Nosotros podemos detenernos y nos detendremos, pero el tiempo nunca va a dejar de discurrir, y, aunque en el fondo sigamos siendo los de siempre, o en eso nos empeñamos, continuar en él equivale inevitablemente a estar atravesando una etapa a la que sucederá otra siguiente. El pintor Floreal Soriguera tiene 92 años, cumplidos el 15 de abril , y sigue en activo (presenta obras en dos exposiciones colectivas que estos días pueden verse en Terrassa, la de socios de Amics de les Arts y “Flors de maig” del Social), pero hace pocos días ya se ha visto obligado a renunciar a esa rutina tan querida por cualquier artista de acudir cada día a su estudio y enfrentarse, en un espacio habitado únicamente por sus enseres y sus obras, y su mundo estético, al reto de la lámina o la tela en blanco ante el cual nunca le ha faltado, al “Suri”, imaginación ni pasión creadora. Ya no era el célebre Estudi Soriguera, del número 140 de la calle de Arquímedes, que tuvo entre 1972 y 2013, y que había tenido como precedente aquel aún más legendario, que montó en su domicilio de la calle de Salvà, y donde en la década de 1960 se organizaban, las noches de los martes, tertulias clandestinas a las que acudían relevantes personajes de la cultura catalana de la época.
“En el estudio de la calle Arquímedes, tenía que subir tres pisos a pie, y llegó un momento en que comenzó a hacérsele difícil”, nos explica el yerno del artista, Vicenç Viñas. “De modo que lo trasladamos a un antiguo garaje, una planta baja en la calle de Nicolau Talló, 126. Estaba a mil metros de su casa, y, despacio, podía ir caminando solo.”
Pero hace un año ya comenzaron a tenerlo que llevar, “y nos dimos cuenta de que, muchos días, ya no se ponía a pintar, sino que pasaba todo el tiempo leyendo el Diari de Terrassa. ‘Para esto puede estar en casa’, pensamos con sus hijos, Dàlia y German, y le hicimos un nuevo planteamiento. También porque el alquiler del estudio nos subía quinientos euros al mes.”
Todas las obras, fotografiadas
Así las cosas, decidieron conjuntamente que “el Suri”, que tras el fallecimiento en 2014 de su esposa, la también artista Maria Dolors Duocastella, vive solo (sus hijos lo van a buscar para la comida, y la cena se la lleva y se la calienta él mismo en el microondas) substituiría su estudio por una habitación de su domicilio, remodelada con este propósito, en la que ya lleva un mes pintando y dibujando.
Los trabajos de vaciado y mudanza del estudio de Arquímedes finalizaron el pasado sábado, el día en que vino la furgoneta. Lo más importante: todas las obras de Soriguera que tenía en el lugar (Viñas calculó más de 1.600, y a su hijo le salieron casi dos mil) han sido cuidadosamente embaladas, ordenadas y guardadas en cajas, según sus medidas, y depositadas en un local cedido por un amigo de la familia.
No solo eso, sino que se ha tomado el trabajo de fotografiar todas y cada una de esas dos mil obras. “Dentro de tan solo quince días, Soriguera podrá ponerse ante el ordenador, y verlas todas. Y en verano las colgaremos en internet.”
La mayor parte están a la venta. Son obras de todas las épocas, “incluso hemos encontrado un cuadro pintado cuando tenía 8 años (esto es, en 1935) y una ‘Santa Cena” que dibujó a lápiz a los 12. Pero en su mayor parte son de hace veinte o veinticinco años. De la época en que pintaba fábricas hay pocos, porque era cuando vendía más”. Viñas invita a cualquier persona con ganas de tener una obra del “Suri” que “mire, escoja, y seguro que nos ponemos de acuerdo con el precio”.