Eduardo Mendoza ha recibido hoy el Premio Cervantes de manos de Felipe VI en la solemne ceremonia que se ha celebrado en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y en la que el escritor ha reivindicado, en sintonía con Cervantes y Don Quijote, el humor en la literatura.
Mendoza (Barcelona, 1943), que a su llegada, acompañado por sus hijos y su primera mujer, se ha declarado muy contento y honrado por el galardón, dotado con 125.000 euros, ha recogido su premio ataviado con el tradicional chaqué, una prenda con la que se encontraba tan a gusto que, a partir de ahora, “llevará siempre”, ha bromeado.
La entrega del Cervantes, en la que Mendoza ha adelantado que pronunciaría un discurso “forzosamente quijotesco” aunque no “una lección cervantina”, es uno de los actos centrales del Día del Libro, y, además de los Reyes, han asistido el portavoz del Gobierno y ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.
El Rey ha elogiado a Mendoza como “maestro en el manejo del idioma” y “verdadero ‘biógrafo'” de Barcelona, una ciudad que ha propiciado “un extraordinario ecosistema cultural” y donde, como en su obra, la convivencia entre castellano y catalán “es algo natural”.
En su discurso, el Monarca ha ensalzado a Mendoza como un “verdadero artesano del lenguaje”, que usa “como una herramienta de precisión” ajustada a los diferentes registros idiomáticos de sus personajes para acercar al lector a diversas realidades, “desde la de los diferentes grupos marginales a la de las clases altas, en diferentes épocas y en diferentes lugares”.
Mendoza, que se ha declarado un fiel lector de Cervantes, “asiduo” de “El Quijote” y “de profesión, sus labores”, ha reivindicado en su intervención en la ceremonia la excelencia del humor en la literatura, que practica en sus escritos “con reincidencia”, y ha negado que se trate de un género menor, como a menudo se considera.
“Vivimos -ha dicho- tiempos confusos e inciertos”, y no en lo que se refiere a la política y a la economía donde siempre son así “porque somos una especia atolondrada y agresiva y quizá mala” sino en lo que atañe al cambio radical del conocimiento de la cultura y las relaciones humanas, un cambio que “no tiene por qué ser nocivo, ni brusco ni traumático”.
Méndez de Vigo ha defendido en su discurso de presentación del premiado que parte de la grandeza de su prosa está en “ese limbo” que hace imposible tomarse “totalmente en serio” sus novelas, pero todavía “más imprudente” tomárselas “totalmente a broma”.
Con este premio, ha añadido, se realiza un “justo reconocimiento” a un género que “algunos erróneamente” han considerado “menor”, y que emplea el “vehículo del humor” para recorrer la vida que ha narrado Mendoza, un narrador con una mirada “irónica, paródica, y eminentemente cómica”.
Al acto asisten también, entre otros, el secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, el director de la RAE, Darío Villanueva, la directora de la BNE, Ana Santos, el presidente del Grupo Planeta, José Creuheras, la defensora del Pueblo, Soledad Becerril, el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.
El Cervantes se otorgó por primera vez en 1976, y desde entonces han sido 42 los premiados, porque en 1979 se declaró exaequo a Jorge Luis Borges y Gerardo Diego. Desde entonces, la orden de convocatoria contempla que el premio no puede ser dividido, declarado desierto o concedido a título póstumo.