Pocos han regalado esta Navidad un CD, formato en clara recesión frente a las descargas y las escuchas en ‘streaming’, si bien los Reyes Magos vienen cargados de vinilos y, sorprendentemente, de algunos casetes, aquellas cintas omnipresentes en los 70 y 80, que los menores de 30 años acaban de descubrir.
Durante sus compras navideñas, los fieles del CD han podido comprobar que muchas tiendas de discos emblemáticas han cerrado en los últimos años, pero los más observadores también se habrán percatado del nacimiento de otras tiendas de discos, las de vinilos, que últimamente también tienen casetes.
Han tenido que pasar las generaciones de los CD, los Minidisc, los mp3, los Ipod y la música en plataformas como Spotify, Deezer, Soundcloud o Grooveshark, para que el vinilo y el casete se hayan vuelto a poner de moda.
La presencia del casete es muy reciente, y todavía residual, pero el vinilo ya ha superado en ventas a las descargas digitales en el Reino Unido, según los datos recientemente publicados por la E.R.A (Entertainment Retailers Association).
En temas musicales, el Reino Unido marca tendencia, por lo que cabe presagiar que las ventas de vinilos van a aumentar en nuestro país en los próximos años.
El responsable del sello discográfico Bankrobber, Marçal Lladó, tiene una explicación para este auge del vinilo: “La gente joven escucha música básicamente por Internet, pero si tiene especial afecto por un disco lo compra en vinilo, es una nueva relación de los consumidores con la música a través del objeto”.
“El vinilo tiene mejor cartel que el CD, que tiene una apariencia mucho más barata. El vinilo se ve como una obra de arte, algo para guardar, para coleccionar”, dijo recientemente a Efe Dave Reilly, de Warner Music Londres.
Pero al vinilo ya le ha salido un competidor, el modesto casete, un formato que los mayores de 40 años conocen muy bien, pero que los menores de 30 acaban de descubrir.
Las cintas de casete están viviendo una segunda juventud gracias a la generación más joven, la que nació en la era digital, con el sonido limpio del CD y mp3, y que ahora aprecia la personalidad que adquieren las canciones escuchadas en formato analógico.
Parece que la industria musical no muere, sólo se transforma, aunque nadie niega que este sector ha sufrido muy duramente la crisis económica de los últimos años, agravada por las descargas ilegales, que han hecho mucho daño al sector.
En palabras de Jordi Castelló, uno de los propietarios de Discos Castelló, la legendaria tienda de discos barcelonesa que cerró sus puertas en 2016, “quizás algún día el Gobierno tome medidas contra las descargas ilegales como ha ocurrido en Francia y otros lugares, pero cuando lo hagan, ya será tarde para muchos”.
El consumo por Internet, tanto el legal como el ilegal, ha obligado a cerrar muchas tiendas, pero otras han abierto, como Ultra Local Records, un espacio especializado en música local, que vende cedés, vinilos y casetes, y fomenta la cultura de proximidad con actividades, conciertos y sesiones de DJ.
Con el cambio de modelo también han levantado la persiana nuevas tiendas de vinilos, tanto antiguos como nuevos, y se han creado nuevas rutas de consumo musical.
Barcelona es un claro ejemplo. Antes los aficionados a la música iban en peregrinación a la calle Tallers de Barcelona, donde había tiendas legendarias como Discos Castelló.
Ahora en Tallers proliferan las tiendas de ropa, un cambio que lamentan los fieles del CD, que añoran el ambiente roquero que se respiraba antes en esta céntrica calle.
Pero hay quien no se lamenta, más bien se sorprende, de que en Tallers todavía sobrevivan establecimientos de toda la vida, como Discos Revolver.
Es el caso de Nicolay Abril, un periodista colombiano al que le parece “increíble que en Barcelona haya tantas tiendas de cedés”, algo que en su país no ocurre, según comenta a Efe.
Muy cerca de allí, en las calles que rodean el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), un turista francés va de tienda en tienda con una guía en la mano titulada “La ruta del vinilo”.
“Hay muy buena oferta de vinilos en Barcelona”, comenta gratamente sorprendido Jean-Luc, que vive en París, donde culturalmente no falta de nada, pero que ha logrado encontrar en Barcelona discos antiguos de grupos españoles imposibles de encontrar en ninguna otra parte.
Parece claro que el vinilo está de moda, aunque, como dice Marçal Lladó, “no sería extraño que en diez años vuelva a llevarse el CD”.