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La llama que iluminó la Terrassa Olímpica 

Tres días después de que el fuego olímpico llegase a Catalunya procedente de Grecia, Terrassa recibió con un entusiasmo sin precedentes a la antorcha que alumbraba y anunciaba el cercano inicio de los Juegos Olímpicos de 1992. Fue el 16 de junio de ese año, hace hoy 25 años. Fue un día de lluvias intermitentes pero de un fervor gigantesco, un indicador inequívoco de que la ciudad había enterrado sus temores y se aprestaba a vivir el acontecimiento olímpico con el orgullo indisimulado de haber hecho un buen trabajo previo que presumía el éxito posterior de la ciudad. Aquella jornada visualizó como pocas veces lo había hecho el orgullo de los terrassenses, la escenificación más indudable del "terrassenquisme" que tantas veces había reclamado el alcalde, Manuel Royes.

"La presencia de público fue desbordante" recuerda el concejal de Deportes y Juegos Olímpicos en 1992, Josep Casajuana. "Aquel día se visualizó que aquel era un proyecto compartido en el que existió una comunión perfecta entre toda la sociedad terrassense. Aquel día nos llenó de optimismo, sabíamos que aquello iría bien".

Fervor por el fuego olímpico
Terrassa no era ajena a la fiebre que había despertado la llegada de la antorcha a Catalunya sólo tres días antes. Más de cincuenta mil personas acudieron el 13 de junio a Empuries, ciudad puerto, pacto, puerta y puente de la cultura griega en Catalunya, donde el fuego olímpico llegó a tierra en una pequeña embarcación, un "carro de foc" en manos de Marianne Aguilera, una joven actriz de 15 años que simbolizaba la divinidad olímpica. "A la hora del crepúsculo, cuando el aire apenas mantiene la luz llegó el fuego olímpico que los hombres y las tierras de aquí llevábamos veinticinco siglos esperando", cantaron al mundo a través de sus versos las actrices Irene Papas y Núria Espert, griega y catalana, otro símbolo en una jornada repleta de indicadores emocionales. Aquel fue el inicio de un recorrido que condujo la llama olímpica por todos los rincones de Catalunya y de las distintas comunidades autónomas de España.

El primer portador de la antorcha hizo su entrada en el término municipal de Terrassa a las 11.57 de la mañana. Cientos de personas esperaban a la comitiva olímpica en la carretera de Montcada, a la altura del complejo funerario. Ya en ese punto se percibió el entusiasmo ciudadano ante una jornada histórica que permanece en la memoria colectiva de la ciudad. Los portadores de la antorcha tenían que hacer un relevo de 500 metros, con el porte estético que requiere el ceremonial olímpico, y a un ritmo determinado. Y al acabar su tramo, pasar el fuego a la antorcha del siguiente portador.

Detalles
Quedarse con la antorcha costaba 16.000 pesetas (unos 100 euros). El vestuario blanco de los relevistas, de las firmas Mito y Asics, corría a cargo de la organización. El COOB’92 recomendaba a los portadores que preparasen su relevo de forma cuidada. Y sugería hacerlo portando una botella de agua de litro y medio a modo de antorcha, debido a que el peso era similar.

La etapa del 16 de junio empezó en Mollet del Vallès y concluyó en Vic. A su paso por Terrassa, fueron 30 los terrassenses que portaron el fuego olímpico. Entre ellos, quince eran voluntarios elegidos mediante un sorteo que se celebró en el salón de plenos del Ayuntamiento: Josep Guimerá, Julio Roldán, Óscar Vilomara, Roberto Carlos Velázquez, David Paloma, Albert Guillamón, Jesús Rodríguez, M. Antònia Freixa, Rosa Maria Ramos, Carmen Soler, Ivet Lloses, Meritxell Sorrosal, Montserrat Vila, Marta Montañà y Elena Dinarès. El resto, representantes de distintos colectivos ciudadanos con especial participación de deportistas olímpicos: Joan Amat, Antoni Nogués, Josep A. Dinarès, Santi Ventalló, Nani Escudé, Anna Maiques, Cèlia Corres, Josep Planas, Josep Casajuana, Pau Monterde, Silvia Gibert, Jaume Galofre, David González, Carles Lázaro y Òscar Armengol.

Durante la etapa en que la llama olímpica pasó por Terrassa otros deportistas locales participaron aunque en tramos fuera de la ciudad. Fue el caso de Jaume Bladas, Jordi Oliva, José Luis Morillo, Jaume Armengol, Joan Quintana, Joan Malgosa, Joan Arbós, Pere Amat, Xavier Escudé, Natàlia Mas, Ramon Quintana, Jaume Escudé, Narcís Ventalló, Jaume Amat, Santi Grau, Joan Colomer y Santi Malgosa. Unos días más tarde también portaron la antorcha otros olímpicos locales como Miquel Prat, Francesc Amat y Josep Sallès. El alcalde, Manuel Royes, fue otro de los portadores locales en una de las jornadas de recorrido en Catalunya. O los periodistas de Diari de Terrassa Pedro Millán y Josep Cadalso.

Relevo simbólico
El punto central de celebración fue el Raval de Montserrat, a las puertas del Ayuntamiento donde se instaló un pebetero. Un Cobi animado se movía entre los cientos de personas que acudieron a la celebración. Hasta que el fuego llegó portado por Josep Planas, ex campeón de España de marcha atlética y el relevista de mayor edad de la jornada a sus 74 años. Llovía con intensidad pero el fuego prendió en el pebetero de manos de Planas y de un Manuel Royes emocionado y entusiasmado. "Es un día histórico en el que todos somos protagonistas", dijo Royes que animó a los terrassenses a hacer historia en unos Juegos que estaban a la vuelta de la esquina.

El fuego pasó a la antorcha que portaba Sílvia Gibert, una prometedora atleta egarense que a sus 15 años era la portadora más joven de la jornada y que con Josep Planas protagonizó un simbólico relevo entre el portador de más edad y la más joven. Gibert se abrió paso entre los componentes de las escuelas de hockey de los clubs locales y las personas que la seguían. Histórica es ya la imagen que muestra a la joven corredora local ascendiendo por una calle de Sant Pere atestada y seguida por decenas de personas que la acompañaban en su tramo.

La jornada se convirtió en un torrente de emociones, individuales y colectivas. De aquellas personas que contemplaron la liturgia olímpica, de aquellos familiares que acudieron a acompañar a los relevistas en un momento único en sus vidas, de quienes vistieron los balcones de sus viviendas con senyeras para saludar al paso de la llama, de quienes portaron los cientos de banderas de la ciudad con el logotipo olímpico. De quienes, en definitiva, se sintieron más orgullosos que nunca de ser terrassenses. El paso de la llama, por ejemplo, fue saludado por el repique de las campanas a su paso por les Esglessies de Sant Pere y acompañado por el himno olímpico en su trayecto junto a las instalaciones del Atlètic Terrassa, donde el relevista de aquel tramo fue el concejal de Deportes del momento, Josep Casajuana, recibido también con globos con los colores del club de Can Salas. Las jugadoras de la selección española de hockey, después campeonas olímpicas, acompañaron a sus compañeras Anna Maiques y Cèlia Corres.

Hacia las 13.30 horas, el recorrido de la antorcha olímpica dejó Terrassa rumbo a Castellar. Dejando atrás cientos de vivencias que, 25 años después, aún hacen aflorar los sentimientos más íntimos.

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