Tenía razón Josep Rull cuando el pasado día 20 de febrero dijo en el Tribunal Supremo que Terrassa se escribe con "e" y con dos eses. Rull pidió que en la documentación de la causa que se instruye contra el "procés" en el alto tribunal "se respete el topónimo de Terrassa (…) Rogaría al Ministerio Fiscal y a la Abogacía que utilicen los topónimos adecuadamente y no los de épocas anteriores de recuerdo infausto", dijo.
Y es que, efectivamente se cumplen más de cuarenta años desde que vivimos en Terrassa y no en Tarrasa, aunque el tiempo en muchos casos parece que no haya transcurrido ya que el topónimo Tarrassa sigue muy presente. Las muestras de ello son palpables. Un ejemplo: recientemente ofrecíamos una serie de reportajes sobre las calles con el nombre de nuestra ciudad en distintas ciudades españolas. Pues bien, salvo en las Baleares, en las demás ciudades exístia la calle Tarrassa, no la Terrassa.
Ochenta años atrás
Nos retrotraemos a los inicios del año 1939. Las tropas franquistas entraban en Terrassa. El 4 de febrero de ese año apareció la Hoja Oficial de Tarrasa, el primer órgano informativo escrito en la ciudad al término de la Guerra Civil. Abría su portada con la siguiente declaración: "con el pensamiento puesto en lo Alto, rebosando nuestro corazón de alegría, y henchido de gratitud hacia el Caudillo invicto y sus gloriosos ejércitos, iniciamos nuestra tarea."
Y el topónimo Terrassa había pasado a la historia, pero los ciudadanos egarenses no se resignaban a perderlo. Desde entonces, su reivindicación entró de pleno en la mochila de cuestiones pendientes arrebatadas por la dictadura.
La aprobación
Los años pasaban, Terrassa era Tarrasa y llegamos al pleno municipal del 6 de febrero de 1976, bajo la presidencia del alcalde Josep Donadeu Cadafalch. En él se dio cuenta de la moción en la que se proponía el cambio de nomenclatura "en virtud de ser éste, en su grafía, la forma correcta que figura en todos los diccionarios de la lengua catalana, la forma aceptada por el Institut d’Estudis Catalans y la Diputación Provincial en su mapa de Catalunya, así como en el trabajo paleográfico realizado en la Biblioteca Municipal Soler y Palet sobre la evolución paleográfica del topónimo de la ciudad, por encargo expreso de la alcaldía", dice el acta de ese pleno.
Distintos ediles expresaron su punto de vista sobre la cuestión, generalmente favorables a la moción, finalizando el debate el alcalde, reafirmándose "en los motivos de carácter histórico, científico y totalmente apolíticos en que se basa esta moción", la cual fue aprobada "por el voto unánime de los señores concejales concurrentes, superiores a las dos terceras partes del total de miembros que integran legalmente la excelentísima corporación municipal".
Un estudio clave
El informe al que se refiere, "Evolució paleogràfica del nom de Terrassa", fue publicado en formato libro por el Patronat de la Fundació Soler i Palet en 1975 y escrito por los estudiosos Josep M. Martí i Bonet, Pere Puig i Ustrell y Josep Sanllehí i Ubach. Constituye un elemento imprescindible para desentrañar la evolución del nonbre de la ciudad. Y tampoco hay que renunciar al libro publicado por el mismo patronato en 1961, titulado "Nom i escut de Terrassa", a cargo de Salvador Cardús i Florensa.
Con respecto a la etimología del nombre de la ciudad según este historiador proviene del Terracium castellum -castillo de material de tierra-. De ahí podría venir Terracia del latín, pasando a Terraça y Terrassa. Hacia el siglo XVI se impuso Tarrassa y Josep Soler i Palet impulsó, ya en el siglo XIX, el nombre de Terrassa, el cual adquirió peso academicista en los años treinta cuando la Generalitat encargó a la sección filológica del Institut d’Estudis Catalans (IEC) la "revisión ortográfica de los nombres de los municipios de Catalunya y restableciendo la forma catalana de las denominaciones castellanizados". La lista oficial fue aprobada por el Consell Executiu de la Generalitat el 13 de febrero de 1933.
Madrid dice sí
Estamos ahora en 1977. Se cumplía precisamente el centenario de la concesión del título de ciudad. Vivíamos un año agitado. Los conflictos laborales se sucedían y se recrudecían, y en política el PSUC ganaba en una ciudad que era "roja".
El 23 de julio de ese año, el Consejo de Ministros presidido por Adolfo Suárez aprobó, a propuesta del Ministerio del Interior, el nuevo topónimo de nuestra ciudad. Dos meses más tarde, el 23 de septiembre, el Boletín Oficial de la Provincia de Barcelona (BOP) recogía la circular del Gobierno Civil, entonces presidido por Josep M. Belloch Puig, sobre el cambio de nombre no solo de Terrassa sino también de Les Cabanyes y de Caldes de Montbui.
En el caso de nuestra ciudad, el BOP señalaba: "que el proyectado cambio de nombre ha sido informado favorablemente por el comandante del puesto de la Guardia Civil, juez municipal, consejo local de enseñanza y párrocos de la localidad". Añadía los dictámenes favorables tanto de la Diputació de Barcelona como del gobernador civil, desprendiéndose "la consecuencia de llevar a efecto el cambio de nombre solicitado debido a su mejor adaptación a la lengua catalana y constituir una de las aspiraciones más sentidas de la corporación municipal". Y para finalizar, el BOP hacía público el acuerdo del Consejo de Ministros del 23 de julio de ese mismo año.
Tarrasa ya era, de nuevo, Terrassa.