Como partícipe del proceso de confluencia que llevó a la formación de Terrassa en Comú debo situar algunos aspectos frente a la realidad de ruptura que se ha hecho pública en estos días entre los comunes terrassenses y las organizaciones políticas que dieron apoyo desde el inicio.
A finales del 2014 fuimos partícipes de una reunión inicial en el Ateneu Candela donde estábamos todas las organizaciones de izquierdas de aquel momento (Procés Constituent, Podem, ICV, EUiA y CUP). En esta reunión se presentaron dos personas que dijeron venir de un proyecto ciudadano abierto a la participación para un proyecto nuevo de cara a las elecciones municipales que se iban a celebran en los meses siguientes. Esas personas eran miembros del Ateneu Candela y venían ya con los deberes hechos.
Según esas personas, la “ciudadanía” ya estaba trabajando sobre el proyecto de “confluencia”, hasta el punto de que quince días después de esa reunión ya estaba organizado el acto de presentación en sociedad.
Ese concepto de ciudadanía que tanto se ha utilizado como garante de la democracia participativa, en aquel momento sumaban mucho más los invitados que los actores ejecutivos de aquel momento, podemos decir sin equivocarnos demasiado que entre las organizaciones invitadas había en torno a las 500 personas, cosa que los del Candela no llegaban a ese nivel. Pero jugaban con ventaja porque ya habían “parido la criatura” sin que los restantes se dieran por ofendidos ante esa maniobra.
Supongo que alguno de los que venían de participar en el gobierno municipal en sucesivas legislaturas inicialmente reflejó cierto complejo de culpabilidad porque se pensaba que venía el pueblo llano a rendir cuentas. Pero ese complejo les hizo actuar en segunda línea ante el envite de los “candeleros”, retirándose de primera fila los pesos pesados.
Por otro lado los otros colectivos presentes, gran parte de ellos nutridos de personas provenientes de la nueva política y por lo tanto inexpertos en el arte de la negociación política, se situaron en la retaguardia con el argumento algunos de que su labor debía ser de “empoderament”.
Con este escenario los “candeleros” tuvieron el campo de batalla despejado para ir a consolidarse ellos y nada más que ellos en la siguiente contienda electoral. Así fue cómo llegamos a unas primarias donde se elaboraron dos listas de candidatos, una cerrada con seis primeros “espadas” y otra abierta para el resto. Esto era totalmente inaceptable si se querían abrir puertas hacia una nueva forma de hacer política. Así se fueron a las municipales donde, mira qué casualidad, salieron elegidos los seis de la lista cerrada, dentro de los cuales habían los cerebros que han llevado la situación de los comunes a la ruptura cuatro años después.
A partir de ahí la política desarrollada en la gestión municipal ha dejado mucho que desear. Vaivenes de un lado para otro. Primero no aceptando el pacto del PSC, que dos años más tarde son los comunes los que proponen al PSC formar un pacto de legislatura que éste rechaza. Sobre la participación ciudadana ha sido papel mojado. La incidencia de las izquierdas en el ámbito de las cuestiones laborales de los 1.800 empleados públicos ha pasado sin pena ni gloria, cuando desde la parte social se reclamaba más participación interna de los propios funcionarios en el día a día del la gestión municipal.
No hablemos ya de la política de cargos a dedo, asesores, cargos de confianza, sueldos de ministro y lo que hubiera sido uno de los signos de la nueva política, la elaboración de un código ético. O hablemos de haber exigido una auditoría sobre la gestión del agua desde 1979 del servicio gestionado desde la postguerra por Mina de Aguas de Terrassa.
O que la ciudadanía supiera lo que nos ha costado mantener la Societat Municipal de l’Habitatge fruto de una gestión nefasta dedicada a hacer de promotora inmobiliaria en lugar de consolidar un parque de viviendas sociales tan necesario en estos momentos.
O el Parc Audiovisual. ¿Cuánto dinero nos ha costado a la ciudadanía ese macroproyecto que año tras año era deficitario? ¿La oposición ha fiscalizado ese proceso?, porque ahí había cosas que rascar. Sólo cabe decir una cosa: lo que mal comienza mal acaba.