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25 años tras su liberación, la farmacéutica de Olot sólo pide “normalidad”

Este miércoles 27 de marzo de 2019 se cumplen 25 años desde que Maria Àngels Feliu Bassols, la farmacéutica de Olot, fue liberada tras 492 días de secuestro y lo único que pedía entonces y ahora, según su abogado, Carles Monguilod, es desarrollar su vida con “normalidad”.

Feliu, que este año cumple 61 años, era hija del acaudalado empresario Tomàs Feliu i Cendra -que participó en la fundación del Banco Industrial de los Pirineos, del que fue consejero hasta que quebró en 1982-, y fue raptada el 20 de noviembre de 1992.

La liberación se produjo un año y cuatro meses después, convirtiéndose en el secuestro más largo de España por motivos ajenos al terrorismo.

Monguilod, que mantiene contacto puntual con Maria Àngels, sostiene que la intención de la farmacéutica, como ha sido siempre, es poder vivir con “absoluta normalidad, la normalidad que nunca debía haber perdido” y que, por ello, se mantiene alejada de los medios de comunicación.

Asegura el letrado que le han propuesto entrevistas, reportajes e, incluso, una gran productora le planteó rodar una película del calvario vivido por Feliu, que permaneció durante todo su cautiverio en un zulo bajo la casa de uno de sus secuestradores en Sant Pere de Torelló (Barcelona).

“Ni siquiera le he hecho llegar todo eso porque sé cómo piensa”, señala el mediático abogado, que también ejerció la defensa años más tarde del asesino del geriátrico de Olot.

Poco después de las 21.00 horas del 20 de noviembre de 1992, Toni Guirado, un policía local de Olot, junto con otro agente, Pep Zambrano -quien se suicidó en 1997-, y un amigo suyo de Camprodon, Josep Lluís Paz ‘Pato’, esperaron a que Feliu saliera de la farmacia y de tomar una copa para abordarla encapuchados en el garaje de su casa e introducirla en un vehículo.

Tras unas cuatro horas dando vueltas, finalmente la llevaron a un zulo en condiciones inhumanas, sin luz, con paredes de tierra con insectos y en el que ni siquiera cabía de pie ni tumbada.

Aquel lugar era en realidad el sótano de la casa de Sant Pere de Torelló de otros de los secuestradores, Ramon Ullastre, un vigilante municipal.

La farmacéutica de Olot explicó en el juicio que estuvo cuatro meses a oscuras, que hizo sus necesidades en un cubo, que dormía sobre un colchón mojado, que la martirizaban día y noche con el sonido ininterrumpido de una radio y que su “carcelero” era ‘Iñaki’, el alias de Sebastià Comas, al que calificó del “menos malo de los malos”.

Tras 492 días cautiva, el 27 de marzo de 1994 Iñaki vio un partido de fútbol, consumió alcohol, estaba contento y pensó que también harto de pasarse los días bajo tierra y más sin haber cobrado rescate, así que, según declaró, decidió “por su cuenta” liberar a la víctima, a la que dio dos monedas de cien pesetas y una de veinticinco.

Hacia las tres de la madrugada de aquel Domingo de Ramos, Feliu, desaliñada y con aspecto de mendiga, apareció en la gasolinera Els Xops, cerca de la entonces N-152 (actualmente C-17) en Lliçà de Vall (Barcelona), donde se identificó y pidió ayuda al empleado del establecimiento.

La Guardia Civil la llevó a urgencias del Hospital de Sant Pau de Barcelona y los médicos consideraron que estaba bien física y mentalmente, pero que necesitaba reposo.

Aquel mismo día, el juez del caso, Santiago Pinsach, le tomó declaración y le pusieron un casete con las voces de dos personas, Joan Casals y Xavier Bassa, que estaban en prisión como acusados del secuestro y de su asesinato.

Ella no los reconoció, abandonaron la cárcel y, en diciembre de 2002, fueron juzgados junto a los que acabarían siendo los delincuentes reales.

Con estos últimos dio la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en 1999, cinco años después de la liberación, volviendo a una pista que había descartado inicialmente.

El 8 de marzo de aquel año, la UCO hizo llegar un informe al Juzgado número 1 de Olot donde concretaba sus sospechas sobre dos policías locales y, dos días más tarde, el 10 de marzo, el agente Antoni Guirado, supuesto autor intelectual del secuestro, se entregó, confesó y dio los nombres de sus cómplices.

Ese día y los siguientes pasaron por el juzgado de Olot los sospechosos: Ramon Ullastre y su mujer, Montserrat Teixidor, José Luís Paz ‘Pato’, Sebastià Comas ‘Iñaki’ y Juan Manuel Pérez Funes, en aquel momento entrenador de fútbol del primer equipo de la Unió Esportiva Vic.

El juicio llegó a la Audiencia de Girona en diciembre de 2003 y, el 10 de abril de 2004, la sentencia condenó a Guirado y a Ullastre a 22 años de cárcel, a Teixidó a 18, a ‘Iñaki’ a 17 y a ‘Pato’, a 14.

Pérez Funes fue absuelto y también Casals y Bassa, que pasaron seis meses en prisión y a los que sólo inculparon unos indicios que se desvanecieron.

Los cinco condenados pidieron al Tribunal Supremo que anulara las penas impuestas por diversas irregularidades, pero en julio de 2004 fueron confirmadas y, en la actualidad, todos están en libertad, excepto Casals, que murió en 2016.

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