Terrassa

L’ Àliga ratifica los méritos de los Terrassencs de l’Any 2018

El altruismo y la abnegación son condiciones a considerar por el jurado que otorga los Terrassencs de l’Any “y hoy celebramos cincuenta años de estos valores encarnados en personas concretas, que gracias a su esfuerzo mejoran la relación con los otros y con la sociedad”, pareció resumir el obispo de Terrassa, Josep Àngel Saiz Meneses el espíritu del acto de proclamación de los galardonados de este 2018 -Margarida Fabregat, Miqui Giménez y Mariona Torredemer-, que lo era también de conmemoración del medio siglo que lleva, año tras año, el Centre Cultural el Social, organizando estos premios cuyo otorgamiento constituye uno de los tradicionales eventos de inicio del ciclo navideño.

“Gracias a vosotros”
En un Teatre Principal prácticamente lleno, el presidente del Social, Ricard Figueras, abrió la ceremonia con un saludo a dos terrassenses, Josep Rull y Lluís Puig, “que por motivos sobradamente conocidos hoy no pueden estar con nosotros. El más sincero apoyo a ellos y a sus familias”. También señaló que hablar de Terrassencs de l’Anyes hacerlo de valores, y ya de historia, entroncada en los 140 años de vida del Social, “que ha hecho, hace y seguirá haciendo terrassenquismo”, y, a los tres galadonados en esta ocasión, les dijo que “todo está por hacer, y todo es posible, gracias a personas como vosotros”.

La secretaria del premio, Sílvia Torrente, trazó a continuación una semblanza de su nacimiento, desde una idea surgida en 1967, de manera coincidente entre Josep Boix y José Manuel Salillas, por una parte, y unos socios del Centre Cultural el Social. Desde entonces más de cien personas han formado parte del jurado de este galardón, que en nada ha cambiado su esencia, y poco sus características y formato.

En el acto de entrega, siempre hay en el escenario tres mesas, la central para las autoridades, y las laterales para los galardonados y el jurado y el glosador. Josep Villagrasa volvió a ejercer de tal el sábado. Comenzó explicándonos los méritos de Margarita Fabregat, a la que sus padres, que solían ir a teatro, le explicaban las obras al volver a casa, y con ello le inculcaron una pasión a la que ya empezó a dar rienda suelta en la escuela. Más tarde, un vecino, que estaba en el elenco de un “Juan Tenorio” en el Principal, le propuso hacer de figurante.Una de las actrices se puso enferma, Fabregat la substituyó, y desde entonces, suma más de cincuenta años en los escenarios como actriz y directora amateur, desde la década de 1960 básicamente en el Social (en 1979 fue la primera mujer que dirigió una obra en la entidad), que ha ido compaginando en la vida con los estudios, el trabajo, el “quarto de reixa” en la casa de sus padres en la que se instaló al casarse, y sus siete hijos.

A “una de las más grandes personalidades del teatro amateur de Terrassa”, le entregó el diploma y la insignia el presidente del Social.

En el inicio, “Oh Susanna”
En una fotografía de un grupo de niños del barrio de Can Palet, comenzó Villagrasa la biografía de Miki Giménez. Tras “una infancia vivida en la calle”, vino, en la década de 1970, el escoltismo, encontrarse en un “foc de camp” con una guitarra en las manos y la primera canción (que fue “Oh Susanna”), la coincidencia con una época de recuperación de la calle por los ciudadanos y la cultura popular . Un día de sus 17 ó 18 años, el Cau de Sant Cugat le propuso “un espectáculo para animar la fiesta”, lo hizo, y así comenzó en el camino de la animación infantil, “que significa canciones, cuentos y juegos”.

Luego, Giménez se conviertió en maestro, escritor, difusor de los juegos tradicionales, “y aún encuentra tiempo para recuperar lo mejor de la infancia de antes para los niños de hoy”, y “sueña en volver a conquistar la calle para la infancia”. A Giménez, fue el obispo quién le entregó el diploma y la insignia que le acreditan como Terrassenc de l’Any

Ya cuando estudiaba ciencias de la educación, y hacía prácticas en l’Heura, Mariona Torredemer compartía con unas condiscípulas su interés por la educación especial e inclusiva, y en 1979, mientras cursaban las últimas asignaturas, creaban la escuela cooperativa Crespinell. Con Josep Maria Jarque como mentor recurrente, después con el gran reto de afrontar la secundaria, y una tercera parte de sus setenta alumnos procedentes de familias desfavorecidas, la labor de Torredemer ha hecho abrir los ojos a la ciudad sobre un tema decisivo “para acabar de construir una sociedad mejor”. El alcalde Alfredo Vega le entregó el diploma y las insignias.

A los asistentes, a la entrada, se les había entregado un cordel de fiesta, y como Miqui Giménez se sirvió de la metáfora del textil y el hilo para expresar el agradecimiento en nombre de los tres galardonados, acabó su intervención invitando a los asistentes a darle unas pasadas y presentarlo al compañero de asiento. También señaló Giménez que “en un acto como el de hoy echo de manos la compañía de dos buenos amigos como son Josep Rull y Lluís Puig”.

To Top