L agotamiento e incluso el cabreo de la ciudadanía frente a la nueva convocatoria electoral -por el fracaso de las conversaciones entre PSOE y Unidas Podemos- parecían ser el marco en el que operaría la precampaña, la campaña y, con certitud, el voto del próximo 10 de noviembre. No obstante, el escenario se ha modificado de forma importante. La irrupción de Íñigo Errejón y Más País produce movimientos importantes en el tablero político. Tal vez podría modificar de forma significativa el resultado electoral y, en consecuencia, ser vector clave en la formación de un Gobierno que, nadie lo duda, tendrá retos importantísimos en el corto y medio plazo.
Empecemos por el inicio. Los dos principales partidos de la izquierda política en el Congreso de los Diputados parten de serios problemas a la hora de abordar la campaña y pedir el voto. Es de sentido común que la ciudadanía, en especial la progresista, se sienta decepcionada por la incapacidad de PSOE y UP para llegar a acuerdos. Parece, a su vez, bastante probable que tal decepción sea mayor entre los votantes de UP, a los que debe costar horrores entender cómo en tan poco tiempo pueden cometerse tantos errores y de tanto peso: un partido que ya no existe, sin implantación, sin referencias conocidas y que lo confía todo a un líder, Pablo Iglesias, cada vez más exhausto y con más imprecisiones políticas. Imprecisiones y errores que generan un campo abierto a gobiernos de las tres derechas, como ya ha sucedido en Andalucía y en Madrid y ahora tal vez ocurra en toda España.
Por todo ello la irrupción de Más País ofrece, en este contexto, una oportunidad mayúscula que sus principales promotores deben saber aprovechar: ser un voto útil y fiable a fin de garantizar, sí o sí, un gobierno progresista. Un gobierno progresista que debe abordar, sin dilaciones, los enormes retos que, como decíamos líneas arriba, tienen nuestras sociedades y que, muy resumidamente, pueden sintetizarse en tres áreas.
En primer lugar, la emergencia climática, ya inapelable, merece un gobierno a la altura de semejante reto que pone, ni más ni menos, en riesgo el futuro de nuestras sociedades. No hay batallas de sillón que aplacen la urgencia para abordar la transición ecológica. Merecemos un gobierno que sea parte del vector transnacional que dé forma al New Green Deal, esto es, una traducción institucional a los millones de personas que reclaman medidas urgentes e irreversibles para frenar los efectos devastadores de la urgencia climática.
En segundo lugar, la acentuación de la desigualdad social propia de nuestra sociedad debe ser un acicate para un gobierno decente. De este modo la actualización de la igualdad de oportunidades se convierte en reto para una acción de gobierno progresista: distribuir la riqueza y dar un salto de calidad en la enseñanza profesional y universitaria deben ser algunas de las prioridades absolutas. Merecemos un gobierno comprometido desde el minuto cero con el bienestar de la mayoría, no sólo con el de las élites.
Y, en tercer lugar, un gobierno progresista debe apostar por el diálogo institucional y el reconocimiento de la pluralidad de la sociedad española, pero también la pluralidad de la sociedad catalana. Los últimos años hemos sido testigos de lo que nunca debería hacer la política: la sordera por un lado y el unilateralismo por el otro han supuesto un fracaso y un aviso serio para nuestras sociedades. Ello debe ser el pasado. En el presente merecemos, por el contrario, un gobierno progresista que tome en serio la palabra, el diálogo y la exigencia, a todos, que las instituciones son de todos.
No cabe duda de que alguien pensará que son retos de excesiva enjundia para las pocas semanas que nos separan del 10-N. Creo que es una visión errónea y propia de una mirada política un pelín desfasada: la política no funciona de arriba abajo, esto es a través de unos mensajes que las opciones electorales mandan a los ciudadanos. Más bien, en los tiempos de las tecnologías de la información y las redes sociales funciona de forma inversa: las opciones electorales exitosas son aquellas que saben leer lo que sucede en la sociedad, sus corrientes de opinión y, en consecuencia, se ponen a su servicio. El agotamiento y el cabreo con la política, especialmente entre la gente progresista pero no sólo, se explican por el hecho de que más allá de sus palabras y sus relatos los partidos actuales (PSOE y UP) se han mostrado incapaces de avanzar en la creación de un gobierno que trabaje por la transición ecológica, por la igualdad de oportunidades y per el diálogo entre diferentes. Esto es, un gobierno que tenga el firme compromiso de trabajar por el bien común y la mejora de las sociedades en tiempos oscuros como los actuales.
La opción electoral de Más País tiene por tanto una enorme oportunidad que no puede desatender. ¿Será capaz de acometer tales desafíos? Lo veremos en las próximas semanas y meses.