Rosario Porto y Alfonso Basterra, culpables, por unanimidad, de la muerte de su única hija. Este es el dictamen del jurado popular al trágico desenlace de esta pequeña, cuya existencia apagaron el día 21 de septiembre de 2013.
El hallazgo del cadáver de esta menor de altas capacidades, que se depositó en una cuneta, desencadenó ese año un grave caso, sin precedentes en la historia criminal de España, un país conmovido.
El recuerdo de su rostro sobrevoló la sala en la que cinco hombres y cuatro mujeres han tenido la encomienda de dirimir si los padres de esta niña eran o no los responsables de su vil asesinato.
El juicio concluyó hace justo hoy una semana en los juzgados de Compostela, con la presentación de las conclusiones finales, y el jurado popular emitió este viernes su veredicto, en el que hubo unanimidad, y el cual llegó tras esta semana de deliberación, entre una gran expectación mediática.
Asunta Basterra fue la primera cría de origen chino llegada a la capital gallega, por lo que este suceso, del que sus padres y tutores legales, la abogada y exconsúl de Francia Rosario Porto y el periodista Alfonso Basterra, que están divorciados, fueron los principales acusados desde el principio, provocó un gran estupor en la ciudad.
Ambos fueron encarcelados en el penal coruñés de Teixeiro, prácticamente desde el inicio de la investigación, muy pocos días después del trágico fallecimiento.
Alfonso y Rosario, durante su declaración en esta vista oral, se esforzaron en transmitir que ellos no habían tenido nada que ver con el desenlace de Asunta, que era lo que más querían, y en decir que no sabían quién le pudo administrar Lorazepam, un ansiolítico que la autopsia reveló como existente, en altas dosis, en el cuerpo inerte de la víctima.
Asunta Basterra fue encontrada por dos viandantes en una pista forestal de Teo (A Coruña), cercana ésta a una casa propiedad de la familia, y en la que supuestamente pasó la tarde de aquella jornada clave su madre, Rosario Porto.
Según el relato dado por los padres de la niña, ambos comieron con su hija en casa de Alfonso Basterra ese 21 de septiembre, cuando pereció la menor.
Se trató aquel de un almuerzo que, según ellos, Charo y Alfonso, transcurrió de forma totalmente normal y del que Asunta salió en perfectas condiciones, para ir precisamente camino del piso de la madre y realizar tareas escolares.
La autopsia evidenció que la pequeña, durante o después de la comida, tuvo que ingerir hasta 27 pastillas del ansiolítico Lorazepam que consumía su madre, a través del fármaco Orfidal, y que durante ese verano adquirió su padre en un despacho farmacéutico.
Alfonso Basterra contó que vio por última vez a su hija en esa comida. Rosario Porto admitió que la pequeña la acompañó a la casa familiar cercana a la pista de Teo en la que fue encontrada, aunque insistió en que después la devolvió a Santiago "a media tarde".
Las cámaras de vigilancia de la capital gallega, en cambio, solo exhiben un único viaje de la madre hacia Teo, con Asunta, y otro de vuelta, ya sin la niña.
Alfonso y Rosario denunciaron esa tarde noche del 21 de septiembre de 2013 la desaparición. De madrugada, el cuerpo de Asunta fue encontrado en un talud, estaba descalza, y con signos de haber sido atada de pies y manos, con unas cuerdas que también aparecieron allí.
Este hecho propició que los investigadores decidiesen investigar las propiedades de los padres y, en especial, la casa de Teo cercana al lugar en el que se localizó el cadáver, algo a lo que, según los guardias civiles, Rosario Porto se negó en un principio.
Pero, convencida por Alfonso Basterra, accedió a ir a ese chalé, en el que se encontraron unas amarras similares a las de la pista, junto con un manojo de pañuelos, con los que se pudo asfixiar a la niña, además de dos mascarillas.
No obstante, las periciales que se expusieron en el juicio fueron incapaces de concluir un encaje mecánico entre ambas cuerdas, las de la pista y las de la cuneta, por lo que no fue posible probar un origen común, es decir, que perteneciesen ambas a la misma bovina.
Los investigadores también registraron el coche de Rosario Porto, que carecía de alfombrillas traseras, por lo que consideraron que fue allí donde pudo trasladar a la pequeña.
En el vehículo se halló tierra, pero tampoco pudo demostrarse si se trataba de la misma que la analizada en el lugar en el que estaba el cadáver.
Tanto la Fiscalía como la acusación popular, ejercida por la asociación Clara Campoamor, han defendido desde el principio que este asesinato se realizó de común acuerdo.
Ni los investigadores más avezados aguantan el tipo al ver una muerte con rostro de niña.
Hoy, al conocer el veredicto, Alfonso ha girado la cabeza, negando con ella, y Rosario, su ex, se ha mantenido imperturbable, en silencio.