Como buen culé, el reputado alpinista barcelonés Ferran Latorre (46 años) confía en convertirse el 20 de mayo, día en que se cumple el 25 aniversario de la primera Copa de Europa del Barça, en el primer catalán en coronar sin oxígeno las catorce montañas más altas del planeta. Lleva 13 y le falta un Everest que se le ha negado seis veces y atacará el 9 de mayo. Sólo 15 alpinistas en todo el mundo han conseguido este reto. El primero de ellos fue Reinhold Messner, que lo completó en 1986. Latorre presentó el jueves en el Centre Excursionista de Terrassa un audiovisual sobre sus más recientes gestas.
Ha completado ya 13 de los 14 ochomiles. Le queda el Everest, la montaña más alta del mundo. ¿Es casual haberla dejado para el final?
Un poco sí. Fue la primera cumbre que abordé, pero no me salió y entonces decidí dejarla para el final. También es verdad que si lo hubiera coronado no estaríamos hablando de esto, pero pienso que ya está bien acabar esta aventura en el Everest. Es bonito y redondo acabar allí. Imagino que será una forma épica de cerrar este proyecto.
El Everest es una montaña muy especial para usted.
Es la montaña que siempre he querido escalar desde pequeño. De hecho, una de las razones por las cuales soy alpinista es el deseo de escalar el Everest. Es muy especial para mí que este largo proyecto de los 14 ochomiles se acabe con el Everest, que es la que personalmente más ilusión me hace subir.
¿Qué tiene de especial el Everest?
Es la montaña más alta del planeta y también la que más historias tiene a su alrededor. Es una de las montañas que más ha fascinado a los hombres. Es la que tiene más literatura y más mística. Deportivamente es espectacular desde cualquier vertiente. Como decía Mallory, uno de los primeros alpinistas que intentó subirla en los años 20: "Tal es la grandeza de lo que es preeminente". La huella que la humanidad ha dejado en ella es lo que convierte al Everest en tan especial.
¿Qué le llevó a ser alpinista?
De pequeño leí "Victoria en solitario", de Peter Habeler. Fue el primero que subió al Everest sin oxígeno junto a Reinhold Messner. Uno de mis sueños de infancia era subir un día al Everest sin oxígeno.
Cuando leía este libro no debía ni pasársele por la cabeza que el Everest sería la culminación del proyecto de escalar los 14 ochomiles más altos del planeta.
En absoluto. Pero sí soñaba con subir algún día. A los 13 años lo dejé escrito en un refugio del Parc Natural d’Aigüestortes. Pero no pensaba que daría tantas vueltas para hacerlo. Ni que me costaría tanto, porque en realidad el Everest lo he probado seis veces. Espero que en mayo, si hay alguien allí arriba que dirige todo esto del universo me eche una mano y me deje subir.
¿Qué significa para usted esta aventura de los 14 ochomiles?
Es como cerrar un ciclo vital que comenzó cuando tenía 13 años y descubrí esta gran pasión. Es una constatación de que este sueño ha podido hacerse realidad. Y además de manera profesional, que es lo difícil y lo fascinante. En la vida, todos buscamos una justificación para nuestros esfuerzos y para los caminos que hemos escogido.
¿A qué edad completó su primer ochomil?
Fue en el año 1992, con 21 años. Pero este no cuenta para el cómputo global. En realidad, de ochomiles hay 23, pero los 14 que cuentan son los más altos, los principales de cada macizo. El primero de los 14 que hice fue el Annapurna, en 1999. Si todo va bien, habré hecho los 14 en dieciocho primaveras.
¿Cuál ha sido el ochomil más duro?
La aventura más dura fue en el Nanga Parbat, el penúltimo de los que he escalado. Lo subí prácticamente dos veces. Primero intentamos abrir una vía nueva y después lo hicimos por otra. Es como si hubiéramos abierto dos nuevas vías.
¿No utilizar oxígeno es algo innegociable para usted?
Sí. Es una cuestión ética y moral. Tampoco soy un talibán del tema de no utilizar oxígeno, pero siempre había soñado con hacerlo así.
¿Qué día calcula culminar la aventura a 8.848 metros de altura?
Alrededor del 20 de mayo. A ver si lo hacemos coincidir con el 25 aniversario de Wembley. Estaría bien, pero puede ser el 18, el 19 o el 28.
¿Aprendió mucho de su labor en el programa "Al filo de lo imposible" durante 14 años?
Aprendí muchísimo, especialmente a nivel de filmación. Había gente muy buena. Antes el mundo era muy diferente y no había tantos canales como ahora. Este programa ayudó mucho como referente.
¿Qué siente cuando corona una montaña de más de 8.000 metros?
Cada montaña tiene sus circunstancias diferentes. Yo mismo he cambiado, tanto a nivel vital como deportivo. Pero sientes la alegría de cualquier deportista que consigue un éxito. Lo bonito del alpinismo es que esto se produce de una forma escenográficamente muy potente. La fuerza talúrica de una cumbre no la tienen otras cosas.