El paisaje urbano de la ciudad cambió ayer. Las calles y las zonas que acogen centros educativos se poblaron de alumnos, con sus mochilas y bolsas, que a primera hora de la mañana, de ocho a nueve, se dirigían a sus escuelas e institutos. Y junto a ellos agentes de la Policía Municipal situados en lugares estratégicos para regular el tráfico y garantizar la seguridad de niños y adultos.
Empezó un nuevo curso escolar con normalidad y con el mismo, la vuelta a la cotidianeidad. Las aulas de Terrassa acogerán a más de 31 alumnos de infantil, primaria y ESO (de 3 a 16 años), son cuatrocientos más que el año pasado pero no son de entrada al sistema, porque la natalidad sigue disminuyendo y las clases de P3 se vacían.
En Terrassa, como en todas las ciudades, crece el estudiantado de la ESO. Este curso habrá 9.954 alumnos, que son quinientos más que el curso anterior. Para dar respuesta, Serveis Territorials d’Ensenyament ha incrementado el número de plazas. Se han abierto cinco líneas de 1º de ESO, dos ellas en el nuevo Instituto Jaume Cabré que se ha situado en la Escola Marquès Casals de Sant Pere Nord; y tres más en centros consolidados que son los institutos Can Roca y Mont Perdut y en la Escola Petit Estel-La Nova.
Protagonistas de la jornada
El día de ayer, sin embargo, fue especial para todo el alumnado pero más si cabe para los 2.161 alumnos de párvulos de 3 años que estrenaban colegio y aprendizaje reglado. Estos niños fueron, sin duda, los protagonistas de las aulas donde acudieron en gran mayoría acompañados de sus padres.
En la Escola Maria Galí de Can Boada, donde estuvo este diario, con una línea de infantil y primaria, recibieron a veinte niños de esa edad de forma gradual a lo largo de la jornada. La entrada al recinto fue toda una novedad. Los pequeños fueron familiarizándose con el nuevo espacio y con las nuevas maestras que les atenderán.
Su incorporación fue bastante tranquila a tenor de lo que percibimos. Los niños, muchos acompañados de sus padres, se integraron enseguida y se respiró un clima distendido. Los pequeños tuvieron a su alcance un gran variedad de juguetes para entretenerse; la mayoría muy didácticos donde se buscaba la intuición. Lucas, sentado, componía puzzles de elementos cotidianos mientras Nora no paraba de corretear de aquí para allá para descubrir que escondía la sala. Nora se había cansado de unas piezas de colores, las guardó en la caja, y se fue a explorar un cojín con figura de animal simpático.
Los padres de Lucas, Ingrid y Sergi, y los de Nora, Marien y Diego, compartían sus inquietudes. "Han dormido estupendamente, sin problemas", explicaron. Los progenitores adelantaron que se adaptaran bien porque ya hay hermanos en el mismo colegio que definieron como "familiar y próximo" y valoraron "el grado de profesionalidad". Más le costó a Adam que cuando vio a su madre que cruzaba el umbral de clase, irrumpió en sollozos sonoros. "Salgo un momento dijo su madre", pero Adam desconfió y la persiguió hasta que una de las maestras, Anabel, le cogió y lo abrazó para consolarle. "El primer día es normal que esto pase", dijo la educadora que lleva nueve años trabajando en el Marià Galí. Su compañera de profesión en el aula, Cristina, observaba la situación de cerca mientras confesaba que estaba algo nerviosa. No era baladí. "Es mi primer día en esta escuela. Estoy un poco inquieta pero muy ilusionada porque hace tiempo, desde 2011, que empecé a trabajar, que pedía párvulos y este curso ha sido posible". Los niños de P3 del colegio de Can Boada tuvieron una hora y media de clase porque están en fase adaptación. El resto del alumnado ya hizo su horario habitual. Los niños de P4 hasta 6º de primaria, más de trescientos, entraron por la puerta del patio y fueron recibidos en ese espacio de ocio con mucha música y por todo el equipo que lidera la directora Lídia Rovira. Minutos antes de las nueve, los niños, esperando la apertura de puertas, vivieron las primeras emociones del día; el reencuentro con sus amigos. Noemi, Irene y Nadine, conversando a mil revoluciones entre ellas, contaron que están contentas con la escuela, que les gusta el ambiente, la atención próxima y la dedicación de los docentes. Sus madres, Yolanda (de Nadine) y Paqui (de Noemi) compartían opinión. Sólo lamentaban que la escuela se hubiera quedado con una sola línea de infantil y primaria. Una situación esta que afecta a otros centros públicos pero que no ha mermado la motivación. La directora, Lídia Rovira, subrayó de su escuela el gran proyecto de comunidad de aprendizaje que este curso se consolidará en todos los ciclos.