A pocos minutos de las doce del mediodía, del domingo, la Plaça Vella ofrecía un lleno total. Centenares de egarenses, sobre todo en familia, se dieron cita en ese espacio céntrico para participar y compartir la celebración del Día de Ramos y con ella el inicio de la actividad litúrgica de la Semana Santa.
Como todos los años, cuando sonaron las campana de la Catedral del Sant Esperit, salió la comitiva eclesiástica del recinto presidida por el obispo Josep Àngel Saiz Meneses y recorrió los pocos metros para subir a la tarima permanente que hay en la esquina de la plaza con la calle de Cremat.
Tras dar la bienvenida, el obispo se felicitó por la multitud congregada con el ánimo de mantener una tradición tan nuestra. En su homilía, Saiz Meneses subrayó "la importancia que tiene para un pueblo mantener las raíces religiosas y culturales para recurrir después a una figura alegórica. "El pueblo es como un árbol. Si tiene la raíces muertas no da fruto por lo que hay que cuidarlo siempre". Señaló que no era momento para grandes discursos pero si quiso hacer referencia al simbolismo de la festividad. "Hoy es el día que Jesús entra en Jerusalén y que los niños hebreos salen a su encuentro para aclamarlo". El obispo apeló "a esta idea del encuentro que, según el Papa Francisco, es muy importante porque defiende una convivencia colectiva y no individualista". En este contexto pidió a los feligreses que "ejerzan un triple encuentro; uno con Jesús compartiendo su mensaje de amor, paz, fraternidad y perdón; un segundo con uno mismo de introspección para detectar aquello en lo que podemos mejorar y un tercero con los demás porque estamos obligados a vivir en familia y eso nos puede costar pero no hay que rendirse". El obispo concluyó su mensaje diciendo que hay que "reavivar las raíces espirituales" y deseó que "la Semana Santa sea provechosa par ala comunidad cristiana y para la ciudad".
El acto, que se inició antes de la misa en la Catedral del Sant Esperit, se completó con la lectura de un fragmento del evangelio de San Lucas, que evoca la entrada triunfal de Jesús en el templo antes de su muerte y resurrección. Tras las intervenciones , el obispo procedió a la bendición de palmas, palmones, ramos de laurel y también alguna rosa de Sant Jordi, que portaban algunas personas avanzándose ya a la Diada que llega justo a la vuelta de Semana Santa. El momento cumbre fue cuando todos los egarenses elevaron las palmas y las agitaron con entusiasmo. La liturgia vivida en la Plaça Vella se expandió por todas parroquias y barrios. La jornada fue especial en Les Arenes donde se celebró la procesión de la Borriquita.