La cita electoral de mañana abre un escenario con actores noveles en la política vasca que se incorporarán a un Parlamento autonómico con el PNV como grupo mayoritario, según las encuestas, y en el que surgen distintas y novedosas posibilidades de pacto de cara a la gobernabilidad de Euskadi.
Si en esta ocasión los sondeos electorales no fallan Elkarrekin Podemos entraría con fuerza en la Cámara vasca, pero a mucha distancia del PNV que repetiría su liderazgo seguido de lejos por EH Bildu y por la formación morada.
Con estas previsiones, el partido de Iñigo Urkullu tendría la hegemonía de nuevo, pero no la mayoría suficiente para gobernar sin tener que echar mano de alianzas tal y como es tradición en la historia del Parlamento Vasco.
El papel del PP en este trámite y la posibilidad de que ambos partidos crucen apoyos en el Parlamento Vasco y en el Congreso, además de poco previsible por las declaraciones de dirigentes del PNV, es innecesario, salvo en ocasiones extremas, debido al sistema vasco de investidura, que dificulta los vetos y las repeticiones electorales.
Todos los partidos pueden presentar a sus propios candidatos a lehendakari, que precisan de mayoría absoluta en primera vuelta y de simple en segunda para hacerse con la Presidencia vasca.
PNV y PSE-EE, que juntos rozarían la mayoría absoluta, podrían reeditar su pacto de estabilidad de estos últimos cuatro años que, no obstante, no evitó que los socialistas colaborasen e incluso liderasen, como en el caso de la Ley de Vivienda, la aprobación de normas al margen de las preferencias del Gobierno de Iñigo Urkullu.
De hecho, la socialista Idoia Mendia ya ha dejado clara su disposición a repetir alianzas, pero con las manos libres para renegar de ellas si los nacionalistas apuestan abiertamente por explorar vías soberanistas.
En el otro extremo se ha situado EH Bildu, cuyos candidatos han lanzado la idea de importar a Euskadi un “pacto a la navarra” en el que aúnen sus fuerzas PNV, Elkarrekin Podemos y la propia coalición abertzale con el derecho a decidir como norte.
Aunque en el nuevo tablero vasco todas las opciones se antojan posibles si la aritmética da, esta última parece al menos poco factible si se atiende a las declaraciones de Urkullu apelando a dejar a un lado “maximalismos, entelequias y fantasías políticas”.
Lo que no parece viable es una entente entre fuerzas de izquierdas (EH Bildu, Elkarrekin Podemos y PSE-EE), combinación que ninguno de sus posibles integrantes ha puesto de manera clara sobre la mesa.
La cultura del pacto ha estado presente en todas las legislaturas, salvo en la primera en la que el PNV gobernó en solitario con 25 de los 60 escaños que componían el Parlamento Vasco.
En el resto, ha habido pactos o gobiernos de coalición: PNV-PSE en la segunda legislatura y en la tercera; el tripartito PNV-EA-EE en la cuarta que duró sólo seis meses, al que siguió el de PNV-PSE; el acuerdo PNV-EA-PSE-EE en la quinta; el de PNV-EA en la sexta, con el apoyo de Euskal Herritarrok para la investidura de Ibarretxe.
A estas alianzas les siguieron el pacto PNV-EA con el respaldo de EB en la séptima; este mismo tripartito en la octava con los votos de 2 de los 9 parlamentarios de PCTV-EHAK; el que aupó a Patxi López a la Lehendakaritza con el apoyo del PP y UPyD; y el pacto en materia económica y fiscal en la última legislatura entre PNV y PSE-EE.