La candidatura del partido demócrata de los Estados Unidos parece abonada a continuar la política de apoyo sin fisuras a las minorías, sin la menor crítica a los abusos de éstas, que son quizá hoy la gran amenaza de las democracias occidentales. Por ahí va el acento de su campaña, junto con la descalificación radical del actual presidente. Sobre Joe Biden se ciernen muchas dudas e incertidumbres -no podía ser de otro modo en un político de tan larga trayectoria-, que sólo el tiempo aclarará. De momento, y a pesar del tono moderado y centrista -reconciliación frente a polarización-, la realidad es que su programa, a juicio de muchos, también de quienes lo elogian, es el más radical desde los tiempos de Roosevelt, camino de una revolución verde, sanitaria y social. Y la convención de Milwaukee ha añadido una fuerte carga revanchista. Por su parte, Donald Trump sigue en sus trece, con el lema de la convención republicana -“Honrando la gran historia americana”-, en clara continuidad con el “Volver a hacer América grande” de la campaña de 2016. Y no deja de asustar con el “caos” que se organizaría de vencer Joe Biden.
La suerte de no haber nacido en Estados Unidos libera de la seria responsabilidad de tener que elegir al menos malo: una muestra más de la inquietante crisis de liderazgo derivada de la más profunda crisis de civilización, agudizada en los tiempos actuales.
El caos, la descoordinación, la cantidad de rebrotes y la falta de directrices claras y concretas, en eso que Sánchez llamó la desescalada, era algo de esperar tras la desastrosa gestión desde que la pandemia llegó a España.
No deja de ser ridículo acusar al Reino Unido de defender sus intereses -o lo que crean que son sus intereses- y los de sus ciudadanos. En este caso eso de que “cada uno va a lo suyo” es perfectamente normal y lógico, por más que en España no exista esa costumbre sino que se opte por jugar a todos los tapetes incluido el de Gibraltar. Se trata de un problema de oferta y de demanda. La culpa del varapalo a nuestro turismo, no es de la demanda, la culpa es de la oferta. Pero la culpa no es del sector, la culpa es de un Gobierno inútil, inepto y sin recursos frente a otros países. España será más segura o menos segura que otros destinos turísticos, pero la cuestión es si el país proyecta en nuestros habituales clientes una imagen de seguridad y una oferta que inspire confianza. Y es que aquellos polvos trajeron estos lodos
El temps de prova que encara estem travessant no ens ha de fer oblidar que tenim dret a l’esperança. El Senyor ens demana que donem ànim als que estiguin cansats i afeixugats, i que no ens guardem el gran tresor que és Jesucrist, sinó que aprofitem aquesta gran oportunitat perquè tanta gent que ho necessita arribi a conèixer-lo.
Ell, en donar-nos la seva vida, ens farà estar a prop de tots els homes per donar-nos també vida a nosaltres. Ara, en període de vacances i de pandèmia, és sens dubte un bon moment.