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Abad: “Fue una gran fiesta, días en los que todo el mundo pareció ser feliz”

“Fue una fiesta generalizada, unos días en los que todo el mundo pareció ser feliz”, afirma Josep Miquel Abad, el hombre que pilotó la organización de los JJOO de Barcelona, al cumplirse los 25 años de un evento que concitó una histórica complicidad entre Barcelona, Cataluña y el resto de España.
En una entrevista a Efe, quien fue consejero delegado del comité organizador (COOB) de aquellos Juegos recuerda que lo primero que pensó la mañana del 25 de julio de 1992, a horas de que la antorcha iluminara el pebetero de Montjuic, fue que “se alzaba el telón y la sensación era que todo estaba razonablemente bajo control”.
“Afortunadamente no pasó nada fuera de guión”, rememora Abad. “Teníamos el prestigio del país a nuestra espalda y no podíamos fracasar, porque con nosotros fracasaba todo el país y eso no nos lo podíamos permitir ni se nos hubiera permitido”.
Y la noche del 10 de agosto, recién cerrados los Juegos y con la música de Los Manolos aún fresca, se fue a dormir diciéndose que “todo había salido como se había soñado”, aunque enseguida empezó a pensar en los Juegos Paralímpicos.
Entre el 25 de julio y el 10 de agosto de 1992 Barcelona se puso literalmente en el mapa del mundo y en la historia del olimpismo, si bien Abad cree que una de las claves de esta historia de éxito nació de una “pequeña catástrofe” ocurrida tres años antes, bajo un diluvio de septiembre en el mismo estadio de Montjuic.
Imprevistos protocolarios, silbidos independentistas y una incesante lluvia que causó goteras en un estadio que se inauguraba con un campeonato del mundo de atletismo… “Nadie nos obligaba a estrenarlo con un mundial. Fuimos osados hasta lo ingenuo”, afirma.
“Murphy se presentó en persona en aquella inauguración” asegura Abad, que rememora el estado “catatónico” en que quedaron Pasqual Maragall y él y lo que le dijo el entonces alcalde: “Josep Miquel, la hem cagat bé” (Josep Miquel, la hemos cagado bien).
Pero alguien les consoló en aquel naufragio. Un asesor del COI, buen conocedor de los entresijos de una organización de este calibre, les advirtió del segundo diluvio -mediático- que les esperaba, pero a la vez les abrió un rayo de luz al decirles: “Tenéis la inmensa fortuna de que faltan tres años para 1992”.
“Aquello nos puso a todos en un estado de tensión que no perdimos ya en los tres años siguientes”, explica Abad, quien aún cree que el verdadero Dream Team de 1992 no fue el de Michael Jordan y compañía, sino el equipo del COOB, “un equipo excepcional y con una idea clara: poner los Juegos al servicio de la ciudad y no al revés”.
Para él esa fue la clave del éxito organizativo: “Poner los Juegos al servicio de la ciudad y no la ciudad al servicio de los Juegos. Es una filosofía de cómo entiendes una palanca tan monumental como son unos Juegos desde el punto de vista de imagen y de los recursos que te proporciona un evento de esta magnitud”.
“Y estaban nuestros 40.000 voluntarios, sin los nada hubiera sido posible. Y los ciudadanos españoles y en particular de Barcelona, todos con un comportamiento absolutamente ejemplar”, recuerda.
Abad recorrió España pidiendo colaboración a los presidentes de las Comunidades Autónomas en el reclutamiento de voluntarios olímpicos. “La respuesta fue todo generosidad” -recuerda- y destaca la entusiasta participación de todas las ciudades en el recorrido de la antorcha.
“Fue evidente que Barcelona tenía en aquel momento el apoyo absoluto de la propia ciudad, de Cataluña y de España, y eso nosotros lo sentíamos”, afirma el director de aquella orquesta de “cobitas” -en homenaje a Cobi, la mascota olímpica-
Lo que las hemerotecas recuerdan como “pax olímpica”, con todas las administraciones remando a una por el éxito de Barcelona 92, fue, según Abad, un intenso trabajo de búsqueda de complicidades.
“Hubo complicidades que en ese momento se podían pedir y se obtuvieron” y “se supo llevar al ánimo de la gente que todo aquello también les pertenecía…Supongo que ahora eso no sería tan fácil”, afirma el hoy día director general de El Corte Inglés en Cataluña.
En el CCOB Abad ejercía de “pararrayos”. “Mi función era dirigir la organización y a la vez protegerla” -dice-. Tuvo el poco agradable papel de decir “no” cuando tocaba. Y lo hizo “montones de veces, sobre todo a los caprichos. La familia olímpica es muy caprichosa… todos pedían más, y los recursos eran limitados”.
Pero nunca se vio impelido a levantar el “teléfono rojo” porque en el día a día contó con el apoyo de Maragall, así como, cuando fue necesario, de la Casa Real y de los entonces presidentes del Gobierno, Felipe González, y de la Generalitat, Jordi Pujol.
También destaca al entonces presidente del COI, Juan Antonio Samaranch. “Sin él no se hubieran podido hacerse los Juegos. Barcelona hizo el mejor dossier posible, pero él hizo llegar al resto de los miembros del COI que su ciudad merecía unos Juegos Olímpicos”.
“Todavía hoy los miembros del COI que vivieron aquellos Juegos dicen que siguen siendo los mejores, los más redondos. Fue una fiesta generalizada, no solo para los atletas, sino para la gente, en unos días en los que pareció que todo el mudo era feliz. Y a lo mejor lo fue durante esos días”, sostiene.
Hoy, cuando algunas ciudades renuncian a ser olímpicas, Abad percibe un problema de “gigantismo”. “Revisas la lista de deportes olímpicos y te preguntas si algunos son deportes. El gigantismo es el peor enemigo de los Juegos”, asegura.
Y, preguntado por si Barcelona debería optar otra vez a unas olimpiadas, el veterano ejecutivo reflexiona: “Tal vez dentro de un montón de años Barcelona pueda volver a plantearlo, pero la sombra del 92 es tan alargada que se proyecta sobre cualquier otra ciudad que se quiera presentar. Y no te vas a poner bajo tu propia sombra”.
“Sugeriría esperar un tiempo hasta que esa sombra pase y tal vez podamos repetir”, considera Abad, un hombre que, pese a todo lo que vivió y escuchó en aquellos años, se niega a escribir sus memorias.
“Todo lo importante ya está contado, y lo que supe fue en función de mi cargo y no me creo con el derecho a contarlo”.

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