Muchísimas ciudades del Mundo despiden el año con una carrera de Sant Silvestre. Pero la de Terrassa es diferente. No se trata de una prueba competitiva, sino de una marcha de 5 kilómetros que cruza las principales arterias de la ciudad el último día del año. Esta décima edición de la Runneada de Cap d’Any de Terrassa llenó de colorido, alegría y pasión por el atletismo las calles de la ciudad. En una prueba sin vencedores ni vencidos, más de 700 personas (620 de ellas con dorsal) tomaron parte de forma neutralizada en una prueba totalmente gratuita, con salida y llegada en la plaza de Can Roca.
El evento está organizado desde sus inicios por el Nenazas Running Club y la Associació de Veïns de Poble Nou – Zona Esportiva, que se encarga de ofrecer un suculento aperitivo en la zona de la llegada. Las cuatro primeras ediciones se corrieron de forma prácticamente clandestina y con muy pocos participantes, pero en estas últimas ediciones, pese a mantenerse su carácter gratuito y no competitivo, el control es ya total. El lunes por la tarde, los corredores iban ya escoltados por cuatro motos de la policía local por delante y de una ambulancia y un coche escoba por detrás. El grupo se mantuvo unido durante todo el recorrido. El objetivo no era ganar sino llegar juntos a la meta. Y, un año más, así fue.
Disfraces y sonrisas
Ataviados con variopintos disfraces y gorros de Papá Noel, atletas de todas las edades y condiciones, algunos con sus perros, cubrieron un animado recorrido que cruzó la ciudad y saludó el año que se marchaba. La comitiva se detuvo cinco minutos en la Plaça Vella para hacerse una multitudinaria foto de grupo. Llegaron procedentes de la calle Salmerón, donde realizaron una pequeña parada para reagruparse y entraron en la Plaça Vella por la Font Vella ante las caras de sorpresas de numerosos transeúntes que, ajenos a la algarabía de la carrera, se preguntaban qué estaba pasando. Y es que el nutrido grupo de atletas participantes, entre ellos el veterano Bartolomé Serrano, se hizo suya la plaza. Se acercaron a la tarima, que quedó pequeña para la fotografía de rigor. Continuaron después a buen ritmo hacia la zona norte de la ciudad, concretamente hacia la plaza de Can Roca, donde un piscolabis les permitió reponer fuerzas antes de despedir el año. Después, ducha, y corriendo a comer las uvas para festejar la llegada del año 2019.
Emilio Sánchez, el alma máter de la carrera, estaba exultante por el récord de participación, pero especialmente por haber alcanzado la décima edición con el mismo espíritu amateur del primer día. "Somos un montón de gente pasándoselo muy bien. Hay de todo, desde niños de 5 años hasta gente mayor. Se apuntan atletas que corren mucho, pero en este día todo el mundo viene a pasárselo bien. Esa es la grandeza de esta Runneada", dijo.