El pasado fin de semana coincidieron en el tiempo dos congresos de partidos políticos de muy distinto signo, pero probablemente igual de trascendentes para la política inmediata en España y en Catalunya. Se trata de los congresos del Partido Popular y del PDeCAT, ambos con presencia de representantes terrassenses. Los resultados de los mismos han sido absolutamente divergentes en cuanto a planteamientos y objetivos. El Partido Popular endurece su concepto de España y el PDeCAT hace lo mismo con su concepto de Catalunya. Después de lo vivido, parece que volvemos a la casilla de salida, aunque es imposible sustraerse a los acontecimientos que han sacudido España en el último año y han puesto en cuestión, también, algunas consideraciones sobre Europa.
En el Partido Popular se han apretado las filas en torno a un nuevo líder que se pretende se convierta en carismático, con un discurso duro. Pablo Casado, que se presentaba en público como una cara amable del Partido Popular, ha ganado el congreso de su formación con un discurso contundente en el que destacan tres ideas significativas por sí mismas: derogar la ley de memoria histórica, dar un paso atrás en lo que se refiere a la ley del aborto y oponerse frontalmente a la ley de eutanasia que pretende dictar el PSOE, erigiéndose en un partido de la "familia y de la vida", como si la eutanasia fuese a convertirse en una obligación. Bien es verdad que una cosa es cómo se ganan unas primarias en un partido y cómo se ganan unas elecciones en la arena política. No todo lo que vale en clave interna tiene una traslación exacta en unos comicios. Es evidente que Pablo Casado deberá centrar su discurso cuando llegue el momento, máxime si quiere recuperar el voto emigrado a Ciudadanos.
No obstante, en el ámbito en el que deberá mantener, si no endurecer, su discurso será en lo que a Catalunya se refiere. En ese sentido no podemos perder de vista el golpe de timón que ha dado Carles Puigdemont en PDeCAT, desplazando la línea moderada de Marta Pascal para imponer la unilateralidad de su discurso. Puigdemont está crecido por la victoria moral que ha significado para su estrategia la decisión de los tribunales alemanes sobre su extradición a España, decisión sobre la que el juez Llarena deberá o debería dar explicaciones. El expresident es insaciable y esa maniobra va más allá de asumir las riendas de su partido en torno a la idea de la Crida, Puigdemont quiere el voto de Esquerra Republicana.