Pilar Belzunce, viuda de Eduardo Chillida, fallecida ayer los 89 años, será incinerada y sus cenizas se enterrarán bajo el magnolio donde fueron depositadas las del artista en agosto de 2002, en el área privada del museo Chillida Leku de Hernani (Gipuzkoa).
Nacida en Filipinas en 1925, Pili, como la llamaban en su familia, era una parte “indisoluble” de Eduardo Chillida y desde la muerte del creador “se había ido aislando”. “Excepto a sus hijos, no conocía a nadie más”, ha explicado a EFE un allegado a la familia.
Pese a su silenciosa enfermedad, no se encontraba mal y se dedicaba a pintar -“lo hacía muy bien”-, pero esta semana contrajo una neumonía que le ha causado la muerte. “Todos estos días ha estado acompañada de sus ocho hijos”, ha agregado.
Pilar Belzunce conoció a Chillida siendo adolescente y se hicieron inseparables, se casaron en 1950 y desde entonces, mientras el escultor se dedicaba a su arte, “ella se encargó de gestionar todo lo demás”, incluidas las relaciones con las galerías y las cuestiones económicas.
“Ella fue quien le animó a dejar la carrera de arquitectura y dedicarse a la creación, la que le animó a reinventarse cuando tras su estancia en Francia empezó a destruir sus obras y la que le animó a buscar un espacio para guardar sus esculturas”, ha destacado este allegado.
También fue quien se encargó de guardar “todo lo que hacía, cualquier dibujo en un papel, todo” desde que un galerista le pidió que no volviera a dejar que Chillida destruyera sus obras -fueron las de su primera etapa, de la apenas existen piezas-.
“Él era lo que era gracias a Pili”, ha subrayado.
Ahora, en el caserío de Zabalaga, en ese lugar que encontraron los dos para convertirlo en Chillida Leku, serán enterradas sus cenizas junto a las su marido.