Opinió

Los ancianos; destino, el olvido

RA 1975 cuando Franco murió, ejecutó por fusilamiento a cinco presos políticos, tres del FRAP y dos de ETA Político-militar, fueron los últimos crímenes de Estado. Un año antes habían ejecutado por garrote vil a Salvador Puig Antich y Heinz Chez. Los jóvenes de esa época estábamos en la calle exigiendo libertad, amnistía y Estatut de autonomía. Otros estaban prisioneros en las cárceles españolas.

Levantamos un país, que estaba en 1977 con un crecimiento del 1,6% del PIB, y una renta de 17.261 dólares/habitante. Frente al 3.8% del PIB del 2007 y una renta de 31.449 dólares. Aquellos jóvenes habíamos hecho crecer la riqueza colectiva del Estado español un 137%.

Muchos de aquellos jóvenes nos desprendimos del miedo que arrastraban nuestros mayores, que crecieron y se hicieron adultos bajo los años más crueles del franquismo y que les llevaron a perder la memoria histórica. Salimos a la calle, forzando un camino hacia la democracia, que al final se produjo el 6 de diciembre de 1978 con la aprobación de la Constitución española.

Hemos cotizado una media de 35 años en nuestra vida laboral. Cotizaciones que fueron engrosando el Fondo de Reserva de las Pensiones, año tras año. Mientras que los gobernantes lo iban vaciando sin dar explicaciones, con nocturnidad y alevosía. Hablamos de una riqueza colectiva superior al billón de euros.

Hemos consolidado un parque de viviendas en propiedad superior al del resto de Europa, con mucho esfuerzo y que supuso que el Estado democrático apenas desarrollara viviendas de protección oficial, como debía haber sido su obligación. Nuestras pensiones son pobres pero tenemos donde vivir.

Hemos alimentado el ansia recaudadora del Estado hasta saciar sus arcas. Ahora nos castigan con el IRPF de nuestra pensión, proporcionalmente pagamos más impuestos que cualquier empresario de este país.

Hemos engrosado los bolsillos de los banqueros españoles hasta la saciedad, mientras ellos nos robaban con las preferentes y ahora con los planes de pensiones privadas y colectivas. Los 72.000 millones de rescate para la banca española procedentes del Banco Central Europeo los estamos pagamos todos los españoles. La banca sólo ha devuelto 12.000 millones.

Hemos paliado la brutal crisis económica de 12 años de duración, donde más de 800.00 hogares han sido desahuciados sin contemplaciones. Donde la mayoría nos hemos empobrecido un 30% respecto al 2008. Pero ahí estábamos los abuelos y abuelas, con las míseras pensiones, pero con un plato caliente en la mesa para nuestros hijos y nietos.

Después de todo lo que hemos aportado, nos hacemos mayores y, cuando nuestro estado de salud requiere de una atención especializada, que supuestamente el Estado y ahora las autonomías nos tiene preparada, resulta que nos encontramos con lo siguiente.

El Govern de la Generalitat nos ofrece 10.298 plazas en residencias públicas (un 17% del total existente), esto es un 10% menos que en el resto de España, y 49.590 (83%) plazas en residencias privadas. El 25% de las plazas privadas disponibles están en manos de grandes consorcios franceses y españoles (Armavir, Orpea, Sanitas, Caser, Santa Lucía, Vitalia).

Datos de toda España. La red pública de residencias para ancianos es del 27,3% (unas 97.145 plazas) y privadas, del 72,7% (260.566 plazas). Este sector está siendo controlado por los fondos de inversión y grandes aseguradoras. Detrás del 89,2% de pensionistas hay una propiedad privada libre de cargas. La banca ya tiene preparadas las hipotecas inversas. Ése es el gran negocio.

Además es importante exprimir el proceso final de la vida. Por eso los medios destinados a la atención a la dependencia son tan mínimos. El resultado final es una atención desastrosa con un personal de atención trabajando en condiciones de semiesclavitud. Turnos de 12 horas o más con 20 o más personas para atender por cada auxiliar de geriatría en servicio. Atención sanitaria casi inexistente de forma permanente, sólo cuando viene un médico a ver cómo va el negocio.

Ahora cuando nos ha invadido ese virus, el COVID-19, nos encontramos, casi tres meses después del inicio de la pandemia, que en las residencias de ancianos se está produciendo un verdadero drama humano de dimensiones incalculables hasta ahora. Hoy día -23/04/2020- se informa de 15.000 muertos sólo en residencias de toda España. En Catalunya ha habido casi 3.000 muertes en residencias catalanas, el 20% del total de muertes en España. Recordad aquellas palabras de la consellera Alba Vergés que hizo públicas la prensa catalana: “Salut contempla ‘limitar el esfuerzo terapéutico’ en pacientes de coronavirus de más de 80 años”.

Esta pandemia está poniendo sobre la palestra muchas cosas. La peor de todas es la situación de nuestros ancianos en su último viaje por la vida. Sólo hay un calificativo para esto y es “vergüenza”.

Este estigma, que acompañe a su conciencia para el resto de sus días a los responsables de este desastre humano. Todos esos defensores de la economía de libre mercado. Estos políticos que se han estado mirando solamente la cartera, abandonando sus responsabilidades colectivas a su suerte. Esos miles de cargos públicos imputados por corrupción. Ese rey emérito que nos ha robado lo que ha podido y más.

Cuando podamos hablar públicamente debemos exigir una transformación profunda de todo el sistema asistencial para la dependencia. Que sean los poderes públicos los que promuevan y gestionen directamente los servicios. Hay que dotarlos de más recursos especializados, tanto en el ámbito de la asistencia sanitaria como en su faceta afectiva. Hay que crear residencias de personas donde convivan los ancianos con los jóvenes. Hay que crear un espacio solapado generacional para que conviva el futuro con la sabiduría de la experiencia.

Ésa es la cruda realidad, ya podéis aplaudir, vuestros padres seguirán ese camino si no ponéis remedio a ello. Sois vosotros y vosotras, la generación nacida en democracia, los que debéis salir a la calle y hacer cambiar todo esto. Nosotros estamos cansados. Llevamos 28 meses luchando por la defensa de las pensiones públicas (las nuestras y las vuestras), por residencias públicas y atención a la dependencia, por la sanidad pública. Son vuestros abuelos los que están muriendo abandonados por este cruel sistema que estáis alimentando con vuestra plusvalía, pero ahora vamos nosotros y esa lucha ha quedado diluida por la pandemia. No dejéis que se diluya vuestra conciencia.

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