Quizá no llegaron a encontrarse y a conversar nunca. O quizá sí. Al fin y al cabo la Florencia renacentista de finales del siglo XV era un mundo relativamente pequeño y cerrado, de no más de 40 mil almas y alejado de la importancia demográfica de la poderosa Nápoles. Así lo explica el escritor y periodista Vicenç Villatoro (Terrassa, 1957) en su último libro, "Massa foc" (editorial Pòrtic), premio Carles Rahola de ensayo 2018. En sus pàginas, Villatoro contrapone en diálogos imaginados dos visiones de la política y del mundo, representadas por las figuras del monje Girolamo Savonarola y del intelectual Nicolás Maquiavelo.
¿Quién era para usted Savonarola?
Un personaje profético, en el sentido bíblico del término. Alguien que riñe a la sociedad, la Florencia de los Médici, que para él es frívola y perversa, y que se revela contra la iglesia de los Borgia y de los papas anteriores, que son papas monarcas, opulentos… Pero cuando Savonarola tiene los medios, a través de la política, para corregir aquello que critica, acaba imponiendo una verdad monolítica, la verdad absoluta. En cierto modo, Savonarola podría ser una metáfora de los pensamientos totalitarios, que suelen nacer de agravios reales, pero que acostumbran a imponer condiciones tan malas como aquello que combaten.
Y a Maquiavelo, ¿qué papel le atribuye?
Maquiavelo era un intelectual, un personaje que estudia el mundo de la Roma republicana y propone sus valores. De hecho es una figura compleja, porque hay muchos ‘maquiavelos’. Uno joven, que hace política y escribe poco; y otro relativamente mayor, que cuando está ya decepcionado de todo, lleva a cabo una descripción muy cruda del poder en su obra "El príncipe". Pero en su conjunto Maquiavelo es una figura que representa el pacto, el acuerdo, la seducción, la ausencia de fundamento religioso, el practicismo… Representa la política.
La RAE define el "maquiavelismo" como un "modo de proceder con astucia, doblez y perfidia"…
Sí, pero bajo mi punto de vista a veces se ha confundido la descripción que Maquiavelo realiza en "El príncipe" acerca de cómo funciona el poder, con el hecho de que esa inteligentísima descripción sea su propuesta propiamente dicha. No es que Maquiavelo no tenga moral. Es que en lo que explica no participa la moral.
La Florencia del siglo XV también pasa inevitablemente por la familia Médici, de quienes en el libro afirma que "No son los reyes de Florencia, aunque a menudo lo parezca".
Los Médici no son ni el presidente de una república ni los reyes de Florencia, que no los hay, sino una familia con negocios varios, fundamentalmente la banca, que dominan todo el siglo XV florentino sin ocupar ningún cargo.
También son grandes mecenas del Renacimiento.
En la Florencia de la época hay una acumulación de talento y pensamiento extraordinarios. Por allí transitan Michelangelo, Leonardo, Poliziano, Pico della Mirandola… A través de estos artistas, los Médici tenían un proyecto, que era el retorno a un mundo mejor (referenciado en la Roma clásica) que ya había desaparecido. No era un mundo nuevo, sino el regreso a un viejo mundo mitificado.
¿Quién de los Médici encarna mejor ese propósito?
Quien lo sirve con más habilidad es Lorenzo "el magnífico", que, por decirlo así, realmente paga el Renacimiento, pero siempre de una forma en que los intereses personales, los de la familia y los de la república se confunden y en que a veces aparece una crueldad extraordinaria respecto a los adversarios. Por tanto, los Médici son probablemente los personajes más brillantes, pero es una brillantez con sombras. Son las sombras que Savonarola detecta y contra las que se rebela. Como también las detecta y las desea arreglar Maquiavelo, pero por un procedimiento distinto al de Savonarola.
Ha dicho que éste es un libro va sobre "los hilos transversales de la historia". ¿En qué sentido?
En cuanto a la existencia de dos visiones que traspasan los tiempos, la historia propiamente dicha. Por un lado está la concepción más religiosa o parareligiosa de Savonarola, que puede tener a Dios como verdad absoluta, pero en que también caben otras verdades absolutas, como la nación, la clase social, la revolución…. En cualquier caso es una manera de comprender la política en que todo es sagrado. Y la otra visión es la de Maquiavelo, que cree en la política como el espacio de la negociación, de la transacción… En el fondo es el choque entre los valores de la modernidad, de la ilustración y el rechazo de los mismos. Y esta doble postura ha llegado a nuestros días.
¿Vivimos en un tiempo más de verdades sagradas que de intento de pactos?
A pesar de todo, creo que en nuestros tiempos son hegemónicos los valores de la modernidad, que en el libro encarna Maquiavelo, pero en la actualidad siguen habiendo más Savonarolas de los que pensábamos que habría.
¿Hay que leer el libro, de algún modo, en clave de proceso independentista?
Más bien el libro debe entenderse como escoger un momento histórico determinado para explicar aspectos de todos los momentos de la historia. Estamos hablando del "procés", si se quiere, pero también de los populismos, de la extrema derecha, de los procesos revolucionarios, del final de éstos…
De "Massa foc" también emana la idea de que la historia siempre es incierta…
Es que se cree que la historia tiene una dirección concreta, que va de abajo a arriba. Y a ello lo llamamos ‘progreso’. Este término, el de progreso, es muy interesante para aplicarlo a la ciencia, porque ésta es acumulativa, es decir, siempre progresa. Pero no forzosamente es aplicable a la historia, ya que ésta resulta imprevisible, no tiene por qué ir siempre a mejor… Ni a peor…
¿Lo puede ejemplificar?
¿Quién hubiera dicho que en un país con la cultura de Alemania apareciese, en pleno siglo XX, el nazismo? ¿Y en la Florencia del siglo XV? Frívola, rica… En la Florencia de los Boticelli y los Médici… ¿Acaso era imaginable que surgiera un Savonarola? En este sentido, el libro también es una invitación al compromiso personal. Trabaja por aquello en lo que crees. El sentido de la historia, de por sí, no te lo va a dar.