Opinió

Siempre hay una oportunidad para el mañana

Llevo en mi espíritu una captura de pantalla de un vídeo de la Organización Meteorológica Mundial, en cuyo pie se nos dice que la tierra alcanza un récord histórico de calor verdaderamente preocupante. Ante esta realidad, no puedo por menos que preocuparme y reconocer que nuestro comportamiento mezquino e irresponsable ha sido el causante de triturar ese ambiente originario en lugar de protegerlo. Cuando nada se considera, se estima y tampoco se respeta, las consecuencias son tremendas. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a dominarlo todo a nuestro antojo, al capricho del poder, obviando que las necedades del linaje en su conjunto son los problemas de cada uno. Junto a la degradación ambiental, la deshumanización parece dejarnos sin expectativas, pero llegado a este punto debe de estar el coraje de la ciudadanía, dispuesta a no dejarse amilanar por nada ni por nadie. Lo importante es cargar con el ahora, con la propuesta de un nuevo estilo de vida más equitativo, porque la injusticia no es invencible, que lo sepamos.

Precisamente, creo que el porvenir del germen humanístico radica en el afecto de unos y otros hacia ese instinto natural, o si quieren de raciocinio inherente, que jamás debemos perder. Desde luego, siempre vamos a tener una oportunidad de cambio. La cuestión es que nos unamos toda la especie y empecemos una nueva construcción, pensando en todos los pueblos y en cada ser humano, y dejemos a un lado los intereses económicos y los capitales. No es cierto un desarrollo sostenible sin hermanamiento entre culturas. Tampoco es positiva esta solidaridad que venimos predicando, ya que no es una adhesión que nos fraternice. Podríamos refrendar, incluso, que las bondades que solemos predicar hasta la saciedad, si no llegan a compenetrarnos, tampoco tienen nada de autenticidad. Por ello, es menester converger en diálogos de corazón, cada cual desde su experiencia de culto, desde su propia cultura, sus capacidades e iniciativas.

Lo fundamental es no quedarse parado, ni resignarnos. La resignación es una manera de dejarse morir. Si pretendemos construir un mañana más armónico y esperanzador, tenemos que activar los sueños, para no fenecer entre maldades. Sin duda, una manera de contribuir a la protección de la humanidad es la de estar en guardia como un poeta más. Las crisis no se resuelven por sí solas. Ahí está el sufrimiento de los excluidos, el dolor de nuestra casa común, las inseguridades nuestras, la arbitraria dominación humana, la visión poderosa de algunas criaturas, que aún no se han dado cuenta de la interdependencia entre caminantes diversos. Nadie se basta por sí mismo. ¡Aprendámoslo! El gran avance está en saber complementarse y en servirse mutuamente, sin sobornarse o dejarse comercializar, pues lo trascendente es mejorar el bienestar de todos los países y de la humanidad. Esencial para llegar a buen término es no apropiarse de espacios que son comunes y dignificar toda vida, y, en todo caso, si se ocupa ha de ser sólo para administrarlo en bien de la humanidad. En este sentido, hay que utilizar el poder con acierto, no avasallando, responsablemente, con la plenitud de los valores siempre como lenguaje, para poder tomar conciencia de los límites y la orientación debida.

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