Cuatro décadas dan para mucho pero, aunque la crónica castellera ha detallado todos y cada uno de los éxitos de Minyons, ignora algunos episodios de trastienda que hoy desvelamos. Las primeras protestas de la colla, las batallas de la mili de algunos de sus integrantes o los retos que les impone en nuevo urbanismo. Estas son algunas de las anécdotas de esos 40 años.
En los años 70 la sección infantil del Centre Excursionista celebraba su 10 aniversario cuando dos monitores, uno de ellos casteller en Sitges, comentaron la idea de impulsar una colla en Terrassa. En mayo de 1979, en la fiesta de aniversario, se levantaron los primeros castells de cinco, sin apenas ensayar. Salió bien y entonces surgió la idea de crear una colla", recuerda Artur Moncal, miembro de Minyons desde sus orígenes y al frente de varias tareas, como la de formación. El primer núcleo empezó a ensayar pero "no dio tiempo a actuar por Festa Major. Lo hicimos por primera vez el 14 de julio en la Plaça Vella, con camisas azules de mecánico y pantalón blanco". Unos meses más tarde, un retal barato de tela lila y la apuesta de las minyonas por el feminismo acabó imponiendo el malva como distintivo de la colla.
En los años 80 la colla libró un duro pulso con las autoridades municipales, a las que solicitaba la cesión de un local para ensayar. Durante tiempo, el Ayuntamiento no dio respuesta y cuando formuló alguna alternativa no encajó en las necesidades de la entidad. Por aquel entonces, Minyons tenía cuarenta miembros, la mayoría jóvenes de 15 a 17 años dispuestos a aguantar el pulso con la administración y a una acción directa que no se hizo esperar. Durante tres fiestas mayores, la colla levantó pilares de cinco de espaldas a la fachada municipal como muestra de protesta. La colla egarense fue de las primeras en mostrar en democracia sus desacuerdo con la política en los despachos, y en la plaza.
La mili obligatoria pasó a la historia el 31 de diciembre de 2001. Hasta entonces, los castellers urdieron todo suerte de tretas para esquivar el servicio militar o, en su defecto, lograr permisos que les permitieran acudir a las citas castelleras. La colla afrontaba ya construcciones de envergadura y necesitaba todos los efectivos en plaza. El histórico minyó Artur Moncal recuerda que "alegábamos de todo. Yo miopía y no coló, como la incontinencia de un compañero". Moncal recuerda cómo aquel soldado de reemplazo llevó su treta hasta el final. "Manchó la cama cada noche, hasta que lo expulsaron". Durante años, los soldados conseguían permisos de fin de semana para levantar castells. Todo el mundo -en el Ayuntamiento y en la colla- hizo gestiones con los jefes de región militar y con los generales, que acababan cediendo. "Conseguimos que los fines de semana vinieran de toda España", explica Moncal. Algunos mandos militares, fascinados por las construcciones castelleras, pedían fotos de los castells.
La remodelación del Raval trastocó por completo las exhibiciones castelleras. Antes, el asfalto plano favorecía la evolución de los castells, perfectamente equilibrados. Con el nuevo diseño, el Raval está inclinado y en un tres de dèu la diferencia entre un extremo y otro de la pinya es de ochenta centímetros. "Para hacer una pinya plana -comentan desde la colla- deberíamos poner personas de 1’5 metros, o sea niños, frente al Ayuntamiento y de dos metros en el lado de la calle Cremat". Desde la reforma del Raval, Minyons y el resto de collas que actúan en Terrassa deben trabajar la pendiente para nivelar sus castells, que soportan presiones añadidas. El "factor Raval" llevó a la colla malva a desplazar la celebración de su diada a la Plaça Vella, perfectamente plana.
Minyons hizo su primera actuación castellera en una Festa Major de Terrassa en 1980. Descargó un tres de set "que nos supo a tres de deu. Fue una sorpresa, estábamos empezando y no nos lo creíamos", recuerda Moncal. En la colla comentan la ilusión de la ciudadanía por sumarse a las pinyes. No había cultura castellera, de manera que se sucedían las preguntas de cómo hacerlo. Cuarenta años después, "seguimos viendo esas miradas de sorpresa en la plaza, donde detectamos quién sólo está fascinado por la espectacularidad de los castells, por el trabajo en equipo y la participación de personas de todas las edades y quien está dispuesto a sumarse a la colla En ese caso, activamos el gancho".