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Las sentencias peor escritas: fallos en verso o cartas a los Reyes Magos

“Por la boca muere el juez”, cabría decir leyendo las peores sentencias de la historia escrita de nuestra Justicia desde 1978, un capítulo aparte de fallos dictados con ripios, novelas copiadas de sumarios y hasta cartas a los Reyes Magos.
Entre los peores ejemplos del disparate en los escritos judiciales figuran el uso como doctrina jurídica la Biblia; la escritura de novelas a partir de sumarios investigados o el caso de un juez varias veces sancionado por escribir sentencias en verso.
En todo caso, a la vista de los castigos impuestos por el órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cabe concluir que se trata de una minoría.
Muchos más son los magistrados que escriben de manera abstrusa, oscura, difícil de entender. De estos últimos cita un ejemplo, traído nada menos que de la jurisprudencia del Supremo, el “Libro de Estilo de la Justicia”, que presentará esta tarde el Consejo General del Poder Judicial. Un párrafo de una sola oración con 16 subordinadas y unas 350 palabras.
El director del volumen, Santiago Muñoz Machado, miembro de la Real Academia Española y de la de Ciencias Morales y Políticas, considera sin embargo que dentro de la escritura jurídica, la judicial no es la peor.
Pero él se refiere al estilo, al dominio del lenguaje. Porque de lo contrario, es decir, de jueces que usaron la pluma con demasiada facilidad, hay una buena colección.
Así, un juez de Cantabria, Esteban Campelo Iglesias, fue sancionado (aunque el Supremo acabaría archivando el castigo porque el CGPJ tardó demasiado tiempo en resolver sobre el caso) por usar pasajes bíblicos para una sentencia.
El magistrado Álvaro Gaspar Pardo de Andrade lo fue por escribir fallos judiciales en verso (y citar a los payasos de la Tele).
El gallego Vázquez Taín es autor de novelas inspiradas en casos que ha investigado (no ha merecido sanción por ello).
Y otro más, Pérez Minaya, se planteó abstenerse de instruir la denuncia de una mujer contra el Rey Baltasar, quien al tirar un caramelo en una cabalgata le había dañado un ojo.
El juez pretendió no haber entendido que la denuncia iba dirigida contra la persona que interpretó ese papel, y no contra la figura navideña del Rey Baltasar. Y claro, como había recibido muchos regalos de los Reyes Magos en su infancia, reconoció no ser imparcial.
Afortunadamente, en todo caso, cabe decir que el hombre de origen africano que interpretaba al Rey en aquella cabalgata, quien dijo literalmente haberse quedado blanco al recibir la denuncia, no resultó procesado. No tenía la culpa del accidente, dijo el juez, que después de lucir su estilo redactó un fallo con sentido común.

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