Si los acontecimientos políticos de Catalunya provocaron aquella estampida de empresas hacia el resto de España, los acontecimientos que se vienen sucediendo a nivel estatal no les quedan muy atrás a la hora de provocar desasosiego en todos los empresarios españoles y, por supuesto, el olvido absoluto de quienes, desde el exterior, tuviesen intención alguna de poner un pie en nuestro país.
La formación de un gobierno tan variopinto y vulnerable hacia todos los extremos, presidido por el señor Sánchez, con clara renuncia a los principios constitucionales, ya constituye, por si solo, un interrogante de imposible respuesta y de desconfianza empresarial generalizada.
Las medidas tomadas hasta la fecha incrementan el gasto de tal forma que, aun con el mayor incremento de los impuestos, es previsible que nuestro déficit sea histórico; además habrá que sumarle el también histórico de las pensiones, es muy posible que se reduzca la actividad y podría ser que también empecemos a pagar intereses de nuestra monstruosa deuda.
Por si todo ello fuera poco, las medidas tomadas hasta ahora, algunas con una rapidez endiablada, se han encaminado básicamente a sustituir los cargos públicos clave y a poner "patas arriba" cuanto el Partido Popular había ido haciendo en los últimos tiempos, incluida la llamada ley Wert, que no sé cómo encaja en un curso recién iniciado y que, eso sí, continúa con la nefasta costumbre de ser siempre una de las primeras medidas, cada vez que se produce alternancia en el poder.
Pero, por si todo ello no fuera suficiente, salió el Tribunal Supremo a "enredar" algo sobre lo que no quiero pensar que el único motivo era populista, como sin duda lo ha sido el inmediato real decreto ley, con el que el señor Sánchez se hace una memorable campaña electoral, pero que, se quiera o no, tendrá efectos nulos. O es que a la banca le va a fijar con decretos leyes todas las condiciones que hayan de regir la concesión de una hipoteca. No pasa de ser una medida de populacheo vergonzoso.
También anuncia la creación de un nueve ente que defenderá los derechos de los clientes, lo que constituye una de las costumbres más hispanas. Cuando algo no va como queremos, nos cargamos más de aparato burocrático y seguramente de duplicidades y trabas.
Nunca se convencerán de que estos bailes diarios de leyes y sentencias, al máximo nivel, es el peor favor que nos pueden hacer a todos los ciudadanos, tanto con hipoteca como sin ella.
Y, además, parte de sus socios, empeñados en la retroactividad, que no deja de ser el término más funesto que puede, y no debe, permitirse ninguna ley.
Llevamos unas semanas de lo más nefastas que puedan tenerse para iniciar la más mínima recuperación económica duradera.