Mimoun y Ali son dos menores marroquíes que se encuentran en lo que antaño fuera un cuartel del Regimiento de Regulares hoy convertido en el Centro de Menores de La Purísima y están tutelados por la Consejería de Bienestar de Melilla, viviendo una situación que reclama la atención de todos.
Mimon, de 14 años, relata a Efe que decidió cruzar solo la frontera porque le dijeron que había un centro “en el que te dan papeles, derechos y estudios”.
“Me pasé tres días pidiendo a las puertas de un restaurante y durmiendo en un puente cercano, fui a la comisaría de la Policía Local y me trajeron aquí”, donde se siente bien tratado, asiste a clase y dice que le gustaría quedarse y trabajar de camarero.
Alí tiene 17 años y tras un tiempo viviendo en la calle en Marruecos entró por el paso de Barrio Chino para buscarse un futuro.
“Aquí me están ayudando”, dice Ali que realiza un taller para hacerse pintor y entrena a fútbol todas las tardes.
Son dos de los 325 niños que acoge La Purísima, un centro con capacidad real para 180, que se encuentra al 200 % de su aforo.
Viven en uno de los cuatro módulos exteriores junto a los más de 200 niños que ya llevan una vida más normalizada, están escolarizados y hacen curso y talleres de formación para una futura integración.
Suliman Abdeslam, director del centro, explica a Efe que han adaptado algunos espacios “para poder acoger a más niños y darles mejor atención”, pero “la situación es de una gran saturación y están muy por encima” de sus posibilidades.
El régimen del centro es abierto, “los niños no han cometido ningún delito” y, por tanto pueden abandonar las instalaciones en cualquier momento.
Pero hay “unas normas, un régimen interno de funcionamiento” y algunos no quieren cumplirlas, prefieren estar en la calle. “De estos últimos es de los que se habla en la ciudad”, se lamenta el director, que los cifra en 70, en su mayoría mayores de edad.
Según el consejero de Bienestar, Daniel Ventura, el problema es que ahora “se ha disparado”, son muchos los niños que cruzan la frontera atraídos por “el efecto llamada”.
Ventura admite a Efe que algunos de los que no consiguen llegar a a la Península están en la calle, donde terminan con problemas de consumo de sustancias estupefacientes y delinquiendo.
“Son un pequeño porcentaje pero también existe y no podemos utilizar a esta minoría para criminalizar a todos”, ha dicho.
Para Suliman Abdeslam, el trabajo con este colectivo es complicado, necesitan una atención especializada y no tienen “recursos ni humanos ni materiales”.
El pasado octubre, Bienestar Social puso en marcha un proyecto de educadores de calle y el consejero quiere mantenerlo, ya que es la única manera de acercarse a estos menores.
“La experiencia ha sido muy positiva”, se ha obtenido mucha información sobre los menores y sus motivaciones y algunos se han recuperado y atraído a La Purísima.
Sobre la posibilidad de maltrato dentro del centro, el consejero admite saber que hay algún caso en la Fiscalía de Menores: “He hablado con algunos menores que me han contado que el trato a veces no es el correcto” y les ha animado que lo denuncien.
Ventura insiste en la falta de medios -“hacemos lo que podemos”- pero se está viviendo “una crisis verdadera” y nos es solo de Melilla, “es un problema de Estado”, hay que adaptar las leyes a la especificidad de la ciudad y pedir un esfuerzo a Marruecos para que acoja a estos niños que son marroquíes y puedan estar con sus familias.
Mientras tanto, el Defensor del Pueblo ha subrayado que los menores encuentran dificultades que impiden su permanencia en los centros: la saturación, la demora en la autorización de residencia, la extinción de esta una vez cumplidos los 18 años o la discriminación en la escolarización.
El presidente de Prodein, José Palazón, es tajante, “es un tema mal tratado y mal gestionado” e insiste a Efe, “deberían ser centros más pequeños con un ambiente, si cabe, más familiar”.
“Los menores han perdido la confianza en el sistema” y apunta a la extinción de permisos de residencia como responsable de “la desbandada” que hay ahora en el centro.
No es la primera vez que ocurre desde que se empezó con esta política, “por eso quieren ir a la península porque allí en los centros eso no lo hacen”, asegura Palazón. Laly S.Zambrano