En su primer relato en primera persona de la vivencia como preso preventivo, a la espera de juicio, Josep Rull cuenta la impresión de la llegada al penitenciario de Soto del Real, “una prisión inmensa, sórdida, muy oscura”, donde vivieron un primer registro plagado de irregularidades. “Lo practicaron “funcionarios relativamente jóvenes” que Rull duda que tuvieran “instrucciones explícitas de retirarnos lo que consideraban ‘símbolos peligrosos'”: camisetas amarillas, fotos familiares y con amigos con lazos amarillos y un ejemplar de “El jueves”, “sospechosa de ser subversiva. Asumían el recorte de la libertad de expresión con una normalidad espeluznante”.
La primera impresión de la celda la definen “tres impactos”: “Sucia, el techo pelado, húmedo y frío, muy frío. La luz tenue”. Una realidad que ha cambiado después de “limpiar la celda a fondo (los descubrimientos en el proceso son inenarrables) y hacerla mía con fotos y carteles. Fotos de la familia y los amigos. Bernat y Roger (sus dos hijos) están en todos los escenarios posibles”.
Fotos reconfortantes
Rull recibe de manos de su esposa, Meritxell Lluís, “cargas de fotos. Cuando me invade la tristeza, escudriño cada detalle, cada gesto, cada sonrisa. Y me da fuerza. Mientras escucho ‘Al final tot anirà bé’ de Doctor Prats y se me escapa alguna lágrima”.
En dos semanas en Soto del Real los procesados catalanes ya se han incorporado a las rutinas de la prisión y logrado las claves “para conseguir las cosas”. Josep Rull no pierde detalle desde su llegada del grupo de nigerianos que “monopoliza la mesa de tenis de mesa y ya me he incorporado. Su campeón es imbatible, de momento…”
Frente a los rumores de distanciamiento político entre ERC y PDeCAT, Josep Rull insiste en que los siete procesados recluidos en Soto del Real “estamos muy unidos. Comunica. Somos una piña”. El político egarense relata las horas “en el comedor, sentados en el suelo apoyados en la pared chupando sol en una imagen genuinamente ‘taleguera'”, en las “larguísimos ratos” de espera para las comunicaciones con los letrados o las sesiones de misa. “Multitudinarias”, explica Rull, que define al oficiante, el padre Paulino, como un “culé” y “fuerza de la naturaleza”.