Decía Josep Maria Pou, en la entrevista con este diario antes de la representación de "Moby Dick" en Terrassa, que compartía los elogios de la crítica acerca de su trabajo en esta obra y consideraba que su interpretación del capitán Ahab era una de las mejores. Matizaba que no la mejor recordando que la crítica siempre habla en presente y no del pasado.
Tras ver "Moby Dick" en el Teatre Principal, nos sumamos a los halagos que se han escrito sobre este espectáculo protagonizado por Pou. Podrá gustar la historia, más o menos, pero no hay duda de que este actor imparte una lección dramática de sobresaliente. Pou se vuelca sin concesiones en el capitán Ahab, en ese personaje obsesionado por dar muerte a una ballena blanca que un día le atacó y le dejó secuelas incurables.
Fue más de una hora (80 minutos) de una aventura a mar abierto, con aguas muy revueltas, a causa del mal tiempo. Pou se mostró enérgico, convincente e, incluso, seductor. Nos atrapó desde el principio, durante y hasta el final. Y, como era de esperar, el gran actor y sus compañeros de reparto (por cierto, maravillosos), recibieron los aplausos del público. Algunos espectadores fueron aún más explícitos. Se pusieron en pie y exclamaron bravos. "Moby Dick" está considerada un clásico de la literatura universal. Cuenta la sed de venganza del capitán Ahab, un lobo de mar, que quiere cazar y dar muerte a un cetáceo blanco espectacular que un día se ensayó con él y le arrebató una pierna. Ahab emprende así una travesía con su barco Pequod que parte de la isla de Nantucket (Estados Unidos) hasta la Polinesia donde reaparece "Moby Dick". Es un viaje, a todas luces, a ninguna parte, un túnel sin salida, un suicido porque el hombre no puede luchar contra la fuerza de la naturaleza, tal como le recuerdan con insistencia los marineros que han decidido arroparle en lo que podría calificarse de heroicidad sin límites.
Apoteosis
El capitán se ha propuesta luchar contra viento y marea pero no será fácil. Más bien todo lo contrario. Por lo que tendrá que derrochar toda su energía al servicio de una causa que luego verá perdida. La travesía por los océanos del Atlántico, del Índico y Pacífico es todo menos placentera. Apenas sale el sol. Los días siempre amanecen y se acuestan cubiertos por un cielo ennegrecido que amenaza lluvia, tormenta, viento y el ballenero, a pesar de su dimensión, se vuelve frágil, sin aliento, para danzar en un oleaje enojado, furioso, sin tregua.
Pero Ahab no se rinde. No quiere perder su orgullo, ni su egoísmo, ni su compostura. Habla, argumenta, se defiende… Pero todo será en vano. El Pequod se debilita, se tambalea, y el lobo de mar quedará engullido por "Moby "Dick", representada aquí sobre la gran vela que se desploma sobre la embarcación. Final apoteósico para una historia épica que cuestiona los valores humanos y sus prioridades, y que se apoya en una escenografía potente y atractiva.
"MOBY DICK"