Opinió

Seremos más yayas

ESTE confinamiento nos ha enseñado a comportarnos como las abuelas. Estamos ante una crisis sanitaria que ha puesto en el centro del mapa a la gente mayor, quien la crueldad del capitalismo ha ninguneado, minimizando sus pérdidas.

Cuando el año pasado escribí “El consumidor tarado”, quería que los lectores reflexionasen sobre lo patológicas que son algunas conductas de consumo, a partir de la figura de alguien que comprase de forma antagónica a nosotros. Por esta razón, utilicé a mi abuela, nacida en 1921, como hilo conductor.

Ella, que tiene la cabeza bastante clara, siempre ha tenido unas pautas de consumo opuestas a las nuestras: austeridad, economía centrada en las personas, planificación muy a largo plazo, sostenibilidad sin sobrecostes económicos, etc. Curiosamente, estas pautas que me ayudaban a distanciarme del consumidor actual están más cerca que nunca.

Los resultados de la reciente encuesta realizada con Escodi, contestada por más de 700 consumidores, nos presentan a un ciudadano con unos hábitos y expectativas de consumo que se asemejan enormemente a los de mi abuela. El confinamiento nos acerca a la slow life: cocinamos un 54% más y destinamos mucho más del doble de tiempo. Hemos pasado de discutir en un grupo de Whatsapp que tengo con amigos sobre el VAR y el “Procés” a valorar qué ingredientes debe tener un buen cocido. Los productos que más han crecido en ventas han sido las legumbres secas, que se dispararon un 335%. Un 31% de los encuestados hacen más repostería y algo muy de otros tiempos: el 39% pasa más tiempo “pensando en sus cosas”. Parece que, pese a las innumerables horas que pasamos ante pantallas, ahora tenemos tiempo para estar en Babia, acto denostado por la sociedad de consumo. También planificamos más las compras (a la fuerza), recuperamos la lista de la compra, somos más fieles a los establecimientos, hablamos un 20% más con los vecinos€ como si de repente reapareciésemos en los años 50. Además, la categoría de productos que más han caído ha sido la ropa, categoría tan poco comprada por la gente mayor, en comparación de los más jóvenes.

Lo más interesante del estudio es saber qué hábitos trascenderán al confinamiento: sólo perdurarán los actos que supongan un beneficio, ya sea económico o en ahorro de tiempo. Por ejemplo, pese a que la gente no tiene muchas ganas de más comercio electrónico, parece obvio que el 20% de baby boomers (gente de entre 55 y 70 años), que ahora han aumentado sus compras online, van a seguir haciéndolo, aunque sea en menor intensidad. Pero por lo expresado en la encuesta y otros informes la expectativa de los consumidores se asemeja más a consumir como hacían nuestras abuelas que al siglo XXI.

Los efectos de la crisis del 2008 sobre el consumo fueron la readaptación de nuestras compras a una capacidad económica mermada, disparándose la venta de productos low cost, marcas blancas, comparar online y el auge de los outlets. En cambio, la futura crisis parece que puede hacer que busquemos el ahorro a partir de la reducción del consumo, más que comprando más barato. El 78% de nuestra población encuestada afirma que quieren una mayor sostenibilidad, en base a reducir su consumo (reutilizar y evitar ciertas compras). No parece que el mercado ecológico vaya a crecer mucho, debido a su sobrecoste, pero en cambio la compra de proximidad, buscando el calor humano, parece que tendrá un largo recorrido. Esto nos plantea un futuro con más compras de proximidad, planificación, reutilizar, alargar la vida útil de los productos, austeridad y racionalización, tal como hacían nuestras abuelas.

* El autor es doctor en Psicología y profesor de Psicología del Consumo en Escodi 

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