Terrassa

Un hombre sorprende a una mujer robando de madrugada en su casa

Si llega a estirar más el brazo, y si ese estiramiento hubiera llevado detrás el ánimo de hacer daño, él podría haber tirado a la ladrona por la escalera, de un empujón. Llegó a tocarle el hombro en aquel lance apretado de sustos y pasmo. La vio huir, pero no pudo seguirla porque a ella se le cayó de las manos una botella de vino y el hombre, la víctima, no podía seguir adelante en aquel suelo alfombrado de cristales rojos. Porque este hombre iba descalzo. Porque estaba en su domicilio. Porque la delincuente aquella había asaltado de madrugada su hogar en un robo extraño; por su procedimiento, por el botín, porque la asaltante se dejó un cuadro y dos velas en su huida.

Este sartal de acontecimientos insólitos ocurrió el miércoles 21 de noviembre en el barrio de Sant Pere Nord y los Mossos d’Esquadra fueron informados pocas horas después. El matrimonio asaltado vive en un cuarto piso de la calle del Historiador Cardús. Dormían cuando fueron víctimas de un robo silencioso que se trocó en allanamiento de estrépito y asombro.

Los afectados habían echado la llave de la puerta de entrada. Dormían cuando un vecino que empieza su jornada laboral a las seis de la mañana abandonó su domicilio para dirigirse a su puesto de trabajo. En el rellano, a las 5.15, vio la puerta de las víctimas abierta. Extrañado, se asomó y trató de llamar la atención de sus vecinos, por si algo pasaba. Repitió el nombre del morador, pero nadie contestó.

El testigo se marchó pero antes contactó con su esposa para que ella insistiese, para que fuese a ver qué pasaba y telefonease a aquellos vecinos que tenían la puerta abierta. La mujer llamó por teléfono al vecino. Él había dejado el teléfono móvil en la mesita de noche. Oyó el sonido y lo cogió.

Descalzo
Aquella vecina, en su indagación previa, había presenciado algo: una mano cerrando la puerta. Vio un trozo de papel adherido con saliva en la mirilla de otra vivienda del mismo rellano. Alguien lo había puesto allí para evitar testigos.

"Tienes a alguien en casa", dijo al vecino por teléfono. Y él se incorporó de golpe de la cama. Descalzo aún, dejó atrás el dormitorio y caminó nervioso hacia la entrada. Y entonces vio a la intrusa.

La vio correr desde el comedor y alcanzar la puerta, y él detrás, y ella quiere zafarse, pero él se estira, casi llega, casi, y le toca el hombro, y a la intrusa se le cae (o tira) una botella de vino que acababa de agarrar de la vivienda, y el recipiente se hace trizas en el suelo. El asaltado no pudo continuar. La ladrona bajó presurosa las escaleras dejando tras de sí el charco rojo y vidriado.

Era una mujer alta, con la cabellera cortada a media melena, el pelo rubio teñido.

Estupefacto, el hombre se giró y descubrió en el rellano, apoyado en la pared, un cuadro, una pintura. Al parecer, la ladrona ya lo portaba cuando entró, se desconoce cómo, en la vivienda. Cuando la llave está echada, ladrones especialistas abren las puertas con el método del "bumping": usan una llave maestra que golpean con cuidado con un martillo hasta que la cerradura cede y la puerta se abre.

No se sabe de dónde salió aquel cuadro. Su abandono no era sino una pieza más de una secuencia de raros acontecimientos en un robo inusual. Porque resulta que, al parecer, la intrusa perdió un par de velas cuando escapaba, ya en la calle, cuenta el denunciante. Tampo se sabe de dónde salieron aquellas velas de color claro.

Además de la botella que terminó despedazada en el suelo, la mujer robó el bolso de una de las víctimas, que contenía 50 euros y documentación. Lo había dejado encima de la mesa del comedor. Allí había otro bolso, pero a la ladrona no le dio tiempo a cogerlo.

Hace cuatro meses, la misma pareja fue víctima de un robo con fuerza, este más convencional, durante el día. Les sustrajeron de su casa unos 4.500 euros.

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