La Mitja Marató de Terrassa reunió el domingo a dos de los grandes mitos del atletismo español contemporáneo, Martín Fiz y Abel Antón. Ambos fueron campeones del mundo de maratón y siguen vinculados al atletismo en distintas vertientes, sin olvidar su participación en carreras de distinta índole desde un prisma alejado de la alta competición. Martín Fiz se clasificó en la posición 24 de la general, fue primero en la categoría M50 y dejó un sello imborrable de una personalidad arrolladora. Cantó al son del himno de la Mitja, se fotografió con todo quien quiso hacerlo y evidenció que se trata de un campeón de carne y hueso, alejado del divismo que estilan muchos otros.
Su primera Mitja de Terrassa.
Sí, ya había corrido en Terrassa hace unos años, pero en otra prueba. Me habían hablado muy bien de esta carrera y quería estar porque, además, por aquí han pasado grandes mitos del atletismo español. Ahora estoy preparando la Maratón de Londres y me va bien correr una carrera así. Y es bonito codearte con la gente popular, con los mortales.
Ese es uno de los grandes atractivos de estas pruebas, donde un anónimo puede correr al lado de una figura mundial.
Eso sólo pasa en el atletismo. Vas corriendo y de pronto te encuentras con un Martín Fiz o un Abel Antón. Y al final un anónimo intenta ganarte al sprint. Nosotros estamos ahora en ese momento en el que nos toca fomentar el deporte popular, ser un pedagogo para que esos corredores populares no cometan imprudencias.
Actualmente está usted inmerso en el proyecto de ganar las seis maratones más importantes del mundo de forma consecutiva en su categoría de edad, algo que nadie ha conseguido. ¿Qué le ha conducido a ese proyecto?
Esto empezó como un juego, como un reto personal. Yo dije que no quería que fuese una obsesión. Ahora llevo ganadas cuatro de las seis y es cuando empieza el vértigo. La gente, en Vitoria o en las redes sociales, te dice que estás muy cerca y sientes la presión. Es una historia chula. Por ahora he ganado en Nueva York, Tokio, Boston y Berlín, y me queda hacerlo en Londres y Chicago. La primera, sobre todo, va a ser difícil porque van a estar los mejores del mundo en todas las categorías. Lo más fácil hubiese sido no difundirlo y hablar al final, pero es algo estimulante que tanta gente esté pendiente.
¿Cuesta desengancharse de la competición de primer nivel?
Antes podía suceder, en la etapa de González, Abascal o Prieto, porque cuando dejabas la competición desaparecías. Pero ahora ha surgido este movimiento social que se llama running y que te permite seguir corriendo. Sigues con unos hábitos de vida saludables y enganchado al deporte.
¿Echa de menos el deporte de alta competición?
Naturalmente. Me gusta la lucha contra el crono, el olor a crema antiinflamatoria, tener el reto de los grandes campeonatos. Es eso, en su justa medida, lo que busco con este reto aunque adaptando el atletismo a mi vida personal y laboral. Ajustas los retos a la edad que tienes.
Martín Fiz y Abel Antón marcaron una época en el atletismo español.
Es bonito coincidir en estas carreras y correr juntos, además de hacerlo con atletas de primer nivel como Carles Castillejo, Nacho Cáceres o Jaume Leiva. La pasión por correr es lo único que nos mueve.
Ustedes rompieron moldes, ganaban a los atletas africanos en cada competición.
Es verdad y eso ahora parece que sea prácticamente imposible. Pienso que ahora se corre mucho más rápido, los sesenta mejores atletas del mundo son de raza negra. Pero nosotros pudimos ganarles en su momento.
¿Cual es el mejor recuerdo de su carrera deportiva?
Siempre he dicho que el título en el Campeonato de Europa de Helsinki de 1994, en que compartí podio con mis compañeros de selección y de entrenamiento Diego García y Alberto Juzdado. Aunque el Mundial es lo máximo para un deportista, la imagen de tres atletas españoles entrando en las primeras posiciones en el Campeonato de Europa es extraordinaria, inolvidable. A partir de entonces ya no eran cuatro locos los que salían a correr por las calles, sino que empezamos a ver gente anónima corriendo y se empezó a respetar a los atletas españoles. Me considero uno de los embajadores de este movimiento.
En 1995 se proclamó campeón del mundo en Goteborg. Y dos años después Abel Antón le arrebató el título en una carrera mítica en Atenas.
Con Abel Antón hay una historia de amistad y rivalidad. Hemos llevado vidas paralelas y una rivalidad profunda, porque luchábamos por ser los mejores. Quien me iba a decir a mí que a doscientos kilómetros de Vitoria iba a tener a mi máximo rival mundial. Los dos nos beneficiamos de esa rivalidad, tanto para superarnos como a nivel colectivo porque fuimos campeones por equipos en Atenas.
Lo ganó todo menos una medalla olímpica. En Atlanta’96 se quedó a un paso al acabar en la cuarta posición. ¿Esa es la mayor decepción de su trayectoria?
Sin duda, porque una medalla olímpica es lo máximo para un deportista. Acabar cuarto en Atlanta fue lo peor que me podía ocurrir. Veo mi imagen aquel día y aunque ahora valoro lo que hice, entonces fue el momento más amargo que me tocó vivir. Es un puesto muy doloroso cuando aspiras a una medalla. Fue un día muy triste para mí.
¿Qué le diría a esa gente que sale a correr cada día?
Que hagan deporte con moderación, con sentido común, no queriendo hacer una maratón sin haber pasado antes por distancias menores. Lo más importante debe ser que sirva como una terapia mental. Estamos dando mucho trabajo a los traumatólogos y quitándoselo a los psicólogos.