Terrassa fue la tercera ciudad catalana en número de voluntarios olímpicos en los Juegos de Barcelona de 1992, de los que se conmemoran los 25 años de su celebración. Más de 3.300 terrassenses se inscribieron como voluntarios en el período olímpico, una cifra que únicamente superaron Barcelona y L’Hospitalet. Aquel apoyo a los Juegos de Barcelona certificó la condición de Terrassa como ciudad profundamente identificada con los valores del Olimpismo.
Terrassa está desarrollando desde principios de este año distintas actividades dirigidas a conmemorar el 25 aniversario de Barcelona’92, Juegos en los que albergó las competiciones masculina y femenina de hockey. Y uno de los propósitos de la comisión encargada de llevar a cabo dicho programa es contar con la participación de los voluntarios olímpicos que tomaron parte en las tareas organizativas. El objetivo sería desarrollar una jornada especial y, a la vez, reactivar el movimiento del voluntariado en la ciudad. En esa doble vertiente se desarrolla esta campaña de captación de voluntariado a la que se puede tener acceso a través de la web del Ayuntamiento de Terrassa.
La comisión organizadora de los actos del 25 aniversario de los Juegos Olímpicos entiende que el papel de los voluntarios debe quedar reflejado de un modo significativo y para ello busca la colaboración de un colectivo cuyo papel en el éxito de la cita olímpica resultó indispensable.
Pese a que la figura del voluntariado olímpico apareció en los Juegos de Invierno de Lake Placid en 1980, fue en Barcelona’92 cuando tomó una dimensión de enorme importancia. Antes de la nominación oficial de la ciudad como sede olímpica, más de 102.000 personas se inscribieron como voluntarios, un gesto que visualizó el indiscutible apoyo ciudadano al proyecto olímpico. Esa fue una de las grandes bazas que ayudaron a Barcelona a consolidar su apuesta.
Un grupo de gran valor
Durante los Juegos Olímpicos, más de 34.000 personas formaron el cuerpo de los voluntarios. La solidaridad de esta movimiento cautivó al mundo, que encontró en ellos la cara más amable de Barcelona’92 y un apoyo imprescindible para llevar a buen puerto un gigante organizativo como el que se requería para la puesta en marcha de la cita olímpica.
En ese contexto, Terrassa tuvo un papel más que destacado. Los voluntarios asumieron tareas de control a las instalaciones, servicios informáticos, atención a la Familia Olímpica, apoyo a la organización, labores deportivas y un largo etcétera.
Actualmente, la figura del voluntario es imprescindible en el movimiento olímpico. En Río de Janeiro, por ejemplo, formaron parte de este colectivo unas 75.000 personas y no se entendería sin ellos la puesta en marcha de la maquinaria olímpica.