Con 108 años de historia a sus espaldas, tres de ellos en un taller de restauración, y con el piloto Andrés Vilariño al volante, ha arrancado hoy en Bilbao el llamado “coche del Titanic”, que toma su nombre del buque al que está unido su relato, pese a que el destino quiso que nunca viajará en él.
La reliquia en cuestión, un Brush D.24 de 1909 fabricado en Detroit por los mismos diseñadores de Cadillac.
Este Brush esperaba al Titanic en el muelle de Nueva York listo para embarcar en el que sería su viaje de regreso hasta Southampton (sur de Inglaterra), pero no llegó…, y tuvieron que ser finalmente las bodegas del que era considerado su navío gemelo, el Olimpic, donde el auto realizase su periplo hacia el viejo continente, donde realizó su presentación y ha permanecido desde entonces, cuenta a Efe el presidente de la Fundación Titanic, Jesús Ferreiro.
Esta joya de la corona, dotada de 10 caballos y capaz de alcanzar los 39 kilómetros por hora, trece más que el límite de la época, es protagonista de varias históricas ‘primeras veces’, pues fue el primer coche en el que se montaron amortiguadores, además del primero que condujo una mujer y que se empleó, sobre 1923, para recorrer Australia de punta a punta.
En estado de total “abandono” y “a pedazos”, hace tres años que el automóvil llegó al taller mecánico de los hermanos Mena en Astigarraga (Bizkaia), donde “tras tener que meterlo a empujones, pues no arrancaba”, este “capricho de la restauración” ha pasado todo este tiempo mientras los responsables de su puesta a punto “se rompían la cabeza”, manifiesta Julián Mena.
A excepción de las aletas y los estribos, está fabricado en madera -de acacia americana el chasis y las ruedas, de olivo los ejes-. Hubo de desmontarlo “totalmente, de arriba abajo”, para “con mimo”, ir montándolo después “tornillo a tornillo”, explica Mena.
El presidente de la Fundación aún recuerda cómo un día se pasó por el taller a interesarse por el estado del vehículo y le señalaron una pared repleta de tuercas procedentes del coche. Y, en alusión a los Mena, añade: “al final, no ha sobrado ni faltado ninguna pieza, son unos maestros, de los mejores de Europa en tratar con coches de época”.
Aunque la Fundación Titanic adquirió el coche “sin saber que se trataba del mismo que viajó en las bodegas del Olimpic”, hoy es el día en que, convencido, Ferreiro responde que “no lo vendería” cuando se le pregunta por el interés y las ofertas que ha podido recibir. Y es que las anécdotas por hacerse con el auto no han faltado.
Hubo un francés que ofreció “una cantidad ridícula, ni el 10 % de lo que había costado la reparación”, pero también un empresario mexicano “muy relacionado con los medios de comunicación” que llegó a ofrecer 210.000 dólares.
“Es lo máximo que nos han ofrecido, pero es que no lo podemos vender, aunque hubiese ofrecido 500.000″, afirma Ferreiro, para bromear después con que, en tal caso, lo que hubiera hecho sería llamar a Julián y sus hermanos para que le hagan una copia rápidamente”.