarse campeón a un equipo que había conquistado con su personalidad a la opinión pública del país.

Rubén Michavila, uno de los mayores talentos de la historia del waterpolo terrassense, formaba parte de aquel formidable equipo. Tenía 22 años, no participó demasiado en el torneo, y vivió la tremenda decepción de quedarse a las puertas del oro olímpico en casa, donde todo era superlativo, en lo bueno y en lo malo. “Lo que pasó fue una putada, no una injusticia”, recuerda. “Pero con el tiempo valoras que Italia fue la justa ganadora.”

La medalla más llorada
Aquellos Juegos fueron los primeros y los únicos en la carrera de Michavila, que no formó parte de la selección que cuatro años después se colgó el oro en Atlanta. España hizo un torneo impecable sin conocer la derrota hasta la final. Pero los italianos, ante quienes empataron en la primera fase, fueron más fuertes en el plano emocional en el momento decisivo. “Después de la derrota sientes el vacío absoluto”, señala el jugador. “Ves que lo tenías en la mano y se te ha escapado. La plata es muy ingrata y sólo la valoras con el tiempo.”

Esa no fue la única medalla de plata de la representación terrassense en Barcelona’92. También lo consiguieron los jugadores de frontenis Pere Fité y Ferran Velasco, componentes de un equipo que completaban José Luis Roig y Ricardo Font de Mora. Esta modalidad formaba parte del programa olímpico como deporte de exhibición y España, vigente campeona del mundo, cumplió las expectativas viéndose sólo derrotada por la insuperable selección de México. Fité y Velasco formaron pareja en la semifinal ante Argentina, el partido más decisivo del torneo.

La competición olímpica contó con cuatro selecciones participantes: México, España, Argentina y Cuba. España acabó segunda en la primera fase, superó en las semifinales a Argentina y cayó en la final contra México, la gran dominadora del frontenis mundial.

“Estaba hablado que no jugaría la final”, recuerda Pere Fité. “Contra México no teníamos nada que hacer. Era mejor que jugasen dos palistas jóvenes que iban a seguir en el equipo nacional. El partido importante para nosotros era la semifinal, donde nos jugábamos la medalla.” El jugador egarense admite que disputar unos Juegos Olímpicos no entraba en sus planes. “Era impensable, pero en Barcelona el frontenis fue deporte de exhibición y nos abrió las puertas de algo que no podíamos ni imaginar.”

A un plato de la gloria
Muy cerca del podio se quedó Josep Bladas en la competición de tiro al plato. Era uno de los favoritos a las medallas pero se tuvo que conformar con una séptima posición que le dio un diploma olímpico. Irregular en las primeras rondas de la competición, se quedó a un plato de entrar en la final de los seis mejores después de ser el único tirador que rompió los 50 platos en la semifinal. Bladas llegó al tramo final de la competición mejor que ningún otro tirador, pero un solo plato le impidió aspirar a lo máximo.”Fue una gran decepción”, señala en relación a su papel en los Juegos. “Me penalizó la puntuación del primer día. Me quedé a un plato de la final pese a tener la mejor puntuación de los semifinalistas. Eso es muy duro.”

En la primera jornada acabó en la posición 23 después de errar en cuatro platos. Posteriormente fue remontando posiciones, pero no fue suficiente para acabar entre los seis finalistas. “Unos Juegos Olímpicos sólo se dan una vez cada cuatro años. En nuestro deporte no viene nadie a verte, pero en unos Juegos te viene a ver todo el mundo. No estamos acostumbrados a esa presión y en la primera serie te tiemblan las piernas. Noté la presión. De un Campeonato del Mundo nadie habla, pero de unos Juegos habla todo el mundo.”

Cristina Rey fue la representante más joven del equipo olímpico español de natación. Tenía 16 años cuando participó en Barcelona’92, convertida en una de las grandes promesas de la natación española. Su irrupción en la elite española en la prueba de los 200 metros espalda significó un aire de renovación en la natación egarense, que la observó como la sucesora de Natàlia Mas.

La inexperiencia
Cristina Rey pagó su inexperiencia en una competición de primer nivel internacional y anduvo lejos de sus mejores registros. “Era muy joven y eso influyó en mi rendimiento”, recuerda. “Pienso que mi mala actuación fue culpa de los nervios. Y la preparación previa tampoco fue la más adecuada. Nadé en la última jornada y en los días anteriores no puedes trabajar bien. Estaba todo el día en la piscina y los nervios y el cansancio afectaron.”

Cristina Rey acabó séptima en su serie de clasificación, lejos de su mejor tiempo y del sueño de entrar en la final “B”. Pero esos Juegos debían ser los primeros de su carrera, un paso más en su proceso de aprendizaje. Al final fueron los únicos dado que abandonó el deporte de la natación a los 18 años de forma prematura. “Mi aparición parecía que molestaba a algunos”, explica señalando de forma directa a su entrenador, Joan Fortuny, y a alguna compañera de selección con quienes mantuvo una relación tensa. “Sin el apoyo de mi entrenador me parecía que nada de aquello servía para nada, “señala. “Te encuentras perdida y abandonas”.

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