Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Se celebra desde hace más de cien años, desde cuando la desigualdad llegaba al extremo de la imposibilidad de que las mujeres pudiesen votar. Las circunstancias que motivaron la celebración de este día han cambiado, es cierto, las mujeres ya pueden votar, el sometimiento humillante que sufrían en aquella época ya no existe, pero no debemos pensar en lo que se ha avanzado durante los cien años de conmemoración del día Internacional de la Mujer, sino que debemos reflexionar sobre el camino que aún queda por recorrer y sí, queda mucho camino por andar. Por lo tanto, la conmemoración del día de la mujer, la reivindicación de igualdad entre géneros sigue estando tan vigente como cuando en 1910 Clara Zetkin lo propuso en Copenhague.
Pese a más de cien años de reivindicación, debemos reconocer nuestro fracaso como sociedad, pero no de forma compasiva o resignada, sino asumiendo con firmeza que es posible acabar con machismos de magnitud diversa que todavía hoy nos acompañan en muchos ámbitos de nuestras vidas, pero sobre todo en nuestro entorno más inmediato. La igualdad empieza en casa, en la escuela, en nuestras relaciones personales para que pueda ser una realidad en las grandes cuestiones.
La lucha feminista no es otra cosa que una corriente política que defiende la igualdad entre el hombre y la mujer, no es una secta intolerante y autoritaria desmerecida con el odioso apelativo de “feminazi” , utilizado desde algunos sectores para insultar a sus activistas. Esa lucha tiene plena vigencia y en los últimos años ha alcanzado un nivel de notoriedad que está marcando un camino sin retorno. El año 2018 supuso, con la convocatoria de la huelga de mujeres, un punto de inflexión. Los partidos pese a ciertas reticencias iniciales de algunos de ellos se sumaron a la reivindicación de forma unánime.
Este año, la defensa de la igualdad viene, queramos o no, condicionada por el discurso disruptivo y negacionista de Vox, que llega a negar el maltrato machista e incluso a poner en cuestión las leyes de igualdad y el consenso en torno al aborto. El problema, aun siendo grave, no es tanto que Vox que posiciones en esos términos, sino que arrastre a otros partidos a esas posiciones. Sólo ese discurso es motivo suficiente para que el día 8 de marzo mantenga su vigencia más reivindicativa, pero es que sobran los motivos.