El uso de insectos como fuente de proteína alternativa podría ser una “solución mundial” ante la escasez de alimentos, que supone uno de los “grandes retos” de la humanidad, según expertos que han participado hoy en el primer congreso Tech4Good sobre la innovación alimentaria.
Los expertos calculan que se necesitarán 60 millones de toneladas de proteína para satisfacer la demanda de la población en 2030, un horizonte en el cual la necesidad de alimentos crecerá un 50 %.
El cofundador de Nutrinsect, Josep Vidal, ha asegurado que, ante esta situación, los insectos son una fuente de alimentación “idónea para afrontar los problemas que van a llegar dentro de poco” y que su uso tendrá “un crecimiento exponencial en los próximos años”.
“En 2030 vamos a tener que alimentar 100.000 millones de animales de ganado, que de su nacimiento a su sacrificio compiten con nosotros por los alimentos; esto llega un momento que es insostenible”, ha detallado.
Con este contexto, los expertos coinciden en que “la tierra sola no va a poder aportar todo lo que necesitamos” y, de ahí, “la necesidad de buscar fuentes alternativas de proteína y alimentación”, como los insectos, también en formato de harina.
Según Vidal, éstos tienen “grandes ventajas” frente al ganado, en primer lugar porque “pueden ser criados en vertical y no requieren cientos de hectáreas” y, además, “apenas contribuyen con un 1 % de emisión de gases invernadero, a diferencia de animales como vacas o cerdos.
Entre las ventajas, según el cofundador de Nutrinsect, también se encuentran que de ellos “se puede aprovechar prácticamente todo” o que su “ritmo de conversión es muy alto”, ya que con un kilo de huevos de insecto, en 72 horas se pueden conseguir 300 kilos de larvas, mientras que el proceso puede durar un año en las vacas.
Vidal también ha señalado que los insectos tienen una fiabilidad sanitaria mucho mayor, ya que los riesgos de transmisión son “mínimos”, comparados con “la gripe aviar o la fiebre porcina”.
Los expertos apuntan que la incidencia de los insectos se puede dar en un primer momento en la alimentación animal y, posteriormente, en el consumo humano, dado que la “barrera cultural” es aún muy grande, sobre todo en países occidentales.
“Quizás nosotros no comeremos insectos, pero el ganado lo acabará haciendo”, ha pronosticado el director científico del centro tecnológico Eurecat, Lluís Arola, organizador del congreso.
Sin embargo, Vidal ha considerado que los insectos son “una despensa andante” porque en ellos se encuentran “los nutrientes necesarios para la alimentación humana, desde proteínas hasta vitaminas o calcio”.
De hecho, aunque aún no los comamos, los insectos ya están presentes en ámbitos cotidianos como la cosmética, los pigmentos o el tratamiento de aguas.
Por ello, el director científico del Área de Biotecnología de Eurecat, Francesc Puiggròs, ha pedido “pedagogía de voces científicas autorizadas y de manera consensuada para explicar los beneficios de los insectos y eliminar falsos mitos”.
La directora del centro de crecimiento de GBFoods, Clara Bartra, ha subrayado que “el problema es que habrá que alimentar a 9.000 millones de personas”, por lo que “la clave será cómo pasar de la escasez a la abundancia”.
En este sentido, los expertos creen que la propuesta del fisiólogo de la Universidad de Maastricht (Holanda) Mark Post, creador de la primera hamburguesa artificial a partir de células madre de vaca en 2013, puede ser otra solución.
Post ha defendido que la carne de laboratorio permitirá que, durante la próxima década, podamos continuar “comiendo carne sin el efecto pernicioso de los gases contaminantes” que actualmente se generan con su producción.
La hamburguesa que creó en 2013 costó unos 250.000 euros, lo que, asegura, no permite “solucionar los problemas alimentarios del mundo” y por ello ha afirmado que en cinco años “podremos comprar una hamburguesa artificial por unos diez euros”, un precio que “bajará en cuestión de poco tiempo”.