STA pandemia está sacando a la luz muchas veces lo mejor de nosotros mismos, solidaridad, sentimientos compartidos, entrega, generosidad. Pero otras veces es todo lo contrario, agudiza las contradicciones de las personas, sus miserias humanas, su egoísmo, su individualismo, su crueldad, y además nos hace ver muy claramente cuáles son los grandes errores de nuestros gobernantes.
Mientras la epidemia bacteriológica se va extendiendo por las tierras de España, los poderes públicos se van quitando las caretas ante la incertidumbre del pueblo y comienzan las campañas mediáticas por los subterráneos de las redes sociales escupiendo toda la maldad que encierran y una vez más vemos la España aquella de Aznar, donde por cojones los atentados de Atocha eran obra de ETA. Ahora pasa lo mismo desde la caverna.
Hace un par de días que las residencias geriátricas son el centro de atención del periodismo sensacionalista de nuestro país, por los casos de contagio que se están propagando como la pólvora, en algunos casos dando la sensación de un caos en esos centros asistenciales que sólo sirve para generar mucha preocupación a los familiares de los internos.
Por otro lado sí es cierto que hace dos semanas conocimos las acciones criminales de unos cuidadores con una señora enferma de alzheimer y que la violaban en su estado vegetativo. Casos de maltratos han existido y existen hacia las personas mayores en centros privados.
Lo que deja claro es que esas personas mayores, con problemas de salud física o mental, deben estar tuteladas por el Estado. La mejor forma de que eso sea así es que esas personas mayores pasen esa última etapa de su vida en centros geriátricos públicos. Pero hay un problema, nuestros gobernantes nunca han apostado por que eso sea así, hay algunas residencias públicas pero muchísimas más privadas.
El Estado debe velar las 24 horas del día para que esas ciudadanas con todos sus derechos vigentes reciban el mejor trato posible por profesionales cualificados. El respeto a su dignidad como persona se debe asegurar permanentemente.
El hecho de que se puedan crear centros asistenciales permanentes de iniciativa privada ya es de por sí una dejación de derecho de los poderes públicos. El que monta un chiringuito que realice como actividad la asunción de tareas asistenciales de ciudadanas en el marco de la iniciativa privada lo hace para generar un beneficio empresarial. Es lógico, por eso debe ser totalmente tutelado por los poderes públicos.
Ahora esta pandemia asesina ha puesto en la palestra lo abandonados que están esos seres humanos. Cómo el coronavirus se está cebando con ellos y cómo el contagio pasa de los cuidadores a los dependientes y viceversa. A éstos nadie los aplaude a pesar de que trabajan en condiciones aún peores que en los hospitales públicos, sino todo lo contrario, los criminalizan.
El Estado debe tener una red de centros especializados asistenciales que sean modélicos y que garanticen al 100% su eficiencia y buen hacer.
Si no es así el Estado es el culpable de que todo esto pase, y pasa porque privatizar los servicios públicos lleva a todo esto, ha pasado y pasará si no ponemos fin a esta política de fraude en que nos encontramos.
Va siendo la hora de replantearnos muchas cosas mientras respetamos el confinamiento colectivo. Es la hora de comenzar a ver todo esto desde la perspectiva de las personas y sus derechos.
Ya no debemos primar los mercados, ni la estabilidad financiera frente a esta pandemia. Lo primero deben ser las personas. Si no somos capaces de darnos cuenta de esto, ya podemos dejar las mascarillas, los guantes, abrir la puerta, montar una barbacoa bebiendo todos de la litrona compartida y esperar a que nos visite el coronavirus, porque no habremos aprendido nada, como hace ya mucho tiempo observamos algunos atónitos este mundo sinsentido, donde vemos constantemente cómo somos cómplices de los desalmados que van vaciando de riqueza y de derechos nuestras vidas.
Mientras ellos están pendientes de ver por dónde les indican que deben ir tomando sus decisiones.
Hay que aprovechar los que sobrevivamos a esta pandemia, cuando termine esta pesadilla, sobre todo los mayores, yo soy uno de ellos, para hacer limpieza de verdad, sin complejos. Ver quiénes con sus decisiones miraron para otro lado mientras desde otros lugares del mundo se anunciaba lo que ahora nos ataca y nos mata.
Hay que revisar la Constitución y las leyes, nadie, absolutamente nadie, debe quedar inmune ante la justicia, lleve corona o rabo, lo mismo da, el interés público debe estar totalmente protegido, y quien no lo respete debe quitarse de en medio.
¿Qué ejemplo estamos dando a nuestras generaciones jóvenes?