El capital financiero sigue maquinando cómo reducir los derechos laborales de los trabajadores y trabajadoras en España. Para ello ya están perfilando propuestas a espaldas de los interesados, es decir, nosotros.
La mochila austríaca es un fondo que conlleva el trabajador en su vida activa y del cual se abastecerá por la aplicación directa de un porcentaje sobre su salario que irá a ese fondo y que servirá para que el propio trabajador cubra sus necesidades en caso de despido y para su pensión.
La indemnización por despido improcedente, concepto conquistado y vigente desde hace muchos años. Desde 1977 esta indemnización ha ido menguando en días/año y en plazo máximo a pagar, comenzando ese año en que se pagaba 60 días por año y un tope de 60 mensualidades. En marzo de 1980 ya rebajaron las cuantías a 45 días/año y un máximo de 42 mensualidades. La reforma laboral de febrero del 2012 rebajó a 33 días/año y un máximo de 24 mensualidades.
Ahora parece que ese derecho piensan eliminarlo con una pérdida enorme de los importes a recibir. Es un tema que se está proponiendo desde las esferas comunitarias y del Gobierno de España.
Por otro lado este fondo va a servir también para la etapa de jubilación, si es que queda algo en la mochila, ya que habrá dos factores que la harán menguar, los ceses laborales, cosa muy común ahora, ya que la precariedad laboral es permanente, y la renta- bilidad de ese fondo que gestionarán entidades financieras y por lo tanto ese dinero estará en constante movimiento en los mercados financieros con el consiguiente peligro de que sufra pérdidas como suele ser lo más común.
Por otro lado se ha aprobado en el Parlamento Europeo el PePP (Plan Europeo de Pensiones Privadas) para homogeneizar las ofertas que se hagan en el conjunto de la UE. Estos planes de pensiones tendrán dos objetivos, por un lado que los más de cien mil millones que mueven al año las pensiones en España sean un capital que genere plusvalía a las entidades gestoras de los fondos, y por otro lado servirá, junto con la mochila austríaca, para dar liquidez a los bancos.
Pero el que contribuye obligatoriamente a estos fondos financieros es el trabajador/a que con su dinero otros ganan y se lo embolsan mientras que el trabajador sólo recibe el menguado beneficio que en su plan de pensiones se haya establecido, siempre y cuando no haya habido pérdidas en el capital aportado por la nefasta especulación que hagan los gestores de nuestro dinero, porque entonces las pérdidas sí que tienen nombre, nosotros.
Estas opciones son del agrado de la mayoría de partidos políticos del arco parlamentario español, lo que supone un agravio más al trabajador, que para mayor "escarnio" es el que lo ha votado.
El panorama no pinta bien para todos aquéllos y aquéllas menores de 65 años, más de 23 millones de ciudadanos y ciudadanas que dependen de un salario. Sus representantes sindicales deberían estar trabajando para intentar frenar esta brutal agresión que supondrá un empobrecimiento aún mayor de la población de España.
No olvidemos que en estos momentos sigue habiendo mucha precariedad, en torno al 20% de la población activa, en nuestro país, tanto por el paro aún existente que castiga a los menores de 35 años como por las condiciones miserables existentes desde las dos reformas laborales del 2010 y del 2012.
Si nos fijamos a nuestro alrededor vemos una actitud de asunción de la realidad, provocada por 12 años de crisis profunda, que ha sumido a la clase obrera en las más indignante pasividad, donde sólo actúan los colectivos agredidos directamente y con cierta prudencia desde las organizaciones sociales.
Mientras el sistema económico capitaneado por el capital financiero golpea, y vuelve a golpear una y otra vez, a la clase obrera. Es hora de muchas cosas, y los sindicatos deberían estar haciendo su trabajo de forma mucho más contundente, como mínimo podrían aplicarse aquel principio que dice "la reacción ha sido proporcional a la acción".
Poder recuperar como pueblo esa dignidad pisoteada por tantos sectores de este país se hace cada vez más difícil, porque el agresor ya tiene a sus incondicionales actuando contundentemente en este mar de la confusión y la incoherencia.
Sólo hay que ver los resultados electorales para confirmarlo.