Hace treinta años, Israel y España establecieron relaciones diplomáticas, tras 38 años sin vínculos oficiales, un hecho histórico que los dos países celebran hoy con la esperanza de avanzar en ese camino.
Cuando nace el estado de Israel, en 1948, sus autoridades no quisieron saber nada del régimen de Franco, en el que veían la superviviencia del fascismo europeo que derivó en el Holocausto, explica a Efe el embajador español retirado José Antonio Yañez, uno de los principales artífices del establecimiento de relaciones en 1986.
“España estaba sometida a cierto ostracismo e Israel no quería enajenarse apoyos porque buscaba ser aceptado en la ONU”, una situación que se consolidó y se mantuvo durante años.
En la década siguiente, fue una España ninguneada por Occidente y que cultivó sus relaciones con los países árabes la que rechazó el acercamiento a Israel.
“La transición fue el momento de revisar esa situación, pero los primeros gobiernos temían la reacción de los países árabes, lo que fue dilatando la cuestión”, explica el diplomático.
Fue el gobierno de Felipe González, quien mantenía una cercana amistad con el entonces primer ministro israelí Simón Peres, el que cerró un acuerdo que se firmó en La Haya -sede entonces de la Presidencia semestral europea-, el mismo año en que España se integró en la Comunidad Europea.
“Normalizar la relación con Israel manteniendo buenas relaciones con los países árabes fue un logro muy importante”, explica Yañez, que resalta que incluso la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), vio en aquello “una nueva vía para la interlocución y el diálogo”.
Los primeros años fueron tímidos (“España no estaba dispuesta a ir de la mano con Israel por la Gran Vía”, en palabras de Víctor Harel, embajador israelí en España entre 2003 y 2007), pero fueron seguidos de una época fructífera: en 1991 Madrid albergó la Conferencia de Paz para Oriente Medio que abrió el camino a firmar, dos años después, los Acuerdos de Oslo.
Las relaciones han sufrido altibajos y momentos tensos o en los que cada país ha tendido a mirar a otro lado.
“En lo cultural, científico y económico se han hecho grandes avances, aunque se puede mejorar mucho. Lo problemático es en el ámbito político, donde puede que haya más sombras que luces”, dice Harel.
Según él, entre los factores que impiden que los dos países tengan “las relaciones especiales que deberían” y hacen que mantengan “relaciones normales, en el mejor de los casos” está el que España “siempre mire hacia los países árabes, y especialmente a los palestinos, temiendo su reacción”.
Además hay, según este diplomático otros obstáculos “muy presentes de la parte española”: el que en España subsistan sentimientos antisemitas (aunque el país no lo sea en su política oficial), la visión de que sin el conflicto con los palestinos habría paz en Oriente Medio y lo que él entiende como una falta de equidistancia en la cobertura informativa española.
“El conflicto israelí y palestino secuestra nuestras relaciones y hace que todo gire sobre ello”, dice Harel, para quien España es, sin duda “más propalestina que otros países europeos, algo que se refleja en la prensa y la opinión pública”.
También hay diferencias, a su entender, sobre el modo en que los países entienden la lucha contra el terrorismo.
“Cada vez que hay un conflicto, como la Segunda Intifada o Gaza, se refleja claramente y las relaciones bajan a un nivel helado. Cuando hay negociaciones de paz, resurgen”, precisa.
El también exembajador de Israel en Madrid entre 2011 y 2015, Alón Bar, cree que en estas tres décadas los dos países han logrado cimentar, a través del aumento de la presencia y el diálogo, “una relación vibrante entre las dos orillas del Mediterráneo”.
En los últimos años, explica a Efe, ambos se han concentrado en “aumentar el conocimiento cultural y las relaciones económicas”, en las que “hay mucho espacio para profundizar”.
Reconoce que si se compara con otros países europeos, España e Israel “están muy lejos de agotar el potencial de relaciones” y cree puede haber ralentizado el avance el que “en el pasado, muchos españoles hayan conocido Israel solo desde el prisma del conflicto y con el temor de dañar sus relaciones con el Magreb”.
Para el actual embajador de España en Tel Aviv, Fernando Carderera Soler, las relaciones han evolucionado “poco a poco, progresivamente”, hasta llegar al punto actual, en el que hay un diálogo político regular, contactos periódicos entre altos funcionarios y a nivel ministerial y un mayor intercambio económico y conocimiento mutuo.
Una plataforma sobre la que, reconocen ambas partes, aún queda mucho que construir.