¿Cuánto tiempo hace que preside la AVV de Torresana?
Unos cuatro años. Asumí la responsabilidad cuando el anterior presidente finalizó su mandato.
¿Cómo entró en contacto?
Hubo una primera relación cuando fui a vivir al barrio pero lo dejé por cuestiones de trabajo. Al cabo de veinte años volví y ya me comprometí.
¿Por qué?
Porque hay pocos voluntarios y las asociaciones necesitan gente para preocuparse del barrio. Pero la realidad es que hay pocos vecinos que quieren estar en la entidad; apenas hay renovación. Torresana tiene un handicap. Es un barrio que ha crecido pero con gente joven llegada de Barcelona y de otras localidades. Y la gente de toda la vida se ha hecho mayor.
¿Se siente apoyada?
Sí. Ahora estamos intentando incorporar gente nueva. Hemos fichado a una persona marroquí y al cura del barrio. Dos personas fundamentales porque nos ayudan a conocer otras realidades.
¿Hay más mujeres en la junta?
Somos ocho y hay dos mujeres. Pero no tenemos ningún problema. Al contrario. A veces me protegen demasiado porque me consideran joven no por ser mujer.
¿Hay una mirada femenina en la forma de gestionar?
Sí. Las mujeres apostamos más por el diálogo pero agotadas las vías somos grandes luchadoras. No nos rendimos. Las asociaciones de vecinos son imprescindibles. Son la voz del barrio y hacen de elemento dinamizador y de cohesión.